Acrósticos generados por IA: la romántica farsa de los algoritmos

Acrósticos generados por IA: la romántica farsa de los algoritmos

La IA aparenta sentimientos, pero carece de conciencia; suplantando emociones con algoritmos, redefine la memoria, el amor y la comunicación humana

Por: Lizandro Penagos
mayo 14, 2025
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Acrósticos generados por IA: la romántica farsa de los algoritmos
Foto: IA

El ejercicio fue simple: se le indicó a un grupo de estudiantes de Periodismo que utilizara cualquiera de las plataformas de ‘Inteligencia Artificial’ y le pidieran un acróstico con el nombre de la persona que más aman. La primera inquietud fue a qué tipo de amor se refería el profesor. Y la respuesta fue directa: no importa la relación, si es parental, filial, erótica o de cualquier otro tipo. Acto seguido se les pidió que la analizaran a la luz de uno de los postulados de Yuval Noah Harari, en su libro Homo Deus. Breve historia del mañana. “Aunque la Inteligencia Artificial no tenga conciencia ni sensibilidad, es muy buena fingiendo sentimientos”. Efectivamente, la ‘IA’ escribió algo. (Utilizo las comillas en ‘IA’ porque es un error, inducido, claro, llamar inteligencia a un sistema tecnológico, aparatológico en esencia; y subrayo el escribió, porque la deshumanización pasa por humanizar las cosas).

Y ese algo, por supuesto, parece que tiene sentimientos, pero no. Estos servidores de búsqueda ultrarrápida y para estos casos de la ‘IA’, superestructurados, no tienen conciencia, ni sensibilidad, pero logran entregar una generalidad que cada uno leerá como bonita o interesante o hermosa, desde su propia cognición. Las frases sonaban bien y no faltaron los comentarios alusivos a la certeza del aparato. Porque eso es, el resultado de búsqueda de un aparato que está dispuesto para realizar constructos a partir de su programación. Ahora bien, no hay nada allí personalizado, todo es general, lingüístico en esencia, gramatical si se quiere.

Frases bien construidas desde el lenguaje, pero vacías en términos de emociones como base de dicha elaboración e incluso, pueden llegar a tener algo romántico, pero no por sentimental, sino por práctico. Su programación, demos por caso, habrá incluido los principios básicos del Romanticismo, como corriente cultural, artística y literaria. Algo de rima, algo de verso, algo de sonoridad, pero nada de esencia, nada de estricta humanidad. Nada en esos acrósticos era puntual, ni preciso. Pero parecía.

La ‘IA’ no nos conoce, ni conoce a quienes amamos, pero pareciera que sí. Sabe lo que le digamos, las fotos que subimos, las imágenes a las que le damos like, los sitios que frecuentamos, los recorridos que hacemos, las personas con las que nos fotografiamos, etc. Pero no sabe particularidades, no sabe las claves del amor y de la vida que establecemos con aquellos por los que estaríamos dispuestos a todo. De modo que su acróstico no pasa de ser un plagio (así se refiere Noam Chomsky a la ‘IA’: un plagio de alta tecnología de todo aquello que está en la red y por lo que no se le da crédito a absolutamente nadie).

Bueno, ya se asoman, aunque tímidas, algunas críticas frente a que es una forma moderna de evadir el aprendizaje y sumir aún más al colectivo en la ignorancia, como clave de la manipulación. De modo que el reto, es humanizar cualquier relato y construir a partir de la vastedad del archivo digital del mundo en esta era, dizque moderna. 

La intención pedagógica de fondo no era solo que los estudiantes compararan el mensaje de Harari, con el acróstico pedido a la ‘IA’, sino con el discurso de los medios, para adentrarnos en el tema del ACD (Análisis Crítico del Discurso), pero el ejercicio se desbordó cuando se le pidió a la sobrevalorada ‘IA’, que el acróstico únicamente utilizara una palabra para cada letra del nombre de la persona amada. La ‘IA’ fracasó y en su rapidez, con mucha lógica matemática, pero nada de sentimiento, las que habían sido frases con algo de sentido, terminaron siendo palabras sin sentido, sin conectores, sin la posibilidad de sintaxis, de combinar palabras, de asociarlas para darles sentido y significado, la ‘IA’ se vio limitada y burlada por unos chicos que comprendieron algo de su fragilidad, de sus falencias, de su imposibilidad de pensar, de representar historias individuales, de hacer memoria o correlacionar afectos y tradiciones.

Es preciso tener en cuenta los contextos, tanto para producir mensajes, como para consumirlos, pues los textos son moldeados por los contextos; y la ‘IA’ no tiene información suficiente sobre cada uno de los seres humanos que le pide un acróstico para la persona que ama; y menos de un grupo de estudiantes de Periodismo cuya abrumadora mayoría ve en ella la salvación para evadir trabajos y responsabilidades. (Es muy probable que usted querido lector, ya le haya pedido un acróstico a la ‘IA’ o esté a punto de hacerlo) Otra cosa es la ‘IA’ siendo utilizada para fabricar contenidos sobre un personaje público y masivo como el nuevo Papa, que antes de asomarse al ventanal de la Plaza de San Pedro, ya recorría las redes como un influencer involuntario, con videos que lo muestran impúber, colegial, universitario, vicario, sacerdote, obispo, cardenal, etc. En este momento, de Robert Francis Prevost como Papa León XIV, las nuevas generaciones ya saben más de él que de Jesucristo. O creen saberlo, gracias a la ‘IA’ y las redes.

Comprender un discurso es también tener un modelo mental con emociones y opiniones que lo afectan e intervienen, de allí la subjetividad. Y un acróstico producido con ‘IA’ no parte de un modelo mental, sino de un algoritmo instalado. Una receta de cocina también es un algoritmo, pero no basta solo con seguir los pasos para preparar un buen plato. En términos de mensajes, se precisa también cognición individual y social, para comprender lo que es o no es verdadero, lo que es o no es conveniente, lo que es o no es necesario, lo que es o no es inteligente.

Un ignorante es mucho más manipulable que alguien con verdadera formación (no con simple entrenamiento) y mucho más que alguien con pensamiento crítico. Se controla el discurso para controlar la mente de los individuos y de esa forma a toda la masa. Por ello también se diseñan y controlan las estructuras discursivas; y en esa tarea, la ‘IA’ se perfila como un instrumento demoledor que hoy se vende conceptualmente como un juego gratuito, pero que está cambiando paradigmas.

Este es otro caso tan verídico como ejemplificante: un par de chicos enamorados, le entregan (vuelve la humanización) dos fotografías y le piden (ahí está de nuevo) a la ‘IA’ una imagen de cómo sería un hijo de los dos. Es un juego, una apuesta de probabilidades, algo que parece posible, pero que en realidad no lo es absolutamente. Por supuesto que, con los rasgos y el banco casi infinito de datos, puede arrojar una imagen que, como con el acróstico, cada uno complementará en su memoria. Al fin que la ‘IA’ ya le permitió al mundo ver la llegada de Francisco al cielo y su efusivo encuentro con Jesús, con el que se funde en un abrazo sobrecogedor y unas sonrisas, tanto del Mesías como del prelado, que fortalecerán en los feligreses la imagen construida por el propio clérigo argentino y ahora, la reforzada desde los intereses de la Iglesia que desde hace siglos se muestra a conveniencia.

Parece un juego, algo inofensivo, una representación visual en movimiento, pero es el futuro de la humanidad y nadie sabe a ciencia cierta cuáles serán las consecuencias de dos actos que hoy se contraponen: ver y entender. Hay una extrapolación de lo que se ve, que pareciera sustituir lo que se entiende. Acaso, funcione en el viejo aforismo jurídico que dicta: vale más uno que vio que diez que escucharon. Pero hoy la avalancha de contenidos cambió ese paradigma: importa más ver que entender. Todo se expone y se comparte. La ‘IA’ llegó para ratificar lo que un comercial de café planteó hace más de 30 años: una imagen vale más que mil palabras.

En suma, no importa si es la vida del Papa o el acróstico que usted le pide a la ‘IA,’ la narración y las formas de comunicación están reconfiguradas en las redes sociales. Pareciera que ya no importa solo el discurso del Vaticano, ni lo que usted siente por sus congéneres para expresarles el amor que les profesa, solo el dictado de la máquina, donde los mensajes, fotos y videos son interpretados y recontextualizados por los usuarios.

La memoria ya no es un constructo institucional, sino una compleja red de productos construidos con el sustento tecnológico. El costo de esta hiperconexión aún no se ha estimado en términos de afectación, por ahora solo estamos embelesados con el juguete que ya se está cobrando de a poco, pero al que acceder será costoso pronto. Porque al final, todo es codicia y poder.

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