A quien no quiera Samper, que le den tres tazas
Opinión

A quien no quiera Samper, que le den tres tazas

Por:
agosto 30, 2014
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Habrá quien crea que las últimas líneas de una gran novela son algo así como una sentencia de vida, un ejemplo a seguir, y para corroborarlo bástenos acudir a las últimas páginas de El Quijote en donde Sancho le pide a su patrón que no se muera, que tome su consejo y viva muchos años, porque la mayor locura que puede hacer un hombre en esta vida, dice, es dejarse morir, sin más ni más, sin que nadie lo mate, ni otras manos le acaben que las de la melancolía.

Palabras sabias.

Y pasando a cosas nuestras, ¿qué tal las últimas líneas de Cien años de soledad?, cuando se profetiza que la ciudad de los espejos sería arrasada por el viento y desterrada de la memoria de los hombres, porque las estirpes condenadas a cien años de soledad no tenían una segunda oportunidad sobre la tierra.

Algo así, pensaba yo, le debe ocurrir a la gente mala y perversa, que es desterrada de la memoria humana sin dársele una segunda oportunidad sobre la tierra. ¿O alguien se imagina a los hermanos Moreno volviendo a la política prometiendo repavimentar la calle 26? Mejor deje así, como dice el humorista.

Pero no. Parece que la cosa no es tan simple y salomónica y parece que se hace realidad aquella máxima que dice que quien persevera, alcanza.

¡Y Ave María si alcanzan!

Ernesto Samper Pizano, expresidente de Colombia, receptor en su campaña de decisivos dineros del narcotráfico y protagonista de un feo y sucio escándalo que no llegó a nada, no está olvidado de este mundo sin oportunidades diferentes a escribir sus memorias o dictar consejos de ética y moral en perdidos centros educativos. No; con el beneplácito del gobierno de blablablá Santos, Samper es hoy presidente de Unasur, una entidad bolivariana con sede en Quito que agrupa a países latinoamericanos y que aparte de poco, creería que no hace nada. Pero es presidente de esa vaina, con bandera tricolor en el pecho.

Y no contentos con lo anterior, vienen sus dos alfiles, sus más vehementes defensores en aquel triste y recordado proceso ocho mil, Horacio Serpa y Juan Fernando Cristo, a convencernos que siempre hay una segunda oportunidad sobre la tierra.

Y el primero es designado presidente del Partido Liberal, uno de los partidos del gobierno, cuando el otro no es nada menos ni nada más que ministro del Interior. (Claro que uno y otro ya eran políticos en activo con muchísimos votos a sus favores).

Esperemos a ver qué le dan a Popeye.

… y hablando de…

1.-     Deja sin palabras la genialidad del alcalde Petro quien, en vez de dedicarse a hacer humano el Transmilenio, con buses cómodos que vayan por vías pavimentadas dentro de unos trazados bien armados pensando siempre en la comodidad del pasajero, decide que lo mejor es cambiarle el nombre. Algo así como vender el sofá en vez de enfrentar los cuernos. Transmilenio seguirá siendo esa cosa espantosa e inhumana muy diferente a la creada hace muchos años y simplemente pasará a llamarse Empresa Gestora del Transporte Integrado de Bogotá. Ya me imagino el logotipo, un bus humano o algo así. Chapeau señor alcalde, aunque le falta rebautizar la famosa máquina tapahuecos.

2.-     Valiente la posición de dos ministras que ponen sobre el tapete su condición sexual frente a las posiciones retardatarias y retrógradas de un procurador y un partido como el de Uribe.

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