A tiempo para ajustar las democracias
Opinión

A tiempo para ajustar las democracias

Antes que las democracias se hundan en su mediocridad o sucumban ante los autoritarismos y populismos, el deber de los líderes es orientar su renovación

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marzo 03, 2024
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El malestar con las democracias sigue en aumento. Ni a Trump ni a Petro ni a Bolsonaro ni a Boric les sirven sus democracias como están funcionando. Ni les sirve a Italia, Hungría, El Salvador o Israel que eligieron fanáticos para gobernar contra las normas democráticas que consideran un obstáculo antes que un método para la concertación. Ni les sirve a los ciudadanos que padecen la ineficiencia de las actuales instituciones democráticas, obsoletas para resolver problemas y materializar sueños. 

El deterioro lleva poco a poco a sustituir las democracias por improvisados autoritarismos o populismos que tampoco solucionan nada. Calman las rabias, ejercen venganzas contra los anteriores responsables y finalmente logran otro fracaso colectivo. Bajo los nuevos liderazgos revanchistas, la culpa del desastre la descargan en las viejas instituciones democráticas que favorecen a unas élites, pero al mismo tiempo carecen del conocimiento, la preparación y los recursos para lograr gobiernos de calidad.

De manera que, al sucumbir las desprestigiadas democracias, el asalto de los piratas del poder poco ayuda a provocar un cambio social positivo. Logran una forzada redistribución de las riquezas acumuladas, pero paralizan los aparatos que las producen. El resultado final es un empobrecimiento generalizado a la vuelta de pocos años y la gestación de una nueva clase social corrupta que aprovecha el cuarto de hora para enriquecerse y construir los mecanismos para proteger sus recién adquiridos patrimonios.

Los liderazgos populistas tienen razón en que los entramados partidistas y sus clientelas levantaron burocracias impenetrables que se auto retroalimentan e impiden solucionar problemas ciudadanos. En efecto hay poca inversión en las democracias para estudiar sus problemas y generar propuestas de ajustes. Desarrollar un modelo de gobernanza que intente soluciones a las necesidades de la sociedad digital, que desplace el clientelismo con su indiferencia frente a los ciudadanos, que respete derechos y libertades y aproveche las capacidades desarrolladas para producir en vez de destruir, es todo un reto.

Gracias a la decadencia de las democracias surgen gobernantes que se empeñan en acabar los controles de las cortes, los congresos, los medios o las organizaciones ciudadanas señalándolos como obstáculos para sus medidas. Su ideal es anular, manipular y eludir las instancias construidas durante décadas, o siglos, por supuesto defectuosas. Mandarlas al cesto de la basura en vez de transformarlas es abrir la puerta a los indeseables tiranos de antaño.


La mayoría de los remplazos a las fallidas democracias han sido un fiasco.  De izquierdas y de derechas. Los nuevos líderes ganan elecciones para destruir lo que queda de las democracias


La mayoría de los remplazos a las fallidas democracias han sido un fiasco.  De izquierdas y de derechas. Los nuevos líderes ganan elecciones para destruir lo que queda de las democracias. No necesitan golpes militares sino manejar el descontento de la ciudadanía. Gracias a la ausencia de información no entienden la causa de sus males y se dejan arrear para al entierro de las democracias, para cercar a las cortes, asaltar los congresos, cortar las comunicaciones e intimidar las voces de oposición.

Para evitar gobernantes torpes e irrevocables sin modelos para implementar soluciones es necesario invertir en pensar las reformas que necesitan las democracias para sobrevivir. ¿Cómo se logra que la ciudadanía participe de manera directa en las decisiones dejando de lado las estructuras clientelistas? ¿Cómo aprovechar la revolución digital para garantizar el acceso a información veraz y de calidad y limitar la circulación de estupideces que convierten las redes sociales en círculos de ignorancia? Antes que las democracias se hundan en su mediocridad o sucumban ante los autoritarios y populismos, el deber de los líderes es orientar su renovación.

Todas las encuestas y estudios lo confirman. Uno del Pew Research Center que realizó en 24 países bajo democracias el año pasado, encontró que solo en siete naciones la gente está satisfecha con sus democracias, y el 59 % de los adultos -en promedio- está insatisfecho con ellas. En cuanto a “los líderes de los 24 países solo en 10 más del 50 % de los ciudadanos tiene una visión favorable de ellos. A los líderes de oposición les va peor: solo seis tienen una imagen positiva.” Y a los partidos políticos ni hablar: “…de 87 que fueron incluidos en la encuesta, solo 21 obtuvieron un rating positivo.”  Otros resultados: el 42 % de los ciudadanos considera que ningún partido los representa y el 74 % que los funcionarios elegidos les tiene sin cuidado lo que piensa la ciudadanía.

También encontró el estudio que, en 11 de los países más ricos, la satisfacción con la democracia cayó de manera significativa: en Suecia el apoyo pasó del 54 % al 41 % entre 2017 y 2023. En México pasó del 53 % al 48 % y en Brasil del 66 % al 37 %, casi 30 puntos. Ahora, aunque los extremistas pensarían que es el momento de invocar los regímenes autoritarios que gobiernen sin restricciones ni controles, el estudio da esperanzas para realizar ajustes a tiempo pues los ciudadanos, consideran al mismo tiempo poco atractivas las opciones autoritarias.  

Apoyar a un líder fuerte solo lo respalda el 26 % y a un régimen militar el 15 %. La mayoría en estos países piensa que son inadecuadas “las interferencias del congreso o de las cortes” para que el gobernante gestione a su antojo los asuntos públicos. Sin embargo, es preocupante en los tres países latinoamericanos que hicieron parte del estudio -Brasil, Argentina y México- la tendencia a favor del autoritarismo aumentó: en México al 50 % le gusta esta opción, en Brasil pasó del 27 % al 36 % y en Argentina del 17 al 27 % en seis años.

De otra parte, el estudio también indagó en formas para mejorar el desempeño de las democracias. Creen los encuestados que una mayor participación de mujeres, jóvenes adultos, profesionales con poca experiencia política y sindicalistas, ayudaría a mejorar el performance de las democracias. También hay un alto porcentaje, el 70 %, que considera que implementar mecanismos de democracia directa (que la ciudadanía vote para tomar decisiones importantes) es una solución. Otro 58 % cree que delegar a expertos la toma de decisiones de asuntos importantes (quitarle decisiones a quienes desconocen las materias) ayudaría la solución de muchos problemas.

La frustración ciudadana ante la dificultad de construir un futuro mejor ha puesto en crisis a las democracias y facilita el surgimiento de liderazgos improvisados que amenazan la evolución democrática. El daño que generan estos liderazgos puede ser irreparable o tardar años en recuperarse con efectos son graves en deterioro de la calidad de vida de la ciudadanía. Una manera de evitar esos daños es modernizando a tiempo las democracias.

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