"Alcalde Peñalosa, reconozco en usted a un genio de la facticidad"

"Alcalde Peñalosa, reconozco en usted a un genio de la facticidad"

"No se ha visto en otra persona en Colombia, ni siquiera en el expresidente Uribe [...], las mismas ambiciones personales y prácticas políticas"

Por: Carlos Guevara A
octubre 29, 2018
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Foto: Instagram @enriquepenalosal

La propuesta de Bogotá mejor para todos es la más lúcida manifestación intelectual que alcalde alguno haya podido imaginar en décadas para hacer que los ciudadanos sintieran como cercana y posible la idea de una vida digna. Doy ejemplos concretos para que juzguen y vean que mi afirmación no tiene nada de adulación:

1. TransMilenio. Es una maravilla. Todo está tan organizado que hasta el metro de Moscú palidece ante este sistema. Veamos: el usuario entra a la estación, se acerca a la ventanilla, donde no hay generalmente filas extensas —solo en las horas pico se congestiona un poquito, entre cinco y diez minutos máximo—, para recargar su tarjeta. La vendedora o el vendedor de pasajes sonríe amablemente y expide el servicio, y en pocas ocasiones, sin intención alguna, puede equivocarse, por el afán, en la devolución del cambio. Entonces, el usuario debe hacer el reclamo. En realidad hay pocos reclamos pues la gente recibe sus vueltas y sin verificarlas continúa su ingreso. Si hay algún reclamo los ciudadanos lo manifiestan con sumo respeto y cordialidad confirmando con este proceder la proverbial cultura del bogotano.

Sigamos: luego, el pasajero coloca su tarjeta y marca su ingreso en la registradora. No se ha visto hasta ahora que con un solo pasaje intenten entrar dos o tres personas, tampoco que pasajero alguno se pase la avenida corriendo y se cuele en el sistema por las puertas de ingreso a los articulados —de presentarse, se trata de muchachos que quieren probar su adrenalina, además las mujeres jamás hacen esto—. La gente estima en alto grado su vida y el decoro de su honestidad, por lo que todos pagan su pasaje. Si a alguno le ha dado por colarse ha recibido una censura respetuosa y edificante de los demás usuarios que esperan su transporte habiendo pagado su pasaje.

Una vez adentro, el pasajero se ubica en el vagón respectivo detrás de ochenta o cien personas que esperan que pase el bus que les sirve. Llegan buses generalmente repletos pero la gente espera paciente: nadie grita, nadie insulta. Suele ocurrir que la administración en su vehemencia por prestar un excelente servicio envíe un bus desocupado a estaciones claves en las que se aglomeran muchos pasajeros. Cuando abre sus puertas el articulado vacío, los pasajeros demuestran una vez más su alta cultura y su solidaridad social: primero entran las ancianas y las señoras embarazadas o con niños de brazos; luego ingresan los adultos mayores y finalmente los más fuertes y jóvenes. Esta muestra de urbanidad no se ve ni siquiera en ciudades como Oslo, Berna o Helsinki. Ya en el interior del bus nadie empuja a nadie, todos van cómodos y se percibe en los rostros la serenidad augusta de quien agradece a la vida experiencias como esta de compartir con otros seres humanos un viaje urbano. Ningún caballero se sobrepasa con dama alguna, por el contrario, las respetan, les ceden la silla y las tratan con especial deferencia. Si a alguien se le cae el celular, el primero que lo vea se lo devuelve de inmediato.

Es tan solidaria y comprensiva la gente que para que pudieran caber cincuenta pasajeros más en cada viaje de TransMilenio, la ciudadanía no cuestionó la decisión del alcalde de quitarles la mitad de las sillas a los buses. Todos parecen de acuerdo con que se viaje en igualdad de condiciones; la gente se acomoda de pie y gasta su tiempo jugando con el teléfono o leyendo ávidamente el torrente de mensajes que ingresan en cada equipo. Esto último ha llevado a que los índices de lectura de los colombianos se incrementen a la par de países como Cuba, Alemania, Japón, Corea o Finlandia. Pero hay más, ya existe la propuesta de que les supriman todas las sillas a los buses, lo que la mayoría de usuarios ve como pertinente y práctico. Ahora bien, al llegar a su destino, cada uno sale de manera ordenada, nunca hay empujones ni atropellos entre los que desean salir y quienes van a ingresar al bus. Por el contrario, quienes entran y quienes salen se saludan cordialmente y se desean feliz día.

Cuando el alcalde decretó el aumento de cien pesitos al costo del pasaje, la gente lo comprendió de inmediato y no hizo reparo alguno, todos entienden que se trata de un esfuerzo colectivo por sostener este extraordinario sistema, ya que en el pasado reciente fue amenazado por un alcalde que rebajó cien pesos a cada pasaje y casi quiebra el sistema. Por fortuna para todos, un grupo de jóvenes emprendedores, think tanks, expertos que administran a maravilla esta empresa, le dio un viraje al sistema y garantizó su continuidad. Hay campañas de sensibilización que se dan a través de claros, persistentes y bien vocalizados mensajes que se escuchan en todas las estaciones del sistema, como ocurre en una novela que leí hace tiempo y cuyo título es 1984. En ella, la administración de esa ciudad o país ficticio es perfecta y funciona a través de un sistema de comunicación que conecta a todas las personas directamente con quienes administran la vida social.

Otra cosa importante es que tampoco se admiten vendedores en los articulados, nadie les compraría nada ni les prestaría la mínima atención, ya en el pasado algunos intentaron vender dulces, libros de chistes, limas de uñas, paquetes de esferos y lápices, entonar canciones de alabanza, contar sus tragedias personales como estrategia para recibir alguna moneda, etc. En fin, todos fracasaron y nadie volvió a subirse a un bus a actividades como esas. Finalmente, casi lo olvido, se decidió que la vida útil de los articulados se prolongará tres o cuatro años más dado su excelente estado mecánico y su nulo nivel de contaminación ambiental. De hecho, no hubo reparo alguno de la ciudadanía.

Pasemos a otro aspecto en mi defensa del proyecto Bogotá mejor para todos.

2. Seguridad. Nunca como antes la ciudad había estado tan segura como en la alcaldía de Peñalosa. No hay atracos en las calles, ni asaltos en los barrios, mucho menos se han vuelto a ver asesinatos de muchachas o muchachos, o inclusive niños o niñas, por robarles el celular o su bicicleta. La gente respeta a la policía y la policía a la gente, se vive en una armonía verdaderamente admirable. Tampoco se volvieron a ver los fleteos ni los paseos millonarios, mucho menos los asaltos a los pasajeros en los buses como ocurría antes.

La inseguridad es solo un recuerdo que muy bien el alcalde calificó como una falsa percepción, es decir una especie de alucinación colectiva, puro reflejo del pasado, pero que a veces puede, por algún estímulo inconsciente, irrumpir en la conciencia dando la impresión de una existencia real que no pasa de ser apenas un simulacro.

3. Puentes. Parece una fantasía ver cómo se cumplió la promesa del alcalde cuando dijo que los puentes de la ciudad serían espacios de socialización de los ciudadanos y que bajo ellos (en los de la calle Trece con carrera Treinta o en el de la carrera Décima con calle Sexta, por solo nombrar dos casos) habría quioscos de ventas de café, de revistas y periódicos, de refrescos y golosinas en general; sitios con sillas cómodas donde la gente, los pensionados principalmente, podrían charlar y contemplar el paisaje entorno con alegría. Y así es: no hay malos olores ni suciedad por ninguna parte, son sitios muy seguros. Los antiguos habitantes de calle fueron plenamente rehabilitados y no se ven por ninguna parte.

4. Otros asuntos. Haber suprimido el mínimo vital del agua para estratos de condiciones económicas difíciles, haber quitado las salacunas para que niños muy pobres cuyas madres trabajaban de noche fueran atendidos y nutridos, y haber terminado el proyecto de 40 horas en los colegios fue un acierto nunca bien ponderado, pues se ahorraron millones de pesos que se pueden utilizar para construir bolardos y elaborar los adornos navideños que tanto alegran la capital.

5. Lo que indican los indicadores. Por todo lo anterior y por muchos casos más como la atención a ancianos, a madres sin empleo, a niños con altos niveles de desnutrición, es más que justo que se apruebe la extensión del mandato de Peñalosa en dos años más para que culmine las obras fundamentales de la ciudad como el proyecto de la reserva Van der Hamen. La mayoría de ciudadanos está de acuerdo con que un poco de palos viejos deben tumbarse, no hay que acatar los gritos de malos ecologistas que no entienden el progreso, deben preferirse viviendas cómodas para un sector exclusivo de ciudadanos de bien.

Otra obra monumental es el TransMilenio por la carrera Séptima, que será tan bella en sus orillas como lo son los puentes ya citados y todos los de la ciudad en general. No habrá grafitis detestables, ni malos olores, ni insalubridad alguna, tampoco inseguridad. Finalmente, podrán ver los bogotanos, luego de muchas décadas de promesas, adelantos importantes en la construcción del metro elevado, obras sin par en el mundo entero y desde cuyos vagones, según promete el alcalde, podrán las personas contemplar extasiados los bellos paisajes de nuestra querida y civilizada ciudad.

Vocativo final. Alcalde Peñalosa, reconozco en usted a un genio de la facticidad, un hombre práctico que no se anda por las ramas de teorías abstractas, dejémosles ese trabajo a teóricos que elucubran, en pálidas noches, sistemas explicativos que usted sustituye con una mera intuición y la echa a andar sin dubitaciones. No se ha visto en otra persona en Colombia, ni siquiera en el expresidente Uribe, ejemplo mayor de rigor y coherencia entre las intuiciones, las mismas ambiciones personales y prácticas políticas. Son ustedes hombres de verdadera inteligencia superior. Quienes le reclaman sus títulos de doctorado o maestría y quienes afirman que usted fue un estudiante de bajísimo perfil, lo mismo que quienes lo tildan de mentiroso, son hombres ingratos, se pegan de cualquier detalle y no tiene piedad con algunos puntos débiles de las personas. No se preocupe ni se aflija, a los grandes hombres y a los hombres grandes como usted les han pasado cosas así. Para su tranquilidad, la mayoría de bogotanos conocen su altura y lo aceptan gustosos, de lo contrario, ya hubiesen reaccionado.

Finalmente, ojalá su obra tenga continuidad. Nadie mejor para sucederlo, ya ha iniciado el proceso que Miguel Uribe Turbay, nieto del preclaro expresidente Turbay Ayala, en cuyo mandato fue ejemplar el respeto a los derechos humanos, no pudo terminar. Soñemos felices para que así sea que Miguel gane la alcaldía a pesar de los mamertos de izquierda que casi acaban con la ciudad, y que se vaya preparando como burgomaestre, como lo hizo Andrés Pastrana, para ocupar luego el solio de Bolívar, reservado a los señoriales e ilustres hijos de rancias estirpes.

Están totalmente equivocados quienes piensan que los bogotanos o los colombianos son conformistas o que carecen de conciencia histórica y de conciencia política. Al contrario, protestan ante la menor injusticia o abuso de sus mandatarios. Ante todo, no cohonestan con la corrupción administrativa y jamás vuelven a elegir a mandatarios a quienes se les haya descubierto algún asomo de ilegalidad. Son tan exigentes y cuidadosos con la democracia y la transparencia que reeligieron al magnificente presidente Uribe y al lúcido presidente Santos. Además, en años pasados, se tuvo la histórica inspiración de elegir como primer mandatario a una de las lumbreras máximas que ha tenido la historia del país: Andrés Pastrana, quien continuó la obra de su padre, Misael, principalmente en los campos social y económico. Tampoco puede olvidarse la obra del expresidente Gaviria, un hombre de risa franca y aliviada, de cuya obra de gobierno se derivan la estabilidad económica de este país, el gran desarrollo industrial y comercial y la lealtad al programa de gobierno de Luis Carlos Galán.

Así pues, atentos todos, porque elección tras elección, los colombianos, asegurarán esta democracia eligiendo a los descendientes directos de tan ilustres varones. Sin dubitación se elegirá a sus hijos: ya están en fila el entusiasta y sin igual lector Simón Gaviria; los muchachos de la casa Galán, tan apuestos e inteligentes todos que se han repartido en distintas agrupaciones políticas para asegurar todo el espectro que los acerque a la Casa de Nariño; y luego, como es natural, los hijos de los expresidentes Uribe y Santos, en su orden. Ah, se me olvidaba, y Miguelito. ¡Qué bello país es este y qué digna de encomio es su democracia!

Pensar que todo comenzó con la idea del TrasMilenio y mire en dónde vamos.

 

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