Amos Oz y el vacío de su ausencia

Amos Oz y el vacío de su ausencia

Un homenaje al escritor, novelista y periodista israelí, considerado como uno de los más importantes de la lengua hebrea

Por: José Eduardo Román Arredondo
abril 15, 2019
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Amos Oz y el vacío de su ausencia
Foto: Flickr - Fronteiras do Pensamento - CC BY-SA 2.0

El pasado 10 de abril se publicó ¿De qué está hecha una manzana?, un libro de carácter personal que contiene las últimas opiniones e ideas de Amos Oz, el gran escritor y pensador israelí fallecido en diciembre del año pasado, extraídas de conversaciones que tuvo con su editora Shida Adad.

Nació en Jerusalén en 1939, el mismo año en que comenzó la segunda guerra mundial, una ironía, considerando su naturaleza de hombre pacifista y que dedicó parte de su vida a analizar los fanatismos y los conflictos humanos. Hijo de padres judíos venidos de Europa, su madre se suicidó cuando éste tenía doce años, hecho que marcaría su vida. Estudió literatura y filosofía en la Universidad Hebrea de Jerusalén.

Amos Oz es considerado uno de los intelectuales más prestigiosos de los últimos tiempos, y probablemente el más importante en lengua hebrea. Eterno candidato al premio Nobel. Otra deuda histórica que tendrá la Academia sueca con escritores que merecieron el premio y no lo obtuvieron, como ocurrió con Borges, Joyce, Kafka y otros tantos.

Será recordado por libros como Judas, Conocer a una mujer, Tierra de Chacales y Una historia de amor y oscuridad, este último quizás su libro más recordado. De carácter autobiográfico, narra la historia de infancia y adolescencia del autor, que sirve como punto de partida para hacer un retrato épico de la Israel de aquellos años, y abordar temas como los dramas de familia.

Pero Amos Oz no solo fue un literato destacado, sino un gran pensador y un pacifista comprometido. Dedicó gran parte de su vida a estudiar el conflicto palestino-israelí, y propuso fórmulas de arreglo para lograr un acuerdo que pusiera fin a las confrontaciones armadas entre ambos países. Fundó en los años setenta (junto a otros académicos, líderes sociales…) el movimiento pacifista Shalom Ajshav ("Paz Ahora"), que es una organización no gubernamental, de tendencia de izquierda, que tiene como fin lograr que Israel alcance la paz duradera con Palestina y países árabes a través de soluciones negociadas. Para ello busca lograr influencia en la sociedad y en la opinión pública, evidenciando las ventajas de una salida no armada.

Sin embargo, no solo se dedicó a estudiar el conflicto entre israelíes y palestinos, con sus condiciones especiales que lo distingue de otros conflictos en el mundo. Se preguntó por un fenómeno que es una de sus causas, pero que además es mucho más anterior a él (casi tan antiguo como el ser humano mismo) y que ha sido el causante de conflictos en todas las épocas: el fanatismo.

En su libro Contra el fanatismo se propone dar una definición de fanático, escudriña en sus posibles causas, e idea posibles curas para tratar “ese virus”. Afirma que el fanatismo es tan viejo “como el islam, el cristianismo y el judaísmo, más viejo que cualquier Estado, gobierno o sistema político” y que su esencia reside “en el deseo de obligar a los otros a cambiar. En esa tendencia tan común de mejorar al vecino, de enmendar a la esposa, de hacer ingeniero al niño o de enderezar al hermano en vez de dejarles ser”.

Es por eso que afirma que el fanático, aunque pueda parecer contradictorio y hasta ridículo, es una “criatura de la más generosa, un gran altruista” que lo que busca es “salvar tu alma, redimirte. Liberarte del pecado, del error, de fumar. Liberarte de tu fe o de tu carencia de fe”. Pero entonces es ahí donde radica su problema: en querer cambiar al otro. El otro no se cambia, sino que se comprende, se tolera, se asume. No se puede pretender que piense o sienta igual que nosotros. No es posible que el ser humano busque una homogenización de sus costumbres y manera de pensar, porque es de nuestra naturaleza misma ser diversos, contradictorios, complejos, inconfundibles.

Aunque el verdadero problema surge cuando "el altruista, el generoso" llega al punto de buscar aniquilar todo lo que considera como malo, incluyendo a las personas que lo defienden. Es decir, cuando se recurre a la agresión. En ese sentido Amos Oz explica que lo ocurrido el 11 de septiembre “no es consecuencia de la bondad o maldad de Estados Unidos, ni tiene que ver con que el capitalismo sea peligroso o flagrante. Tiene que ver con la típica reivindicación fanática: si pienso que algo es malo, lo aniquiló junto a todo lo que lo rodea”.

Como posible remedio al mal del fanatismo, plantea que la imaginación podría ser una respuesta. Dice que en los extremistas fanáticos hay algo de esencial sentimentalismo y falta de imaginación, así que si se les pone en una hipotética situación de tener que asesinar por su credo a un niño recién nacido que llora en algún cuarto de algún edificio vacío, su fanatismo podría ceder un poco. De modo que la literatura también es una opción, como medio por excelencia de incentivar lo imaginativo. Otra salida (que de hecho es en la que el autor más confía) es el sentido del humor, porque un fanático, afirma, no tiene capacidad de reírse de sí mismo.

Recordemos que el autor acaba de morir el pasado 28 de diciembre. Qué falta nos harás, Amos Oz, en especial en un país como el nuestro que ha sido desangrado por más de cincuenta años con un conflicto alimentando por los fanatismos y que por razón de estos muchos se niegan a terminar.

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