Si la revolución no es posible, tampoco la contrarrevolución

Si la revolución no es posible, tampoco la contrarrevolución

Hasta allí llegó Trump. El 20 de enero se convierte, como en corralejas, en toro jugado. Con banderillas negras, ¡hacia el matadero de la historia!

Por: Carlos Tamara
enero 18, 2021
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Si la revolución no es posible, tampoco la contrarrevolución

Mañana se va Trump. Y Trump se lleva su infierno a cuestas. No podemos decir que nos desagrada el fin de un gobierno que fue un desgobierno. Fue un desgobierno tal que al final pretendió coger por donde le parecía más derecho a su leal saber y entender, desconociendo el dictado de las urnas. Ay, de los Estados Unidos si hubiera cometido el error de darle un segundo mandato a semejante energúmeno. El cuentico ese de que Trump no sabía perder resultó manido de tanto que él mismo lo anunció desde el principio. Trump no fue nunca jamás un estadista y tampoco, ni siquiera, un político. Trump siempre fue un cero a la izquierda. La historia probará que no habrá más Trump.

Trump pretendió llevarse el mundo entre los cachos. Como esos toros grandilocuentes, luego de algún día de lluvia, cuando salen del monte trayendo bejucos de balsamina enredados entre los cuernos apretados con algo de barro.

El slogan America First Again ahora cabe interpretarlo como la intención solitaria y aislacionista de separar a los Estados Unidos del resto del mundo como si este pudiera ser solo de los Estados Unidos, es decir del país que concentra el mayor número de supermegamillonarios del 1%.

Trump necesitaba, si o si, un segundo mandato. Esa superoligarquía  necesita un control omnímodo que le permita mantener a la fuerza sus tasas de ganancia que el capitalismo salvaje normal no les garantiza. Y es que en el capitalismo financierista el capital no trabaja para hacer riqueza material que le sirva a la gente. Las burguesías financieristas son por eso visceralmente reaccionarias. Superemacistas de toda laya.

Trump ya había tejido una suerte de país sin controles para su gallada tesa fincado en el odio y la perversión populista de derecha. Cerrado a la influencia de los seres que, viniendo del resto del mundo lo cargaban de las responsabilidades de la pobreza que había creado, seguía creando, y pretendía seguir esquilmando desde los Estados Unidos mientras hegemonizaba su dominio.

En el America First Again esos supermegamillonarios no pagaban impuestos.

Trump desde un principio dijo lo que quería ser: una especie de agente inmobiliario del mundo. Ni siquiera quería invertir. Solo quería que le pagaran comisiones quien quisiera hacer negocios con los Estados Unidos. Era obvio que debía tomar a China de rehén. Por eso no tenía política, ni le interesaba, ni necesitaba una visión del mundo. Su opción era preponderar su marca.

Una de las estrategias, quizás la única, del partido demócrata fue hacer pasar como desapercibido que Trump no sabía nada de política. De allí que Trump no sepa todavía cómo es que pudieron derrotarlo.

Parodiando a Marshall McLuhan en Trump podría cumplirse aquello de que el medio es el mensaje. Trump es el legado perfecto de la derecha mundial. Es su figura y su programa. Es el histrión más grande de los histriones de ese circo que pululan en nuestras repúblicas bananeras disfrazados de supuestos líderes. Por algo Tola y Maruja en su reciente visita a la asonada en el congreso representaron el trumpismo-uribismo poniendo un poco de picante.

Trump demostró a cabalidad que si hoy la revolución es imposible, también es imposible la contrarrevolución.

Todavía los estrafalarios vítores y las grotescas escenas del capitolio abusado no habían cesado cuando ya el Deutsche Bank le negaba el apoyo financiero. Nueva York le cesó los negocios. Le tumbaron un negocio de golf. Twitter y Facebook le habían cerrado sus audiencias vociferantes. Y para colmos, lo más caro fue el impeachment expres. Se dice que la turba quería matar a Nancy Pelosi y la Pelosi ni corta ni perezosa, pues desde hacía rato lo tenía entre ojos, le cobró por ventanilla. Todavía de la afrenta debe pagar unos intereses en el senado.

Y hasta allí llegó Trump. El 20 de enero Trump se convierte, como en corralejas, en toro jugado. Con banderillas negras, ¡hacia el matadero de la historia!

Claro, la andanada de deudas que contrajo con el mundo, incluso el infierno de odios y mentiras, crueldades contra los humildes que ningún daño le habían causado, todo eso y mucho más se le vendrá encima.

¿Cómo es que se hace imposible la contrarevolución? La contrarevolución sería contraria al espíritu del capitalismo y de la historia. Enemiga de aquella forma de capitalismo donde las burguesías son todavía revolucionarias, expuesto por Marx en El Manifiesto Comunista. Ejemplo de Perogrullo: si el Deutsche Bank le quita el apoyo financiero a Trump es porque éste le puede impedir seguir haciendo dinero. El Deutsche Bank presiente el peligro inminente para su marca. Su voraz competencia puede devorarlo en segundos. Trump pasa a ser una especie de rémora y el banco no está dispuesto a llevarlo gratis. Algo de estas escenas se veían en Game of Thrones cuando los banqueros oían las trompetas de la guerra. En Shakespeare se decía: algo se pudre en Dinamarca. Trump hedía. Su putrefacto olor de turba maltrecha, así sea de niños bien de la derecha, no cabe como aroma en los perfumados salones del capital.

Pero hay algo muchísimamente más desafinado en Trump. Y si es así, si todo el mundo a su alrededor los sabía, ¿por qué se le dio tanto largo?

Esto es importante porque encierra una de las verdades más crueles del mundo: los capitalistas te acompañan en tu entierro. Acechan agazapados de qué dejas mal puesto para iniciar la rebatiña.  Por eso ahora viene lo mejor: que se atenga Trump a la andanada de cobranzas.

Si de alguna manera Trump no se derrumba en caída libre no será precisamente por sus negadas habilidades. Los republicanos podrían morigerarle sus huesos contra el pavimento acechando  arrebatarle sus engañadas huestes. Pero eso necesita tiempo. Claro, mientras más tiempo pase Trump sin twitter más fácil se le hará a los republicanos quitarle la carne a la carroña.

¿Cómo es que se hace imposible la contrarrevolución? Arriba mencionábamos a Marshall McLuhan. Este señor fue un genio lector de la Biblia. Furibundo creyente, filósofo del lenguaje, él mismo dijo que toda su obra salió de esas lecturas. Es indudable que Cristo crucificado es medio y mensaje al mismo tiempo. Su resurrección se convirtió en noticia y periódico. McLuhan fue el primero que habló de aldea global. Quizás Trump en su intención inmobiliaria de comisionista, pensó en la tierra como una aldea inmobiliaria.

La tierra es el medio y el mensaje. En el centro de la Biblia subyace la idea de la tierra como aldea de Dios. Cabe imaginar que esta idea se convierta en macabra como intención de un endeble ser humano.

Pero, obviamente existe algo mucho más perverso: la cosecha temporaria de la derecha en este momento de la historia. Cada época trae su afán. He venido insistiendo que algo que nunca entenderá la derecha es que el determinismo newtoniano ha cedido el paso al determinismo relativista de Einstein. Albert Einstein postula que no hay velocidad más grande a la que pueda ir la materia que la de la luz. Pero aun así la velocidad de la luz es exigua. Pudo haber un instante, el tiempo de Planck, en el que presente, pasado y futuro estuvieron juntos: fue una velocidad poco menos que infinita. Todavía no había materia. Obviamente ese tiempo fue demasiado exiguo en medio de la Singularidad: 10  elevado a la potencia menos 43, segundos. Nada ha habido ni lo habrá más corto que eso, si es que no estuvieran surgiendo Universos en este momento, más allá de nuestro horizonte de sucesos. Ahora, pasado, presente y futuro están separados por una frontera imbatible de tres dimensiones del Universo: cada cosa en su lugar y en su tiempo.

Entonces si el discurso de la derecha es la mentira la contrarrevolución es imposible por sustracción de materia.

Trump se va. ¿Se llevará a esos hijastros que tiene regados por el mundo?

El fracaso de la contrarrevolución es un triunfo de la revolución: ¡sin disparar un tiro!

Nota. Me sumo a las felicitaciones por el cumpleaños de Wikipedia. Me permitió corregir el tiempo de Planck. Yo había escrito 10 a la menos 42, segundos; y es a la menos 43, diez veces más pequeño.

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