Ángela y Leonardo lograron lo impensable: recuperar su finquita arrebatada por Doblecero

Ángela y Leonardo lograron lo impensable: recuperar su finquita arrebatada por Doblecero

¿Qué va a hacer el gobierno Duque con las 200 mil solicitudes pendientes en la Unidad de Restitución de Tierras para que otros campesinos también puedan regresar a su tierra?

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noviembre 17, 2018
Ángela y Leonardo lograron lo impensable: recuperar su finquita arrebatada por Doblecero

Del pueblo tranquilo en el que creció Ángela María Salazar queda poco. Solo algunas construcciones tradicionales sobrevivieron a los 400 kilos de dinamita que explotaron el 6 de diciembre del año 2000. Ese día, el frente 47 de las FARC comandados por ‘Karina’, quien era la comandante guerrillera, entraron a Granada, Antioquia, y después de detonar el carro bomba en la mitad de la plaza, bombardearon durante 18 horas el pueblo hasta que solo quedaron los escombros. Más de 300 casas y locales comerciales fueron destruidos.

Ángela y su esposo vivían en la vereda San Matías, a unos 20 minutos del casco urbano. La tierra se sacudió con la perturbadora explosión. Del otro lado de la montaña, la humareda negra se levantó cargada de ceniza, y detrás apareció una caravana de campesino que huían de la arremetida de Karina y sus hombres, quienes justificaron la sevicia del ataque como venganza por la masacre paramilitar que tan solo un mes antes había dejado 17 personas asesinadas por el Bloque Metro, comandados por el temible Doblecero, quien los acusó de ser colaboradores de la guerrilla.

Los paramilitares eran los verdaderos dueños de la región. Las Farc nunca lograron ganarse a la gente. Los ataques y bombardeos liderados por Iván Ríos y Karina, quien llegó a ser una de las comandantes más duras de la guerrilla y en la época de Uribe hubo hasta 2000 soldados respirándole la nuca y haciéndole el cerco cada vez más pequeño, hasta que empezó a colaborarles antes de desmovilizarse en 2007, convirtieron a la guerrillerada en enemiga del pueblo. Mientras tanto, los hombres de Doblecero fueron controlando la región con terror y miedo.

A Leonardo se lo llevaron de la casa los paras, también señalado de ser un colaborador de las Farc. Su pecado había sido darles aguapanela a los guerrilleros cuando bajaban por las montañas de Granada y se veía obligado en dejarlos dormir en su tierra. Con un revólver apuntándole directamente a la cara, Leonardo respondió cada pregunta que le hicieron creyendo que de ese día no pasaba. “Cuando llegaron los paras a la región, dijeron que tenían que entrar pisando duro para que la gente les creyera”. Durante más de dos horas, Ángela creyó que su esposo estaba muerto, pero lo vio entrar otra vez por la puerta de la casa.

Las amenazas continuaron y las casas de la vereda se iban quedando más solas. El miedo les ganó y Ángela y Leonardo agarraron a su pequeña hija, cogieron lo que les cupo en una maleta y se fueron corriendo para Medellín. Los paras se robaron todo lo que habían dejado en la casa. Sacaron camas, muebles, cuadros, fotos, ollas, hasta el pequeño triciclo que tenía la niña.

Lo único que los paras de Doblecero no se llevaron fue un cuadro de la última cena que hoy Leonardo y Ángela aún conservan. No están dispuestos a olvidar.

En Medellín la situación no mejoró. Les tocó vivir arrimados en una habitación mientras buscaban ayuda insistentemente. La ciudad no estaba hecha para ellos, que solo sabían vivir como lo habían hecho durante más de treinta años en el campo.

Después de casi ocho años rebuscándose la vida en Medellín, Ángela comenzó un proceso de restitución para que le devolvieran la tierra que los paramilitares, quienes ya venían en un proceso de desmovilización desde 2004, les habían quitado. Aunque Ángela entró en el registro de víctimas, nadie le daba una solución. El proceso no avanzó un solo paso durante años, y Ángela se cansó de esperar.

Después de diez años, Leonardo y Ángela decidieron regresar por su cuenta. Volvieron a empacar lo poco que tenían en Medellín y regresaron a la tierra que con la que siempre soñaron. El proceso en restitución no iba a ser una zancadilla para recuperar lo que era de ellos. A pesar del miedo, poco a poco fueron reconstruyendo todo lo que los paramilitares destrozaron con el tiempo.

Las reuniones y largas filas en la personería de Granada y Medellín llegaron a su fin cuando la organización Forjando Futuros, dedicada a acompañar a las personas que entran en un proceso de restitución, de la que tienen todos los registros desde que comenzó la Ley de Víctimas y Restitución, comenzó a asesorarla. En 2017 conoció al abogado Andrés Bohórquez, quien se puso al frente de su caso. Andrés la llamó y al principio Ángela no creía, pero no tenía nada que perder. En una reunión en la alcaldía de Medellín, se convenció de que Andrés la podía ayudar. Les pidió un poder y les prometió volver con las escrituras de su finca. Como Ángela y Leonardo volvieron durante el proceso, la Unidad de Restitución de Tierras no los incluyó en los registros de tierras despojadas, y nunca sacó una resolución para definir la situación de esas personas. Tampoco les aclararon que las personas “retornadas” necesitaban un abogado porque ellos no llevarían el caso ante un juez. Andrés se convirtió en el representante y en un año logró destrabar el caso. La sentencia era un hecho.

“Que un juez saque una sentencia de estas sirve para reconocer a las personas como víctimas de la guerra, pero también sirve, sobre todo para personas como Ángela y Leonardo, quienes ya habían regresado, para la formalización y la escrituración de la finca. Con eso, les entregan unos recursos y les perdonan unas deudas para que puedan volver a comenzar”.

Hoy Ángela y Leonardo todavía están esperando que les llegue la plata, pero ya empezaron a trabajar la tierra que lograron arrancarle a los paramilitares. Sin embargo, la situación para muchas personas en el país no es la más alentadora. Según el balance que hizo Forjando Futuros, desde que el expresidente Santos firmó la Ley de Víctimas y Restitución de Tierras en 2011, solo ha resuelto el 2.3% de los casos presentados ante la Unidad de Restitución, que están casi en las 200.000 solicitudes. Las primeras señales de Duque frene al tema no parecen muy promisorias y el nombramiento de Andrés Castro como cabeza de la Unidad produjo inevitables prevenciones por sus antecedentes como secretario general de Fedepalma, un gremio poco amigo de la política de restitución de tierras y con más de un señalamiento por vínculos con paras asociados a despojos de tierras en el pasado.

La rudeza de la tierra transformó el pueblo de Granada por completo, pero Ángela y Leonardo echaron raíces en su  tierra convencidos de que nunca se las dejarán quitar.

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