Adicción y hábitos inducidos

Adicción y hábitos inducidos

"En algo tienen razón los gurús de la tecnología informática cuando permiten a sus hijos el acceso a celulares y tablets después de los 14 años"

Por: William Herrera Clavijo
mayo 19, 2021
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Adicción y hábitos inducidos
Foto: PxHere

En principio, uno de los temas críticos de cuyo contenido tratará el siglo XXI es la relación de nuevas tecnologías y calidad de vida. No pareciera, por ahora, encontrar respuestas en la ética empresarial, ni respuestas en jóvenes y no jóvenes atrapados en redes sociales. Tal vez, los gobiernos ayuden sobre el marco de un buen diagnóstico y el compromiso de tareas sociales crear, como en algunos países (Corea del Sur), centros especializados para tratar la adicción de jóvenes a las redes sociales.

En el entretanto, el poder y los poderosos de las tecnologías se proyectan en cómo comunicar más y más seres humanos a través de la conexión digital planean cómo diseñar hábitos. Y lo hacen, por supuesto, observando el tiempo y el comportamiento de las personas que interactúan.

Así crean algoritmos adictivos para ingresar más personas a las redes y enfocarlas a un sistema de comercialización orientado y dirigido a personas conectadas. Tal conexión se logra gracias a la adicción por diseño, es decir, desde los centros de innovación y desarrollo diseñan intencionalmente software para producir efectos adictivos por intermedio de interfaces de consumo, donde la libertad económica pone en jaque la ética empresarial.

Es cuando el inconsciente, el ego y avidez de información y conocimiento y, por qué no, de comunicación entre las personas, digamos del mundo real, van a la médula de los centros de negocios tecnológicos. En parte esa tecnología invade de dispositivos móviles la vida cotidiana. Según la OMS, una persona con promedio de vida de 72 años dura 7 años de su vida en el uso de las redes sociales. Tema advertido, además, por información derivada del ejercicio del control político en EE. UU., donde Silicon Valley cuna de la industria tecnológica, es un referente del negocio, donde el estudio del mercado está ligado en crear adicciones.

Algoritmos que desatan un impulso de conectividad, generando en no pocos casos el uso compulsivo del celular, dispositivo donde transita un flujo constante de información, a veces sin importancia para el usuario, pero haciendo normal que el usuario vea el celular sin motivo alguno, las veces que sea menester, para atraerlo a las redes.

Tales redes, es el otro yo de las personas, que en proceso adictivo y no en todos los casos, se muestran no como son, sino como quieren que las vean. En ese proceso, se van haciendo dependientes de la opinión de los demás. Entre más alejados de las redes, más se van conociendo a sí mismos, lo cual va reflejando la gravedad del asunto. En el hábito adictivo la persona centra más su atención en las redes que en el mundo real. Creando una dependencia que afecta la interrelación social y familiar. Porque entre más conectado se va vaciando de contenido las relaciones que son importantes en la sanidad mental.

Por otro lado, y haciendo su trabajo, la publicidad va atando el proceso de adicción al dispositivo móvil. Se ven casos donde la gente se preocupa más por grabar el concierto que disfrutarlo en vivo. Entre más información, el cerebro interactúa, la tentación de leer y mirar obliga a interrelacionarse.

La utilización compulsiva de redes sociales (Facebook, Instagram, Twitter, WhatsApp y otras), de acuerdo a su diseño adictivo predeterminado puede generar problemas sicológicos. De tal manera que estar verificando a cada instante la pantalla y lo que pasa en redes tiene consecuencias negativas, a manera de ejemplo, alteraciones emocionales.

Se tiene como nomofobia: adicción a estar conectados a redes sociales. Los expertos han concluido que las redes sociales tienen mayor capacidad de adicción que el tabaco o el alcohol. Parte de la vida del adicto (gustos, intimidades, moda, indecisiones, prejuzgamientos, prejuicios, etc.), gira alrededor de todo lo que se habla en las redes sociales. En el proceso adictivo no se tiene control de la interacción con el celular, siendo las redes un entorno donde la persona se hace activa opinando, enviando datos, subiendo fotografías, publicaciones, tendencias van y vienen.

Tendencias poco sanas cuando se retroalimentan en escenarios neuróticos o polarizados, a manera de ejemplo, en barras de fútbol o pseudoideologías que hacen de antesala de fanatismos, o el advenimiento de mesías. Y aparición de héroes justicieros, donde hienas vestidas de blanco o de negro según la ocasión (o el disturbio), son aupadas por una médica que se ofrece financiar y acabar con mil indios (El Tiempo 16 de mayo/2021). Vaya uno a saber si porque le cagaron el “jardín” de su casa.

A mayor interacción, mayores niveles de excitación, de estímulos y de probables vínculos emocionales. En tiempo real y en espacio, el usuario es cocreador de lo que ocurre en las redes sociales.

Es importante ver las tecnologías a las que nos hemos referido como nuevos métodos de aprendizaje, como un lenguaje compartido de conocimiento e información, medios de comunicación social que enriquecen la formación y los proyectos de vida. En algo tienen razón los gurús de la tecnología informática cuando permiten a sus hijos el acceso a celulares y tablets después de los 14 años.

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