“Acá estoy, nadie puede conmigo” Nairo, el indiecito malgeniado que está cerca de ganar su segundo Giro

“Acá estoy, nadie puede conmigo” Nairo, el indiecito malgeniado que está cerca de ganar su segundo Giro

Un golpe de autoridad dio el líder del Movistar en la primera etapa montañosa. Destrozó a Nibali y demostró otra vez que es más grande que cualquier europeo

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mayo 14, 2017
“Acá estoy, nadie puede conmigo” Nairo, el indiecito malgeniado que está cerca de ganar su segundo Giro

Hoy era el día. El Blockhaus estaba marcado por su equipo como el día en el que empezaría a ganarse su segundo Giro. Por eso el Movistar empezó a trabajar desde temprano. En los últimos 13 kilómetros, pura subida, otro boyacense, Winner Annacona se puso al frente del grupo y lo reventó en mil pedazos. Cayó primero el líder, Bob Jungels, luego vendría la debacle de los demás favoritos. A 10 kilómetros, de lejos, Nairo atacó y ahí si todo se hizo añicos.  Nibali, su rival más fuerte, intentó seguirle el paso pero explotó y terminó perdiendo más de un minuto. Nadie puede con Nairo. Llegó sólo al Blockhaus, señalándose con el índice el pecho, diciendo acá estoy de nuevo, vengo a ganar mi segundo Giro.  El martes, después de la primera contrarreloj, Tom Duomolin, el joven holandés, quedará como el único hombre que le puede quitar el Giro. Lo que sucedió hoy es algo que viene pasando desde el 2010, cuando cruzó el Atlántico para correr en carreteras europeas.

Tenía 20 años la primera vez que fue a correr a Europa y ganó. Sus rivales, rubios, altos, macizos, lo subestimaban por su color de piel, por lo bajito, por parecer un indio. En el pelotón le daban codazos, lo escupían, una vez incluso lo hicieron caer de la cicla de un empujón. Pero a él esas humillaciones, lejos de arrugarlo,  le sacaban el orgullo y no hay nada más peligroso, para un pobrecito alemán, que un boyacense enbejucado.

Nairo Quintana es un caso atípico en el ciclismo colombiano: por primera vez tenemos un pedalista que no solo tiene el talento, la disciplina, la fortaleza física para ganar un Tour de Francia sino que además posee una inteligencia, una ambición, una mentalidad que lo lleva a querer ganar todo lo que corre. Eusebio Unzúe, el director técnico del Movistar, dice que la visión que tiene Nairo del ciclismo solo se la ha visto a Miguel Induraín. Él, que había llegado al equipo español para ser en sus tres primeras temporadas el gregario de Alejandro Valverde, se destapó, en su segundo año profesional, como un líder innato. Sus compañeros de escuadra lo respetan, saben que cuando el morenito da una orden se debe ejecutar de una manera inmediata, si no se hace lloverá furia sobre el desobediente.

Que equivocados están todos aquellos que le dan las virtudes, por su color de piel, del buen salvaje. Creen, al verlo tan pequeñito  al lado de Tom Doumulin, Nibali o Christopher Froome, que es el bueno de la película. Nada más lejos de la realidad. Cuando recién debutaba  en la Vuelta a España del 2012, después de ser humillado por un corredor italiano que lo llamó indio, Nairo, una vez finalizó la etapa, lo fue a buscar a su tráiler, embejucado, con un destorillador en la mano.

A Nairo no hay insulto o adversidad que lo doblegue.

Al finalizar la primera semana del Giro de Italia que ganó, un virus lo estaba matando. A la congestión constante en sus pulmones se le sumaba una terrible caída que sufrió en la cuarta etapa. Unzúe pensó seriamente en preservar a la nueva joya del ciclismo mundial, igual tenía 24 años y ya llegaría el momento de ganarse una gran vuelta. Sin embargo Nairo, temblando, con fiebre, decidió continuar. Diez días después, en la subida al Stelvio, bajo un frío glacial, Quintana le dijo a Imanol Erviti, su gregario, que no daba más, que se bajaba de la bicicleta. El español, por primera vez desde que compartían equipo, lo insultó, le dijo que no fuera cobarde, que aguantara. El carro auxiliar del Movistar le pasó periódicos viejos para que se los metiera debajo de la camisa y así soportar los dos grados bajo cero que hacía en la cima. Ese día, lejos de retirarse, Quintana, con un dolor de oído insoportable, ganó la etapa y de paso se puso por primera vez la camiseta rosada.

Nairo lo ha vuelto a hacer, se ha vestido de rosa después de ganar en el Blockhaus. Sacó apenas 30 segundos pero sabemos que está ahorrando energía. Parece increíble decirlo pero Nairo viene al Giro a ganarlo y a preparar el reto que lo obsesiona: Ganarle a Froome en julio y ser uno de los siete pedalistas en la historia en ganar las tres vueltas grandes. Tiene 27 años

 

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