Anderson, el combatiente de las FARC que soñaba con hacer películas

Anderson, el combatiente de las FARC que soñaba con hacer películas

El Mono, como era conocido, filmó y actuó en su primer largometraje 'Historias de guerra', pero tres balas truncaron su trabajo como periodista y director de cine en el Cauca

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junio 22, 2019
Anderson, el combatiente de las FARC que soñaba con hacer películas

No siempre se elige empuñar un arma. Esta ha sido la afirmación más dura de asimilar para la población civil desde la firma del Acuerdo de Paz. Ánderson Pérez Osorio, el Mono −O David como también lo conocían−, de 24 años, era guerrillero, excombatiente y todo un apasionado por la política, el periodismo y la agricultura. Había terminado el bachillerato pero le había apostado al periodismo que había aprendido en talleres de formación después de la firma del Acuerdo, y en la misma práctica. Su profesor fue Joao Gabriel Almeida, con quien tuvo la fortuna de participar y estar en esos talleres.

“Inquieto… parecía un niño. Es más, yo creo que jamás dejó de serlo. Él no parecía un hombre que había vivido la guerra… siempre habló desde su forma más pura del mundo, sin pretenciones”. Decía el profesor Joao cuando le preguntaba por Ánderson, mientras su voz se entusiasmaba al recordarlo.

El Mono hacía pedagogía política y manejaba las comunicaciones del Sexto Frente, incluso quería destacarse lo suficiente para llegar a ser presentador. Cuando hablaba de política era pausado y metódico. No le gustaba hablar por hablar, sino que se tomaba el tiempo para pensar lo que quería enseñar y compartir. Su estilo periodístico estaba fundado en la conversación, para él lo más importante era escuchar y saber hablar. Cuando él hacía entrevistas se preocupaba porque el rol de periodista quedara en un segundo plano y que con quienes conversaran se sintieran como iguales, sin roles de poder de por medio. Sabía que no era fácil denominarse guerrillero, pero era fiel creyente en sus convicciones.

Le gustaba conversar sobre las diferencias que había entre los civiles y los excombatientes, sabía que muchas de las formas en que pensaban en ellos solían quedarse en imágenes como las armas, la sangre derramada y la muerte. La palabra ‘guerrilla’ estaba siempre en contra de todo lo que estuviera vivo. No le temía a responder preguntas difíciles y siempre estaba dispuesto a confiar, entregar y enseñar.

Recuerdo cuando lo molestaban. Al Mono siempre le decían que dejara de ser tan chistoso porque se la pasaba diciendo que era indígena, que él realmente era indígena. Y pues, usted lo viera, era un mono de ojos azules que no podía con lo blanco que era… de las cosas buenas que es recordar a Ánderson”, me decía Joao con una sonrisa que parecía traspasar la distancia desde la que hablábamos.

“Hay que aprovechar la paz para construir país”, fue de las últimas notas de voz que envió Ánderson a uno de sus amigos. Creía en eso. La llegada de su hijo este mismo año se había convertido en uno de los motores más grandes para construir un nuevo país. Pero el Mono no era solamente periodista, también fue director. Tuvo una faceta artística que no dejó de ser reconocida por sus conocidos más cercanos. El primer cortometraje que construyó fue ‘La perrita de ojos azules’, “era maravilloso darnos cuenta de que él elegía siempre hablar de otras cosas, de otros temas. No quería seguir eligiendo la guerra como el tema principal”, decía Jacinto mientras trataba de explicarme por qué esta faceta de Ánderson era tan importante.

“Él tenía un espíritu que buscaba incansablemente el aprendizaje. No se agotaba con nada. Cuando decidimos grabar ‘Historias de Guerra’ él fue el primero en querer participar en todos los roles. Dirigió, manejó las luces, e incluso actúo”, recordaba Ricardo Rojas, quien estuvo detrás de toda la dirección de los cortometrajes que componían la película, una producción que se llevó a cabo en agosto del 2017 en La Elvira, Cauca.

‘David’ se internó durante 2 días en una caleta −las carpas de los campamentos guerrilleros− que habían montado, pues ya era zona de reincorporación cuando inició el rodaje, y le pidió a todos que no lo molestaran, que él quería meterse en el personaje. Y lo logró. No solo actuó, dirigió también y se encargó de iluminación cuando sus compañeros también rotaban de roles. No se quedó sentado un solo segundo, quería hacer algo grande, quería contruir país.

Era una esponja de aprendizaje, igual que sus compañeros excombatientes; risueño, no paraba de sonreírle a lo que la vida le entregaba; apasionado, jamás dejó de sentir una dicha absoluta de hacer cada cosa que le tocaba; inquieto, pues había decidido hacer un posgrado en botánica o agricultura, estaba buscando las opciones para lograrlo aún sabiendo lo difícil que era, y a pesar de vivir con el miedo constante de morir.

El Mono había entendido que para construir este país tocaba empezar por mirarnos todos como iguales, como seres humanos. Tocaba romper las distancias que la urbe, el campo y la selva se habían impuesto con la historia que cargaban. Él lo entendió, pero pasó a ser una cifra más de líderes sociales asesinados en un país donde el número aterra pero la acción queda desvanecida.
Sobre las 3:15 de la tarde, del 18 de junio del 2019, recibió el impacto de tres balas mientras departía con un grupo de personas del centro recreacional La Bocatoma, Caloto, Cauca. Dos hombres en moto le pegaron los tres disparos que acabaron con su vida.

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