Ingreso al portal Nuntii Latini (Noticias en Latín) en mi afán por el estudio de dicho idioma y, oh gran sorpresa, una noticia médica sobre la obesidad. Pero más me llama la atención el enfoque: “La obesidad tiene como factor de riesgo una infancia infeliz”. La sorpresa no hace sino crecer ante mi atrevida ignorancia al ver en papá Google el sinnúmero de referencias a dicha correlación. Sobrepasa todas mis expectativas de informarme al respecto.
Sí, la obesidad tiene una alta correlación con la infancia maltratada. Dice Gloria Helena López-Navarrete en el Acta Pediátrica Mexicana 2008; 29(6):342-6: “Diversos estudios han mostrado la asociación entre la obesidad y el maltrato infantil; se han señalado entre las posibles explicaciones de esto, el consumo de alimentos como una forma de gratificación para compensar la carencia de afecto y la hostilidad en el ambiente del niño. Las conductas compulsivas ocurren en algunos trastornos psiquiátricos o alteraciones neurobiológicas a consecuencia del maltrato o como una forma de protección ante nuevas agresiones, principalmente del abuso sexual. También se ha señalado que la obesidad en el niño puede ser la causa de diversos tipos de agresión, como el acoso u hostigamiento en la escuela (fenómeno de bullying) con varias consecuencias en su desarrollo psicosocial” Resume así muy bien la Dra. López lo que la literatura médica expresa.
Esto me retrotrae a los años 1999 o 2000 cuando estudié una de tantas teorías sobre la relación entre emociones y cuerpo, en este caso se llama “Las cinco heridas que te impiden ser tu mismo” difundidas por Lise Bourbeau y su centro Ecoute ton corps. Las cinco heridas vividas en la infancia son: traición; abandono; humillación; rechazo; injusticia. La teoría, que es fácil de confirmar en la práctica, dice que vivimos estas sensaciones en la infancia y en relación directa a nuestros padres, conduciendo a unas características de personalidad específicas y manifestándose en la forma del cuerpo físico. En la obesidad, veremos, es muy claro. Los cinco tipos de personalidad son en orden directo con las heridas ya anotadas: control; dependencia; masoquismo; retraimiento; rigidez.
En la obesidad el niño que se ha sentido humillado, a raíz del maltrato, sin ser consciente de ello y como forma natural de defensa psicológica crea mecanismos para sentirse amado y protegido. Uno de estos mecanismos es crear una barrera protectora alrededor de él con la ilusión de no sufrir más, barrera que finalmente se somatiza en forma de acúmulo graso y obesidad. Siendo la adiposidad un excelente protector del interior del cuerpo y en reflejo de la psiquis. El segundo posible mecanismo es que al acumular reservas —la grasa es reserva energética— acumula amor para épocas de su vida adulta en que lo necesite.
El obeso perpetúa la sensación de humillación mediante su cuerpo, la gente lo observa, lo hace parte de críticas, burlas, hasta rechazo, ello renueva día a día la herida sufrida.
Por tanto, un enfoque terapéutico en este caso es que la persona haga conciencia de su condición psicológica y la sane tan profundo que llegue a sentir como la vida si proporciona cariño, amor, ternura (que los obesos otorgan con profusión, más no lo reciben tan fácil) sin necesidad de humillarse con su cuerpo para obtenerlos. El cuerpo seguirá los mandatos psicológicos y retomará su forma natural.
Sí, la obesidad es un mecanismo de defensa al sentirnos agredidos por el medio ambiente que nos rodea. Y es superable.
