Hace un par de años cuando uno ponía los noticieros empezaban con esa maldita cortinilla musical de “última hora”, con un fondo rojo y las letras gigantes, entonces se pensaba: ¿Carajo, y ahora que paso?, y la gran noticia era que las autoridades habían decomisado una caja de 5 pinches ampolletas de Fentanilo, el reportero lo anunciaba con los ojos abiertos, preocupadísimo, casi que aterrorizado, y un policía al lado decía lo de siempre, “le hemos quitado a los narcotraficantes una nueva manera de asesinar a nuestros jóvenes”.
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Acto seguido ponían imágenes de calles en EE. UU. con gente (blancos y pobres casi siempre) doblados sobre su propio eje y dormidos de pie. Los famosos zombies.
A punta de miedo nos prevenía la Caracas y por la 26 hordas de zombies, pero colombiches.
La nota “periodística” la repetían con cierta regularidad, pero le agregaban a un médico experto en toxicología y adicciones, como para sustentar científicamente, que esos adictos tenían poco de tiempo de vida porque de tanto deprimirse el sistema nervioso su corazón terminaba por apagarse.
Después salía otra psicóloga- muy blanca ella y de estrato 12-, con tonito condescendiente diciendo que los papitos y las mamitas debían hablar del tema con sus hijos- blancos y alumnos del Gimnasio Moderno- y que revisaran con quien andaban y bla bla bla. Como si sus hijos, los de todos, fueran unos imbéciles sin el menor criterio.
El escenario mediático estaba completado y la sensación era que nos iba a llegar otra pandemia y que nos preparáramos para ello. Pero dos años después ya les da vergüenza seguir metiéndonos terror barato porque ni epidemia, ni zombies, ni nada.
Aquí los únicos depresores del sistema nervioso que se consumen en grandes cantidades son el alcohol y la marihuana, hay un problema complejo con la heroína en el eje cafetero, pero no es en todo el país.
La idiosincrasia drogadicta colombiche gusta es de los estimulantes: café, vive 100, bebidas energizantes publicitadas por reguetoneros, y mucha cocaína y sus derivados como el bazuco en los estratos bajos.
Con esta última sustancia ahí si hay hace décadas una “epidemia” en barrios lumpenizados y las calles llenas de adictos entre la basura, todo eso que vemos en Estados Unidos, pero con compatriotas, y que los alcaldes juran que acabando con las ollas arreglaron el problema.
Si existen adictos, siempre habrá alguien que les venda. Oferta y demanda, y se reubicaran una y mil veces en caños o puentes cada vez que los sacan a punta de tanquetas con chorros de agua, gases y bolillo de donde estaban instalados. Lo importante para los alcaldes “Técnicos”, es recuperar espacios, los indigentes que miren a ver que hacen.
Lo importante para los alcaldes “Técnicos”, es recuperar espacios, los indigentes que miren a ver que hacen.
El asunto es que siempre han sido gente sin plata, que pagan 3.000 pesos por una papeleta y no son niños bien que les cobran 50.000 o más por una bolsita de supuestamente Tusi y que cuando el nené o la nena se les sale de las manos con el consumo, papi y mami estarán ahí para meterlos a clínicas de rehabilitación de 5 millones el mes, con equipo de psicólogos interdisciplinarios, sede campestre y sauna, y aquí no ha pasado nada.
Si los bazuqueritos quieren rehabilitarse, solo tienen acceso a clínicas que en realidad son prisiones con literas y rejas por todos lados, donde los torturan y los casos de muertes por inanición o golpizas son numerosos.
El fentanilo se usa aquí hace tiempo en procedimientos quirúrgicos, y a veces se desvían algunas ampolletas para el mercado negro, pero no hay carteles ni mafias como en México y lo usan a veces como uno de los varios -muchos- ingredientes para la preparación del Tusi, que en realidad aquí en Colombia es una mescolanza de benzodiazepinas, ketamina y un montón de porquerías más.
Generalmente lo fabrican en una cocina cualquiera en un apartamento cualquiera, y dependiendo del “chef” le agregan más o menos proporción de algún químico, y ahí vienen los problemas para los consumidores: intoxicaciones y paros cardiorrespiratorios como el mes pasado en un festival de música electrónica en Bogotá donde un joven falleció, la causa de la muerte aún no es clara pero no es difícil deducir por qué fue.
La gente de Échele Cabeza ha hecho una pedagogía valiosa acerca del consumo responsable y realizando pruebas de drogas para decirle a la gente que contiene lo que va a consumir, y las alertas que hacen en fiestas sobre sustancias potencialmente mortales han salvado vidas, no hay duda. Pero esa romantización a ultranza del consumidor funcional que pregonan no me parece tan útil en un país con tantos tipos de drogas, legales e ilegales, y un país también cada vez más consumidor que exportador.
O si no pregúntenle a Benedetti que fue consumidor funcional por años, y creía que jugando tenis en el club” piloteaba” tanta fiesta, pero terminó siendo consumidor problemático. Este tipo de consumidores (de drogas duras, aclaro), aguantan un tiempo así, pero suelen pasar dos cosas, dejan de consumir definitivamente o terminan en centro de rehabilitación.
Adenda
Hoy día existe como nunca una hiperoferta de comediantes tipo stand up, están a un clic de distancia en plataformas de streaming o en You Tube, hay de todo, y mientras tanto, Martín de Francisco lleva como 5 años hablando acerca de cómo se come una sobrebarriga y se la baja con kumis, y lo mismo cuando ingiere unos frijoles, pero con masato, y que entonces le da indigestión porque ya tiene 60 años.
Gracias por todos esos años Martín, fuiste un referente en Colombia, pero como dicen los gringos, enough is enough. Ya fue suficiente, ese tema dejó de ser chistoso como en 2021.