Qué se le va a hacer: Trump ganó
Opinión

Qué se le va a hacer: Trump ganó

Con su estrella en alza, Trump aumentó la mayoría del Senado; su intervención directa en campaña impidió que se quemaran curtidos senadores republicanos

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noviembre 12, 2018
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Así los demócratas hayan ganado la cámara de representantes, Trump es un triunfador. Se consolida su liderazgo político en el Partido Republicano, su voz xenófoba, su odio a los inmigrantes, su desprecio por las mujeres y por sus opositores, su nacionalismo ramplón que socava acuerdos comerciales y medioambientales. Referente para los Bolsonaros y Dutertes de todo el mundo, con chequera en blanco para destruir valores democráticos.

Muchos creyeron, creíamos y queríamos, que Trump, por bárbaro, se desplomaría, bien por una gran derrota electoral o, desde hace meses, como resultado de un proceso de enjuiciamiento político alrededor de la intervención rusa en las elecciones del 2016 en los Estados Unidos. En estas elecciones de mitaca se elegían los 435 representantes de la cámara y una tercera parte del Senado y, más allá de pronósticos realistas, muchos esperábamos una señal contundente que, finalmente, no ocurrió.

El mundo estuvo pendiente de las elecciones del 6 de noviembre en los Estados Unidos como si fueran propias. Sucedió, finalmente, lo que algunos pronósticos auguraban, es decir, que el Partido Republicano conservaría el Senado (peor, los republicanos aumentaron sus curules)  y que la Cámara de Representantes pasaría a manos de los demócratas.  Sí, un resultado bueno para el partido demócrata en comparación con la situación con la que arrancó el nuevo gobierno en el 2017. Sin duda, un triunfo de las mujeres, con mayor representación que nunca gracias a la misoginia del señor.

Sin embargo, está lejos de ser un rechazo a Trump quien, al contrario, ha pulido y consolidado su estilo de liderazgo especializado en la división y el desprecio por los valores democráticos liberales.

Se hablaba, en algunos medios, de la ola azul y hasta de un tsunami demócrata que en las elecciones barrería con los republicanos como manera de repudiar a Trump. El sistema electoral norteamericano, para las elecciones del Congreso, premia, a la vez, el territorio y la demografía y aunque la mayoría de la población votó en contra de Trump en 2016 y lo hizo ahora por los demócratas, Trump y republicanos demostraron su capacidad de contener una eventual avalancha azul.

Para el Senado, cada estado, independiente del tamaño de su población, elige dos senadores. Como si en Colombia, Guanía, Vaupés o San Andrés tuviesen derecho al mismo número de senadores que Bogotá DC o el Valle del Cauca, situación en la que, quizás, el olvido del centro por tales regiones sería menos rampante. En total, en EE. UU., son, entonces, 100 senadores y el Partido Republicano amplió su mayoría. En el caso de la Cámara, cada estado obtiene un número de representantes proporcional el número de habitantes del mismo. Cada representante es elegido por dos años, con derecho a reelección. Por demografía, luego, ganó el Partido Demócrata. Pero por territorio, Trump.

Es un líder perverso. Trump ganó al aumentar la mayoría del Senado; con su intervención directa en campaña pudo impedir que varios de los curtidos senadores republicanos que estaban en vilo pudieran no ser reelectos. El mejor ejemplo es Ted Cruz, su despreciado rival en la primarias en 2016, el hombre al que apodaba el “mentiroso Ted” en los debates, al que Trump le metió manifestación en Houston a dos semanas de las elecciones.

Los resultados para Trump, finalmente, fueron mejores que los que le correspondieron a Obama hace ocho años, cuando perdió las dos cámaras.

Al contrario, la estrella de Trump está en alza. Aún a pesar de hechos como los de hace tres semanas, cuando fueron asesinados 12 fieles judíos en una sinagoga en Pittsburgh, dos afroamericanos en un supermercado y fue capturado el ítalo-filipino Sayoc, el hombre de los sobres bomba remitidos a prominentes demócratas y críticos de Trump, brutalidades que de común tienen que se trata de crímenes de odio, Trump fue  un campeón en la exaltación de la xenofobia en su apoyo a candidatos republicanos que consideraba en peligro de perder en las pasadas elecciones.

 

 

Es un político formidable que no tiene ningún reparo en mentir,
inventar enemigos, denigrar de sus opositores,
y tiene asegurado 42 % de favorabilidad

 

 

Es un político formidable que no tiene ningún reparo en mentir, inventar enemigos, denigrar de sus opositores.  Montado, en vísperas de las elecciones, en demonizar una caravana de hondureños que se dirige a la frontera, equiparándola a una invasión de terroristas del medio oriente y violadores que debe ser contenida por el ejército, tuvo el apoyo de decenas de millones de votantes y el silencio de no pocos líderes demócratas que consideran políticamente incorrecto oponerse al presidente.

No importa que sea misógeno, que mienta a diario, que humille a sus funcionarios y los despida por Twitter, que amenace con destituir al fiscal especial Muller, que pague con “dinero para silenciar” sus andanzas con la tormentosa Daniels y la chica Playboy cuando su mujer daba a luz. Tiene asegurado, por lo menos, un 42 % de favorabilidad de gente que se siente representada por él y que percibe que todo es calumnia, “fake news” producidas por los medios liberales. No parece tener rival.

El liderazgo de Trump es tal que ha opacado a Bush hijo, artífice de la bárbara invasión a Irak, las torturas y del lenguaje en contra del terrorismo utilizado para denigrar de lo que oliera a oposición y que, por estas latitudes, de sumisos líderes, supimos copiar tan bien en la primera década del siglo y que se convirtió en manual de urbanidad política.

Trump se faja cuando pelea y con las dificultades que tendrá con la Cámara de Representantes en contra, será más combativo de cara a la reelección en el 2020.

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