Análisis electoral: 1) Lo que pasó
Opinión

Análisis electoral: 1) Lo que pasó

Ganó el voto en contra. Malo fue el voto de opinión en contra que las campañas azuzaron con el miedo

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junio 19, 2018
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Ganó el voto en contra

Lo bueno de la reciente elección en Colombia fue que se confirmó la desaparición del voto de maquinarias electorales (que es en lo que se habían convertido los ‘partidos políticos’) y se consolidó el voto de opinión.

Pero malo que fue el voto de opinión en contra.

Porque no es como lo presentan, que el candidato Duque recibió el mayor respaldo a sus propuestas que haya tenido nunca algún presidente de Colombia; buena parte, puede que la mayoría de esos votos, fueron depositados contra Petro, ya fuera por lo que produce su misma personalidad, o por creer que representaba la izquierda, o incluso porque pensaron o aceptaron que implicaba el peligro de seguir el camino de Venezuela (el ‘castrochavismo’).

Y tampoco es verdad que por primera vez la izquierda alcanzó a ser alternativa de poder, logrando una votación comparable a la del ganador para convertirse en su contrapeso:  no lo fue en parte porque Petro no es la izquierda. Pero no es verdad sobre todo porque buena parte de esos votos fue contra retorno a la ‘seguridad democrática’, a la subida de Álvaro Uribe por interpuesta persona, a volver a la época de los falsos positivos, de la chuzadas, de los hermanos primos y cuñados de gobernantes, de ministros y altos funcionarios del gobierno, que acaban siendo delincuentes.

En ambos casos no importa si era verdad o tenían fundamento los temores que motivaron la votación en contra, lo que las campañas lograron fue que los miedos que eso producían fueran la primera motivación en la elección.

 

 

Por ahora, se mantiene la expectativa
de cuál papel cumplirá Álvaro Uribe ante el nuevo Gobierno.

 

Porque tampoco es exactamente cierto que la polarización fuera entre derecha e izquierda ya que hace tiempo que las ideologías y las propuestas programáticas no existen o no representan nada en el sistema político colombiano.

Lo que también hubo como voto en contra fue en relación con la corrupción electoral, porque ambas campañas hicieron alarde de liderar el rechazo a ella –y eso también es muy positivo-.

No operó el sistema de Mercado en el cual rige la oferta y la demanda del hoy llamado ‘cartel de la contratación’ que hace que las candidaturas se financien con promesas de adjudicaciones para pagar gastos de miles de millones buscando ganar curules o cargos (se presume que esto no sucedió en estas presidenciales); es decir no giramos alrededor del clientelismo que hace que esos dineros se distribuyan a los que manejan grupos de votantes repartiendo a su turno tejas, cementos y tamales.

Falta esperar qué pasa con la ‘mermelada’ que el Gobierno tiene que repartir a los congresistas siguiendo el sistema de ‘cupos indicativos’ que desde que fueron impuestos por Santos bajo el presidente Pastrana se han usado para que aprueben las leyes y las partidas presupuestales (de lo que depende la ‘gobernabilidad’). La continuidad de varios de los elegidos en las parlamentarias y la corrida que se presentó hacia el probable ganador (que presumiblemente aumentará con el triunfo consolidado) no presagian mucho cambio en esta costumbre.

Porque lo que llamamos ‘corrupción’ son las simples reglas del Mercado. Los individuos son ‘corruptos’ porque las reglas del juego así operan en los mercados libres donde se trabaja en la asociación con, o la comisión a, a la persona de quien depende el resultado que se busca. Es como funciona el modelo de privatización y contratación que caracteriza el esquema neoliberal.

Los votos que complementaron lo que sí era el verdadero respaldo a los candidatos, tanto los que completaron los que Uribe le llevó a Duque como los propios de Petro, son los de quienes creyendo en el sistema democrático no encontraron la opción por la cual votarían positivamente. Son los votos de quien representarían hoy la Social Democracia (los huérfanos de lo que alguna vez fue el liberalismo antes de que Gaviria desde la ilegalidad lo acabara) es decir quienes creen que se pueden y deben buscar objetivos sociales a través de la intervención del Estado sin necesidad de entregarse al Mercado, ni convertirse a uno u otro totalitarismo. Los que creen que sí deberíamos ser un ‘Estado social de Derecho’ pero no encuentran quien pueda darle vigencia.

Mientras no se configure una alternativa que remplace lo que fue el liberalismo, y mientras se siga pensando que lo que hubo fue una disyuntiva entre un gobierno de izquierda o uno de derecha que se solucionaría con una ‘opción de centro’, seguiremos en la dependencia de las características de personalidad de uno u otro dirigente, y, por ahora, en la expectativa de cuál papel cumplirá Álvaro Uribe ante el nuevo Gobierno.

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