Bogotá: inmovilidad urbana

Bogotá: inmovilidad urbana

"Las posibilidades de transporte son cortas para la ciudad, la cual parece no encontrar alternativas más allá del pico y placa y los Volvos por la Séptima"

Por: Sergio Alejandro Gómez Velásquez
abril 19, 2018
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Bogotá: inmovilidad urbana
Foto: Semana

La capital colombiana en temas de movilidad es uno de “los mayores fracasos de la historia de las ciudades”. Fracaso total porque la ciudad no ofrece las alternativas e infraestructuras necesarias para el transporte de millones de ciudadanos, que en un desplazamiento a otro además de no llegar a tiempo, ponen en riesgo sus vidas.

Ahora bien, la movilidad urbana para ser eficiente debe proveer condiciones de seguridad, velocidad y comodidad suficientes para que las personas lleguen al lugar que desean dentro de los límites de la ciudad, pero Bogotá presenta unas condiciones viales paupérrimas que han hecho una pesadilla el tránsito en la ciudad, bien sea en transporte público o privado.

El mayor ejemplo de la “inmovilidad urbana” son los buses rojos y azules, los cuales además de estar en pésimas condiciones mecánicas, no dan abasto ante la cantidad de pasajeros, robos, acosos sexuales, vendedores ambulantes y accidentes viales que siguen sucediendo ante la mirada de operadores privados en quiebra y alcaldías ineficientes. ¿Aun así se sigue pensando en el TransMilenio como primera opción de movilidad?

Hay gente que no tiene que tomar todos los días el TransMilenio, pero utilizar su vehículo particular tampoco les ha garantizado llegar puntualmente a todos sus destinos. Tal como sucede en los trancones monumentales de la Av. Boyacá o Calle 13, ocurre una deficiencia en la infraestructura vial que no ha sido acorde con el crecimiento del parque automotor de la ciudad, que en menos de 10 años se ha triplicado. Sumado al problema, vuelve y juega la inseguridad, la cual ha dejado un mercado millonario de autopartes y celulares robados a los conductores.

Por otra parte, las motocicletas se han convertido para miles de bogotanos en el medio de transporte más ágil y económico. Sin embargo, fuera de la posibilidad de llegar rápido, están los riesgos viales que ofrece una ciudad con la peor calidad de calles, que además es testigo de un crecimiento desaforado de estos vehículos que muchas veces ocupan más espacio que los carros.

La alternativa más saludable es ir en bicicleta, donde el desplazamiento no está determinado por la cantidad de carros y buses, sino en la fuerza con los pedales. No obstante, no parece ser la mejor solución de transporte, en especial para recorridos largos y nocturnos, ya que está el lío con la inseguridad vial y delincuencial. Esta es una ciudad sin ciclorrutas en la mayoría de rutas (valga la redundancia), que se suma a la imprudencia de conductores y peatones y las altas probabilidades de robo.

Los ciudadanos por ir de un lugar a otro están pagando las valorizaciones, impuestos prediales, $2.300 pesos por cada pasaje y galones de gasolina que no se han traducido en avances reales a la planificación e infraestructura vial, la cual se ha visto truncada por procesos de corrupción e inestabilidad administrativa, tal como ha sucedido en los últimos 10 años con la licitación para el mejoramiento de la red obsoleta de semáforos de la ciudad.

En comparación con otras grandes capitales en Suramérica, Bogotá es la única ciudad que no cuenta con un sistema de metro consolidado o en construcción. En el caso de Quito, la primera línea del metro subterráneo de 15 estaciones y 22 km está proyectada para entrar en funcionamiento en julio del 2019. La Paz (Bolivia), estando en un terreno montañoso de más de 3600 m de altura, disfruta 5 líneas de sistemas teleféricos o “metros aéreos” ecológicos y modernos. Por último, la ciudad de Buenos Aires tiene 7 líneas subterráneas de metro (Subte) complementarias a redes ferroviarias y 136 rutas de buses, que cuentan con carriles exclusivos en las grandes avenidas y un sistema de recaudación unificado con los otros servicios de transporte público, teniendo como precio promedio los $ 1.300 pesos colombianos.

Las posibilidades de transporte son cortas para la ciudad, la cual parece no encontrar alternativas más allá del pico y placa y los Volvos por la Séptima. Se debe dar un giro a más posibilidades que acompañen al metro, el cual no debe ser visto como el alimentador de lujo de TransMilenio, sino que debe cumplir con los estándares de calidad y vida útil a largo plazo. Sumadas a estas medidas, debe haber un control al número de carros y motos de la ciudad. Hay que garantizar las condiciones de seguridad en las vías y medios de transporte y dar priorización al mejoramiento y apertura de la malla vial. Estas acciones darían las oportunidades que Bogotá necesita para su transformación y acercamiento a las grandes urbes del mundo, que cuentan con una movilidad urbana que si proporciona las mejores condiciones de vida para todos los habitantes.

 

 

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