¿A dónde fueron a dar 300 de los libros más queridos de Gabo?

¿A dónde fueron a dar 300 de los libros más queridos de Gabo?

Su viuda Mercedes Barcha se los regaló al chocoano Martín Murillo para que rueden en la carreta literaria por las calles de Cartagena

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agosto 25, 2015
¿A dónde fueron a dar 300 de los libros más queridos de Gabo?

A Martín Murillo lo sorprendió la llamada. Era Mercedes Barcha, la viuda de Gabo, que quería regalarle 300 libros de los mde la biblioteca personal del nobel, de los más queridos que llevaban años en su casa de Cartagena. El chocoano los recibió emocionado. Títulos de Borges, Cortázar, Manuel Zapata Olivella, Günter Grass, Carlos Fuentes y demás autores, entraron a formar parre de los más de 10.000 que conforman su Carreta Literaria.

Gabo siempre admiró al chocoano, con quien habló en unas cuantas ocasiones. Del nobel, Murillo recuerda tanto su timidez como su curiosidad y su interés por el proyecto. Sin embargo, García Márquez no es el único nobel cuya firma puede apreciarse entre los títulos de la carreta. José Saramago y Mario Vargas Llosa son otros de los grandes escritores que han conocido de cerca la biblioteca ambulante. En alguna ocasión un coleccionista panameño llegó a ofrecer 20.000 dólares por un ejemplar autografiado de El amor en los tiempos del cólera, pero Martín no tuvo problema en rechazar los más de 20 millones de pesos colombianos que al cambio de entonces significaba la mencionada suma. Para él, los libros autografiados por los Nobel son de un valor intangible, son joyas vitales que adornarán el proyecto en un futuro. En efecto, las dedicatorias no están dirigidas a Martín sino a los lectores de la carreta literaria.

Personajes como Bill Clinton, John Lee Anderson, William Ospina y Óscar Collazos han sido algunos de los tantos que se quedan escudriñando entre los libros de la carreta. Con sus lectores tiene una relación basada únicamente en la confianza pues ni lleva registro de libros, y aunque se demoren en regresar, sabe que siempre se los devolverán. Hasta tres años ha esperado por un libro, y no le importa esperar más si esto sirve para despertar a un potencial lector.

 

“Si usted no vende los libros, ¿Entonces de qué vive?” fue la primera pregunta que un incrédulo Juan Gossaín formuló a Martín al enterarse del proyecto. La respuesta fue tan contundente que el periodista se convertiría en una de las personas que también brinda su apoyo a la iniciativa: “De la carreta” dijo el hombre. En efecto, vive de la carreta y para la carreta pues gracias a ella ejerce como promotor, gestor, administrador, productor y relacionista sin al menos haber terminado el bachillerato. Lo ha hecho todo, para echar a andar la carreta.

Los iPad´s y los e-books no le asustan. Por el contrario, celebra que las nuevas tecnologías puedan poner la lectura al alcance de cada vez más personas, pero la posibilidad de que estas sustituyan al libro en un futuro no cabe en su imaginación. Pensar que las letras en una pantalla le ganen a una hoja de papel es tan absurdo como “tener una novia y no besarla, ni tocarla”. Los libros que más le gustan son aquellos que huelen a viejo, amarillentos con manchas, y si tienen esquinas dobladas la fascinación aumenta.

Vargas-Llosa

Desde hace ocho años ruedan por las calles su oferta de libros que presta  a lectores en parques, universidades, plazas y a quien los quiera leer. Aquello que empezó con una carreta y 120 libros, apoyado por Raimundo Angulo, un  cartagenero raizal presidente del reinado de Cartagena, terminaría por convertirse en un proyecto que cuenta con el patrocinio de empresas e instituciones como RCN, Postobón, Concurso Nacional de Belleza, Instituto de Patrimonio y Cultura de Cartagena, la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano, entre otras. Gracias a la carreta ha recorrido parte del país, y capitales como Madrid o Buenos Aires.

Cuando camina por el centro de Cartagena, no anda más de dos calles sin que alguien le salude o le pregunte por la carreta, que por estos días está en mantenimiento tras una falla. Aunque Quibdó le vio nacer, la heroica es la ciudad que le ha dado todo. Martín -que nunca va ni a donde le brindan trago ni a donde no lo han invitado- sabe que así como Gabo, llegará el día en que sea él quien deje una herencia. Le gustaría imaginarse una casa entera albergando su obra, pero tiene claro que no importa de qué manera, su mayor anhelo es que todo lo que ha construido perdure para que futuras generaciones puedan disfrutar de su legado. Por lo pronto, la carreta no ha cumplido los primeros diez años, y antes de que llegue ese día hay mucho por hacer.

 

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