Señor antivacunas: no, usted no es más listo que nosotros

Señor antivacunas: no, usted no es más listo que nosotros

Ahora que la desinformación es maleza, se cree que un video en YouTube o un chat de WhatsApp son datos confiables. ¿Por qué dudar de nuestros sentidos?

Por: Juan Diego Gómez Valencia*
febrero 08, 2022
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Señor antivacunas: no, usted no es más listo que nosotros
Foto: Leonel Cordero

La base de la ciencia es la duda, ¡claro que sí! Pero, ¡entienda!, eso no quiere decir que dudar o cuestionar la ciencia sea ciencia per se. La duda de la que se habla aquí no es la duda que conocemos popularmente. Ahí radica el gran error de hoy. La duda que cimienta la ciencia es la duda metódica, no la desconfianza, no la sospecha, no la perspicacia, no la duda intelectualoide. Ningún escepticismo que parta del sujeto sirve para cuestionar la ciencia, ni siquiera si el sujeto ostenta un premio Nobel. Pues en ciencia no aplica el argumento de autoridad.

La duda metódica busca precisamente liberar la ciencia del recelo humano y la duda subjetiva. El hombre duda con sus intuiciones, con sus emociones, con sus sentidos; y nada engaña más al hombre que estos mismos. Los sentidos, por ejemplo, nos dicen que es el sol el que gira alrededor de la Tierra, pues lo vemos “moverse” en el cielo de oriente a occidente. Ningún sentido nos advierte que vivimos en una tierra esférica, o que no estamos parados vertical sino horizontalmente en su superficie. Los sentidos nos generan dudas perceptuales, pero nuestra percepción está limitada a nuestra biología.

Lo único que puede cuestionar la ciencia es la duda basada en mejor ciencia y en datos. Una hipótesis sin datos es una opinión más. En ciencia las opiniones son solo eso, opiniones. De no ser así, los terraplanistas serían científicos y los ingenieros de la NASA serían pseudocientíficos. De no ser así, para ser científico no se tendría que cursar un doctorado, sino que bastaría con estar en contra de la ciencia.

Pero no es así. Uno hace un doctorado para aprender un arte, una habilidad. Así como el arquitecto aprende a hacer edificios y el médico, a curar pacientes; el científico aprende a hacer ciencia. Sin embargo, la gente respeta y venera la destreza del arquitecto, así como la del médico o el empresario. Pero cuando se trata de ciencia, no se reconoce pericia alguna. Pensar es un bien común, todos lo hacemos, no hay un arte en ello. Por eso cualquiera sabe de ciencia y se siente empoderado de opinar y “dudar”, aunque jamás haya hecho un t-test en toda su vida.

Datos no son un video de YouTube ni un chat de WhatsApp. Menos aún en una época en la que la desinformación es maleza. Una época donde cada like de mi video en YouTube me representa dinero, ergo, “todo vale”. Comprendan que el video de ese científico que usan como argumento antivacunas, no es más que un elemento que confirma su propio pensamiento. Por cada video de ese tipo que me presenten, yo les presento mil videos de eruditos con mejores credenciales académicas diciendo lo contrario.

Sin embargo, su cerebro solo fija la atención (se polariza) en aquello que ratifica sus creencias. Lo magnifica. Esto es un hecho cognitivo conocido con varios nombres: sesgo de confirmación, disonancia cognitiva, efecto de tiro de culata, efecto dunning-kruger, etcétera. Nuestros cerebros nos engañan, y si de algo hemos de dudar, que sea primero de nosotros mismos. No hay que creernos todo lo que pensamos. Hagamos metacognición.

No, no soy un esbirro de las farmacéuticas ni del “nuevo orden mundial”. Simplemente soy un hombre que no ve novedad, ni astucia alguna, en saber que las farmacéuticas engordan sus arcas a costa de la salud del pueblo. ¡Pero es que siempre ha sido así! No entiendo por qué la indignación a flor de piel solo hasta ahora.

Si usted apenas está comprendiendo que la enfermedad es el combustible de las farmacéuticas, usted no es ningún Galileo, usted es un pobre incauto. ¿Acaso usted cree que las farmacéuticas producen, por ejemplo, anestesia, solo por filantropía? No, lo hacen por negocio, y bien redondo. ¿Y qué? ¿Qué tiene eso? Lo invito entonces a que cuando entre a urgencias con una apendicitis, pida que no le administren anestesia solo para “dañarle” el negocio a la farmacéutica. Vaya también, hágase sacar las muelas a sangre viva. Yo no lo voy a hacer, porque de ese negocio, seguro no saco la mejor parte, pero al menos algo sí me queda: mi salud y mi bienestar.

Y no estoy diciendo que esté bien que se aprovechen de uno, o que lo acorralen en un negocio leonino donde solo una de las partes se enriquece. De nuevo, estoy diciendo que siempre ha sido así. O si no, ¿a dónde cree usted que van a parar sus impuestos? ¿Quién cree usted que paga los lujos de nuestros políticos corruptos? Esta sociedad funciona así, siempre ha funcionado así. ¿Cuál nuevo orden mundial?

Nadie necesita ponernos chips o crear virus para someternos, con que nos pongan un partido de fútbol basta y sobra. ¡Ah! por cierto, el fútbol, que también utiliza la pasión irracional de las masas para enriquecer a unos cuantos de manera exorbitante. Si vamos a protestar que sea por todo. Si vamos a irnos en contra del sistema, que sea en su totalidad. No seamos tan cándidos de protestar e indignarnos solo con unos, y además hacerlo a costa de nuestra salud: rechazando una vacuna.

No, usted no es astuto, ni aventajado mental por rechazar una vacuna, no importa bajo qué argumento. La vacuna se creó en tiempo récord porque era un lucrativo negocio, claro que sí. ¿Y qué? Distinto a vacunas que sirven solo para extinguir enfermedades en el África (un continente pobre) y, por tanto, se demoran décadas.

La vacuna tiene muchas dosis. Sí. Así como la de la influenza, que cada año es distinta ya que el virus muta; y nadie protesta. La vacuna presenta algunos efectos colaterales en algunos pacientes. Sí. Muéstreme una sola vacuna que tenga cero efectos colaterales. Usted solo está sesgado. Hay gente que se ha muerto vacunada. Sí. Así mismo como hay gente que se muere en medio de una cirugía. ¿No nos volvemos a operar entonces? No, usted no es perspicaz, usted simplemente sufre de hipercriticismo, un mal que afecta a los miembros de las redes sociales. Mismas redes que nos imponen modelos de belleza ficticios, que nos hacen creer que somos hipersociables; y ahora, que somos más listos que los demás.

*Científico colombiano
Profesor de Inteligencia Artificial, Universidad de Kettering Michigan
Autor del libro Genios en la mente: neurociencia de la creatividad y otras rarezas del cerebro.
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