Agridulce
Opinión

Agridulce

Por:
marzo 22, 2015
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Frente a la pantalla, los ojos fijos, las manos en el cubo de crispetas. Dulces, una a una, o en montones, entran a la boca. El sabor es agridulce. La lengua siente azúcar, la vista está en lo agrio. ¿Qué nos dice el Arte hoy, en medio del espectáculo y las luces rutilantes? Damos un salto al vacío, o vemos las historias simples, buscamos en los intersticios las preguntas que nos hacemos al filo de la noche, o cuando aún los ojos no se abren al bip del despertador.

Tres películas en la cartelera de cine actual repiten una y otra vez a los espectadores con sus cubos de crispetas el sabor agridulce de la existencia en la productividad. Destacarse, ser amado por el mundo, la búsqueda del reconocimiento, y la esquiva dignidad en medio de todo. Birdman, Whiplash y Dos días y medio.

Es de mañana, el viejo héroe desvencijado medita en el camerino mientras su mejor voz interior, la del personaje que le hizo amado, le reprocha la escena; un estudiante de batería se revisa las heridas de la mano y piensa en Charlie Parker, quiere ser como él a costa de sí mismo; una madre recorre bajo el pesado sol de verano la inmensidad de París para convencer a sus compañeros de trabajo de que voten a su favor y así pueda recuperar su lugar en la fábrica. Las bofetadas de cada una de esas búsquedas de un lugar en el mundo, de un lugar para los otros, tienen el precio del gozo, de la pérdida de la propia valía que viene del Ser.

He revisado el libro titulado La corrosión del carácter de Richard Sennet, un bellísimo texto que describe cómo a partir de la idea de la flexibilidad, entendida como la apertura al cambio permanente en todos los aspectos de la vida, la consolidación de  una carrera, de una ruta profesional y vocacional, nos hemos sometido a la gran deriva emocional que es consecuencia del riesgo permanente de estar expuestos al azar.

La disposición al cambio nos crea una experiencia distinta sobre nuestra línea de tiempo personal en donde el presente es discontinuo del pasado, debemos romper permanentemente con lo que se ha dejado atrás para renovarse, para ser rejuvenecido y más leve.  Y dice Sennet: “El tiempo parece estancarse y la persona en ese atolladero se vuelve prisionera del presente, fija en sus dilemas”.

En los tres protagonistas de los dramas que he escogido y que son parte de la actualidad cultural de estos días, como corcho en remolino la vida transcurre sin salida en la expectativa de superarse a sí mismos y a costa de ellos mismos. El actor, sobrevuela su vida y al final escapa de la realidad misma con la esperanza de ser un pájaro al dejar su existencia en el escenario, con la performance más extrema de cometer un suicidio en escena. El joven baterista supera al maestro abusador, se convierte en aún mejor que su profesor, pues a sí mismo se permite no solo el descaro de quien lo forma, sino la validación de una formación que deforma, corroe su propia voluntad; lejos el gozo del arte y la idea de verdad absoluta que produce de acuerdo con la filosofía de Kandinsky; en la escena solo está el punto absoluto del padecimiento como gloria. Y por último, en la esfera del trabajo más sencillo, no hay escapatoria, ser o no ser, trabajar o fenecer.

Mal sabor de boca. El punto de llegada es irrelevante, lo importante es partir.

Ando leyendo viejos relatos imaginarios y reales de hombres perdidos, a la deriva, en el océano tormentoso de la propia existencia. Odiseo es el gran maestro de todos. En medio del paraíso llora su propio hogar, no es el Edén, en consecuencia, el lugar del que tiene que salir.  El destino será entonces vagar y en medio del sentimiento de pérdida, encontrar la dignidad propia, soltarse, perderlo todo, volver a empezar.

La propia tragedia sucede. Es domingo y puede ser una tregua. Vamos a cine, consumimos los dulces en la oscuridad de la sala. La mano toca fondo, la película también. Los créditos, como una cinta rápida, señalan nombres y vidas, ya es tiempo de partir. Se encienden las luces y a veces el sentimiento es agridulce, una porción de la vida propia se ha reflejado en la historia que acaba de pasar. A eso vamos cuando nos encontrarnos con el Arte. Mañana es lunes, volveremos a empezar en la elipse del tiempo y la conciencia.

@MRosarioEp

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