'A papaya puesta, papaya partida': Las técnicas de los colados para no darle un peso a Transmilenio

'A papaya puesta, papaya partida': Las técnicas de los colados para no darle un peso a Transmilenio

Los colados son gente descarada, no es protesta social es simple y sencillo robo. Una problemática que genera pérdidas de más de $10.000 millones a la semana

Por: Juan Carlos Camacho Castellanos
agosto 24, 2022
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'A papaya puesta, papaya partida': Las técnicas de los colados para no darle un peso a Transmilenio
Foto: Leonel Cordero

Sin orden no hay obediencia a las leyes, y sin obediencia a las leyes no hay libertad, porque la verdadera libertad consiste en ser esclavo de la ley.

Jaime Balmes

Un individuo, con una cara de desvergonzado que parece tallada en granito, que se colaba en el sistema de transporte bogotano, expresó a una periodista en un medio de comunicación (City TV) que él tenía $ 50.000 en el bolsillo pero que no pagaba su pasaje en el sistema de transporte masivo porque “papaya que le dan, papaya partida mijita” (papaya: que indica facilitarle las cosas a alguien, y más detallado, abrir la puerta grande al turbio negocio de la corrupción y el saqueo). Ese es, tristemente, el reflejo de un país donde al parecer, la regla es ser pícaro y la excepción es ser honesto.

A diario se puede observar a una gran cantidad de personajes que se cuelan de manera descarada al sistema de transporte; hace unos días, en la estación de la Carrera 90 de la calle 80, en menos de 5 minutos más de 20 sinvergüenzas se filtraron al sistema sin pagar su respectivo pasaje; ante esto una señora expresó su indignación y yo le dije “es que si usted les dice que están cometiendo un ilícito no va a faltar el que salga a defenderlo”.

Y va de anécdota: en varias ocasiones he enfrentado a estos colados y he terminado siendo insultado por alguno que otro progre que ve la corrupción ciudadana como una forma valida de protesta social.

No sólo eso. Una vez, me atreví a denunciar uno ante un policía que “custodiaba” la estación (que viven atados y pendientes de su teléfono celular y no cumpliendo con su deber de patrullaje y control) y al requisar, el agente, al “ángelito” le decomisó una navaja de tamaño bastante considerable.

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Los colados son gente descarada, ni más ni menos, no es protesta social es simple y sencillo robo. Uno los ve con tenis de marca, teléfonos celulares de alta gama, bolsos Totto, etc., mientras alegan que no pagan porque el sistema es caro y de pésima calidad.

El tipejo captado en cámara por City TV, alegaba que las estaciones están destruidas, que las puertas no sirven, que el sistema es de mala calidad (lo cual es cierto, porque los individuos como él destrozaron los sistemas de puertas de acceso a los buses, vandalizaron y destrozan las estaciones en su “protesta social” y, para rematar, por su ingreso ilegal saturan e servicio que, es innegable, siempre ha sido mal administrado y peor ejecutado).

Es en este momento que muchos confunden libertad con libertinaje. Y es importante entender que el término libertinaje se refiere a ese abuso de algunos (a veces muchos) a la libertad que nos proporciona un estado de derecho en el ámbito de un determinado territorio.

Por ejemplo, en un país como Singapur el mamarracho del vídeo estaría, mínimo, siendo azotado por su acto delictivo, aquí ni siquiera se escucha a un representante de la autoridad establecer una posible sanción frente al hecho grabado y verificado de una violación al código de policía vigente (Código nacional de seguridad y convivencia ciudadana).

Y es que en nuestros pintorescos países latinoamericanos la anarquía es el plato fuerte de cada día, pero una anarquía que nace desde un perverso egoísmo y una negación del principio básico de la alteridad.

Es una visión muy simple donde el abusador piensa que es un profeta de una religión ignota que es único y que su cosmovisión es que puede violentar las más elementales normas porque es su “derecho”, más aun, creen que todo es su “derecho” porque nuestra principal norma jurídica, esa farragosa constitución llena de prebendas y pocas obligaciones, le permiten, desde “el libre desarrollo de la personalidad”, hacer lo que le venga en gana.

 

Más allá de colarse en Transmilenio, se creen en el derecho consumir drogas en un parque público destrozando el espacio destinado al descanso y la relajación; a escuchar música a alto volumen en las horas de descanso de las familias que residen en comunidades abiertas y cerradas, a subirse en un peatonal cabalgando en su bicicleta cuando la norma indica que deben descender de ella y llevarla empujada, a tirar desperdicios en cualquier espacio público, a grafitear las paredes o fachadas de hogares y empresas, en fin, a hacer cualquier cosa o cometer cualquier atropello sin ninguna consecuencia o sanción correctiva frente a ese abuso a libertad que se define, claramente, como libertinaje.

La libertad, para entenderla, se basa en un respeto irrestricto a las normas justas (aquellas que favorecen el bien común y no las que benefician a ciertos intereses o a grupos focalizados); tiene un componente, esta libertad, que es que implica la habilidad de responder frente a nuestros actos, a asumir el peso de las consecuencias cuando al hacer mal uso de la misma afectamos la integridad de otro individuo o de un grupo de personas.

Del libertinaje solo nos queda el profundo malestar de vivir en una sociedad fallida, donde no hay autoridad que imponga la Ley (que, nuevamente, debe ser justa) y en la que el ciudadano se desfigura y se aglutina en una masa amorfa donde el pícaro se mofa de la decencia en horario estelar y el que respeta la ley no pasa de ser un ingenuo, o, tristemente un tonto.

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