Adolfo Echeverría, otro ídolo maltratado
Opinión

Adolfo Echeverría, otro ídolo maltratado

Noticias de la otra orilla

Por:
febrero 09, 2019
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El maestro Adolfo Echeverría (1932 – 2018) contaba esa historia conmovedora de que siendo aún muy niño en su casa paterna no había radio pero en la casa del vecino sí. Entonces él se escondía en el callejón entre las dos casas y allí pasaba horas escuchando la radio de al lado, mientras su padre y su madre andaban como locos buscándolo por las calles del barrio San Roque en Barranquilla.

Hasta que un día su padre lo sorprendió en su extraño pasatiempo y, conmovido, compró entonces un aparato  de radio para su familia en la que el único habitante atrapado por la música no era el pequeño Adolfo sino que le acompañaba su hermano Gil, un talentoso cantante que habría de fallecer muy joven en un accidente cuando viajaba hacia Venezuela para reemplazar a José Luis Rodríguez en la Orquesta Billos’ Caracas Boys.

Las décadas del 40 y 50 las pasó persiguiendo la música: cantando, componiendo, tocando, entregado a la idea fija de ser un artista. Y a pesar de que las necesidades de la casa familiar lo empujaron a enfrentar la vida trabajando, es cierto que no  le tocó realizar trabajos indignos ni penosos, sino que tuvo la suerte de poder vincularse como vendedor en la prestigiosa Casa Vargas, que era el centro de la moda en ese entonces en Barranquilla y en la región.

Ese trabajo le ayudaba en sus relaciones públicas y en sus contactos con personajes de la época, cosa que de alguna forma repercutía positivamente en el cultivo de sus aspiraciones musicales. No obstante, decidido a realizarse con la música, renunció a su trabajo y, con los $60.000 que recibió como liquidación en 1961, emprendió su camino y ya nunca más hubo dudas en que ese sería su destino.

Una buena señal en su proyecto de vida la constituyó el día en que, por casualidad, se encontró con el gran compositor barranquillero Rafael Mejía Romani y tuvo la oportunidad de mostrarle su canción titulada La paloma, a la que el maestro auguró los buenos éxitos que finalmente el tema alcanzó siendo el primer tema que grabara Adolfo Echeverría, asegurándole ello cierta visibilidad y reconocimiento en el medio musical de la época.

Sin embargo, el que puede ser su más grande éxito, la famosa canción Las cuatro fiestas, grabada en 1965, tuvo una penosa seguidilla de rechazos y críticas destructivas que no pudieron amilanar a su autor, convencido como estaba de que ese tema tenía muchas connotaciones que le permitirían calar hondo en el alma de las fiestas populares del Caribe colombiano.

Para grabarla buscó a un  legendario cuarteto que animaba las veladas en un conocido restaurante llamado Mónaco, razón por la cual tomó el nombre con el que se hizo conocido y célebre: el  Cuarteto del Mónaco; agrupación que estaba conformada por Rafael Guardo, Eugenio García, Álex Acosta y Ángel Monsalvo. Uno de ellos era hijo del gran maestro de maestros, el trombonista y pedagogo Jorge Rafael Acosta (tutor de figuras como Pello Torres y Justo Almario), más conocido como Alex “Muñecón” Acosta, primo de Lucho Bermúdez, clarinetista y saxofonista de gran prodigio para quien precisamente Pacho Galán compuso el tema Merecumbé en saxofón, cuando militaba en la gran orquesta del maestro soledeño. Fue él quien le imprimió al tema de Echeverría una impronta sonora inolvidable: los solos y acotaciones que hace el clarinete y que son parte capital de la identidad sonora del tema al lado de la particular interpretación de la cantante Nury Borrás.

Con ese cuarteto, además del éxito de Las cuatro fiestas, que en su momento su autor tuvo que mercadear uno a uno y puerta a puerta – manes de nuestra industria musical - ,  Adolfo Echeverría aseguró también para la historia otras temas que hacen parte del gran repertorio que legó este cantante y compositor barranquillero al acervo de la música popular del Caribe colombiano: Inmaculada, La tormenta y Amaneciendo.

Pero no serán esas las únicas composiciones, les siguieron muchas otras que estuvieron sonando durante décadas con interpretaciones sobresalientes de orquestas y cantantes de respetable renombre: Fantasía nocturna, ( o Lucerito); el delicioso cumbión Gloria Peña, Julio Calderón, Los gansos en la laguna, Para Santa Marta, Cumbia marinera, Trinan las golondrinas, El bocadillo, Sonia, el bolero Prejuicios, El cangrejo, La ninfa morena, La rebelde, La gota gorda, Calentana, Cumbia negra, los temas en acordeón El hombre del sombrerito y Me robaron el sombrero, Vamos a beber, Hasta que amanezca, La noche de las brujitas, Son mayebo, Aleluya en Navidad y La subienda de pescado, entre otros.

Fueron principalmente los años de la década del 70 y buena parte de los años 80, en los que los más importantes temas de nuestra música popular bailable, relacionados con el carnaval y las fiestas de fin de año y otras temporadas, estaban vinculados indefectiblemente, a la inspiración y al nombre de Adolfo Echeverría, como en los casos de La paloma, Las cuatro fiestas, Amaneciendo, Gloria Peña, La ninfa morena, Fantasía nocturna, Inmaculada, y Salsa de tomate, para mencionar solo unos cuantos.

 

Toda su música y su importancia quedó sepultada en el litigio por la defensa de sus derechos

 

Y no puede ser considerado poca cosa que por el talento y la influencia musical y personal  de Adolfo Echeverría pasaron en diferentes momentos de su carrera importantes músicos y cantantes que luego han sido destacadas figuras y voces de nuestra música, como en los casos de Checo Acosta, Juan Carlos Coronel, Charly Gómez, Tommy Arraut, Hugo Molinares, Freddy Cruz, Alvaro Pava; o que Celia Cruz y Tito Puente, le grabaran el tema Salsa de tomate en el LP Alma con alma.  

De cualquier forma, lo triste es que toda su música y su importancia haya quedado sepultada en los últimos años bajo una desafortunada circunstancia de mendicidad y litigio por la defensa de sus derechos, en un viacrucis que comenzó a comienzos de la década de los 90 y terminó con su muerte a finales de este 2018.

Un mal sabor nos queda de esta historia. La certeza de que este es el caso de otro gran artista colombiano que terminó viviendo la inaceptable condición de un ídolo maltratado.

 

 

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