Alcabalero remendón
Opinión

Alcabalero remendón

Cárdenas anunció el blindaje del país contra el desplome de los precios del crudo y pretendió vendernos cinco razones para la confianza en nuestra economía. ¡Vaya sartal de mentiras!

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junio 23, 2017
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Es verdad que hay cantidades de premios inmerecidos y, por lo general, cuando los conceden sin escrutar mucho a los candidatos, los premiados, ni siquiera para fingir modestia, cumplen con la formalidad de decir que no los merecen. Durante dos años consecutivos, uno de esos expendios de premios laureó al señorito Mauricio Cárdenas Santamaría como el mejor ministro de Hacienda de América Latina y se lo creyó sin enrojecer. La Colombia lambona, encabezada por los cacaos, aplaudió el adefesio.

Uno de los motivos del doble lauro fue el anuncio de Cárdenas sobre el blindaje del país contra el desplome de los precios del crudo. La cantaleta explicativa del ministro caló, porque el coro de fariseos de los sectores interesados en sus favores dedicó un himno a la vanidad del espigado jerarca, La Cardenesa, tan largo y endeble como él y los perdones de que ha gozado desde su estreno con Dragacol, un affaire del que se salvó gracias a una operación gourmet. La letra de La Cardenesa es de la pluma fecunda del senador Hernán Andrade y la música del inspirado Luis Carlos Sarmiento Angulo

Al poco tiempo de colgados los laureles en su testa, comenzó a devolverse la madeja de las cuentas alegres: el déficit fiscal, la deuda externa y el gasto público rozaron las nubes más altas, éste último con variados sabores de mermelada y sin otro remedio que nombrar una comisión de expertos que preparara contra la clase media una reforma tributaria “estructural” que estropeara sus magras rentas de trabajo, y respetuosa del capital, eso sí, porque si se le grava un tris deja de generar empleo.

No hubo de otra: un 18,6 por ciento más al IVA (pasó del 16 al 19) y otros lapos tributarios que compensaran el derroche sin fondo que despegó con los preparativos del proceso de paz. Como no volvió a sonar La Cardenesa, Cárdenas pretendió vendernos a través de El Tiempo cinco razones para la confianza en nuestra economía. Vaya gusto el que se hubiera dado un morfosicólogo detectándole en el rostro el sartal de mentiras que escribió.

 

¿Confianza?
Tiene huevo

 

¿Confianza? Tiene huevo.

Por contraste, el Congreso bajó hace unos días del 12 al 4 por ciento el descuento a las pensiones por concepto de salud, y más demoró en saberse la noticia que Cárdenas –quien no asistió a los debates para oponerse– en boquear que objetarán el proyecto, promesa de campaña del presidente Santos. Ya lo dijo un senador: si no les alcanza la plata, roben menos y no maltraten tanto a los asalariados y a los pensionados, que bastante garrote han recibido de este gobierno. Santos saldrá con el 100 por ciento de desaprobación.

No le preguntaría yo al ex vicepresidente Vargas Lleras si Cárdenas se aproxima más a Colbert, el ministro de Hacienda de Luis XIV, que al doctor Schacht, el ministro de Hacienda de Hitler. Me abstengo de hacerlo porque sé que si lo califica por Reficar y Bioenergy le pondría un cinco por sus habilidades esotéricas. Si lo califica por la precariedad del crecimiento económico y el repunte de la pobreza, lo raja. Y si lo califica por los giros a las obras de cuarta generación diría que es el peor ministro de Hacienda que ha tenido el país.

A los doctores Santos y Cárdenas les ha fallado la fe que tenían en que si todos creíamos que ellos nos habían fijado un rumbo, terminaríamos por crearlo. Se pifió el presidente Santos si no determinó el perfil del tiempo que atravesábamos al momento de confiarle a Cárdenas el Ministerio de Hacienda.

Al señor Cárdenas no se le conoció un plan integral de política económica que contuviera medidas simultáneas sobre producción, competitividad, empleo productivo, intercambio comercial, racionalidad en el gasto, equilibrio fiscal, saneamiento de balanzas y estabilidad jurídica. Nunca le comunicó a nuestra sociedad que tuviera un proyecto que mostrara para dónde íbamos. Se dedicó a retocar lo que aconsejara el momento. Jamás le observamos la visión en grande de un ministro maximalista. Es un alcabalero remendón.

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