Alejandro Gaviria: un pequeño homenaje en un momento difícil

Alejandro Gaviria: un pequeño homenaje en un momento difícil

"Gaviria es un personaje especial dentro de la política. Además de ser un profesional brillante y multidisciplinario, es un buen ser humano"

Por: John Henry Melo
junio 13, 2017
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Alejandro Gaviria: un pequeño homenaje en un momento difícil
Foto: eluniversal.com.co

Muchos colombianos no saben quién es su Ministro de Salud. Su nombre es Alejandro Gaviria. Es Ingeniero Civil, Mágister y Doctor en Economía; investigador, columnista, tecnócrata, amante de los libros y la poesía, padre de familia, entre otras facetas más. En medio del clima de polarización de este país, Gaviria se ha convertido en la voz “suave y persistente” de la razón; y en una prueba de que —contrario al estereotipo— para un individuo con curiosidad, disciplina y talento es posible desempeñarse con éxito en áreas diferentes a sus títulos de grado. Ha ganado premios a mejor profesor y mejor artículo de opinión sin tener títulos en pedagogía o periodismo. Su vida y forma de ver el mundo son muy interesantes. Posiblemente una de las mejores entrevistas que le han realizado está documentada en un número de la revista de la Universidad de Antioquia.

Gaviria es un personaje especial dentro de la política. Además de ser un profesional brillante y multidisciplinario, es un buen ser humano. Es de esas personas que, pese a sus ocupaciones, siempre trata de sacar algo de tiempo para responderle —e incluso ayudarle— a cualquier ciudadano. A muchos nos gustaría ver un cuadro con su retrato en el Palacio de Nariño, aunque para ser sinceros, ser ateo en este país es lo mismo a ser inelegible; y en un país de indignados ávidos de soluciones perfectas y caudillos paternalistas, su “reformismo pragmático” (aquel que dice que los cambios se logran de forma gradual y con base en los hechos) y su “más o menos” (la idea de que “en cuestiones prácticas uno no debe apuntarle a la perfección“), tendrían pocas chances frente a la demagogia de los políticos tradicionales. Gaviria no está dispuesto a hacer las concesiones morales que necesitaría para convertirse en uno de ellos. No está interesado en la política electoral.

Su blog, que mantiene desde el 2006, es un valioso repositorio de su pensamiento y opiniones sobre los más diversos temas; técnicos, políticos y filosóficos. Sus escritos incluyen reflexiones sobre movilidad social, corrupción  y acumulación de riqueza.

Durante su prolífica actividad como investigador, Gaviria se interesó por el tema de la Salud en Colombia; lo cual lo llevó a ser nombrado en 2012 como Ministro de Salud. En su cargo, ha hecho lo que hay que hacer; incluso en contra de fuertes presiones políticas y económicas: Fue determinante en la suspensión del uso del glifosato en operaciones de aspersión aérea y en la reducción del precio de medicamentos de gigantes farmacéuticos. No siempre le salió todo como quería; en algunos casos la oposición del establecimiento fue avasallante, como pasó con su propuesta para gravar las bebidas azucaradas. También se ha enfrentado a la pseudociencia y el oportunismo —a pesar de tener la opinión pública en contra—, como en el sonado caso del Carmen de Bolívar.

No son pocos los que, a pesar de no conocer su gestión, creen, por costumbre o pereza, que su labor ha sido un fracaso sin atenuantes. Estas personas representan un caudal electoral importante, y por eso algunos políticos expertos en obstruir, pero rara vez proponer, han intentado sabotear su labor para ganar votos. A pesar de eso, Gaviria continúa liderando un revolcón al sistema de salud.

Basta con revisar algunos hechos (1, 2, 3) para entender que muchas cosas en este país están mejorando, sin negar, por supuesto, que hay problemáticas que persisten. En tiempos de prensa amarillista y pesimismo exacerbado, vale recordar que “la esperanza no habita en los titulares, sino en el tedioso reino de las estadísticas” (Simon Jetkins en su columna en The Guardian); o parafraseando a Ashish Jha, un reconocido médico y profesor de salud pública de la Universidad de Harvard: “Un gramo de datos equivale a una tonelada de opiniones”.

Desde su gestión, las opiniones de Gaviria han generado interesantes discusiones: "En la vida importa el final... por eso yo creo que morir dignamente hace parte de vivir dignamente". Precisamente, uno de los logros más significativos de su gestión, fue convertirnos en el primer país en Latinoamérica en realizar un procedimiento legal de eutanasia.

“Los buenos ministros enaltecen la democracia, mejoran la calidad del debate, no necesariamente hacen las discusiones más productivas, pero sí más interesantes. Los malos ministros, por el contrario, degradan la democracia, anulan la controversia a punta de evasivas y lugares comunes”. Lo anterior lo escribió años antes de ser nombrado en el cargo, sin sospechar, tal vez, que más adelante se convertiría en su propia definición de buen ministro.

***

La noticia reciente es que Alejandro Gaviria tiene cáncer. En la entrada más reciente de su blog, titulada “Cosas que pasan”, generosamente decidió compartir su experiencia personal luego de haber sido diagnosticado. Esta noticia ha generado multitud de reacciones, muchas de ellas de apoyo sincero.

Nuestro cuerpo tiene cerca de cien billones de células. Millones de ellas se dividen cada segundo, en un proceso en el cual el genoma entero es replicado y transmitido a las células hijas. En ese proceso ocurren algunos errores, la mayoría de los cuales no tienen consecuencia alguna, o son corregidos oportunamente por salvaguardas genéticos. Aun así, unos errores logran colarse (de lo contrario no existiría la evolución). Algunos de esos errores que se cuelan, cuando ocurren de una forma y orden precisos, provocan que un linaje de células comience a expandirse y a evolucionar por sí mismo, “olvidándose” del bienestar del cuerpo del que forma parte. En otras palabras, el cáncer es una consecuencia trágica (pero en cierto sentido, predecible) de la entropía, es decir, de la aleatoriedad y el desorden de los sistemas complejos. Existen unos factores de riesgo, pero a cualquiera le puede ocurrir. El pronóstico depende principalmente del tipo y grado del cáncer. Afortunadamente, en el caso del ministro, el pronóstico parece ser muy alentador, tanto así que podrá seguir desempeñando sus funciones mientras se somete a un tratamiento ambulatorio (pero no por eso sencillo).

Según la retórica consuetudinaria de las mayorías, muchas veces bienintencionada, otras no tanto, lo apropiado en estos casos es desear que el enfermo tenga la voluntad suficiente para “vencer” al cáncer. Yo, por el contrario, soy de los que piensan que conferir al enfermo ese “carácter heroico” en medio de una problemática de la cual tiene poco control, es algo que en algunos casos puede sumar estrés y culpa. Se trata, en el mejor de los casos, de optimismo inocente, y en el peor, de algo insultante, porque implícitamente nos divide en vencedores y perdedores. Tal vez por esa razón, al menos en parte, él mismo advirtió que lo que está atravesando no es “un llamado, ni una prueba, ni un castigo”.

Uno de los mejores homenajes que le podemos hacer a Alejandro es leer y compartir sus ideas. Por ejemplo, un ciudadano que haya leído concienzudamente su último libro “Alguien tiene que llevar la contraria” será menos susceptible de caer en las trampas del aplauso, la indignación facilista y la posverdad; posiblemente será un ciudadano más reflexivo e informado; un borrego menos para caudillos y predicadores falaces.

“Somos incapaces de anticipar el arrepentimiento futuro que traerá la moderación presente” escribía él mismo hace más de 10 años. Estas palabras resuenan en mí desde que las leí, y seguro cobran especial relevancia para él, en momentos en los que tiene al frente una situación que no había visto a los ojos, pero para qué, de una u otra forma, siento que ya se había preparado. Mi deseo, por supuesto, es que se recupere pronto, que gane mucho durante este proceso y que cumpla su promesa de tomarse más licencias de acá en adelante. Que festeje la vida. Y que ojalá, si no es mucho pedir, siga aportándole a Colombia por muchos años. Lo necesitamos.

No hablará mi lengua ni escribirá mi mano sino para examinar y buscar la Intimidad en mis vivencias. Gran respeto a los demás en las suyas, y ayudarles a entenderlas. Todo el amor y esmero que ponga ahí será poco” Fernando González Ochoa.

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