Más ordinario que un colombiano celebrando San Valentín con la cruz de ceniza en la frente

Más ordinario que un colombiano celebrando San Valentín con la cruz de ceniza en la frente

En esta nota un ciudadano se despacha: “No hay nada peor que una pareja, llena de rosas y chocolates, siendo ungidos un miércoles de ceniza”

Por: Rafael Ortega
febrero 14, 2018
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Más ordinario que un colombiano celebrando San Valentín con la cruz de ceniza en la frente

Cuando yo era joven los novios celebraban el día del amor y la amistad en septiembre, por orden de Fenalco. Imagino que la cantidad de comedias románticas, memes en Facebook y demás adefesios de la posmodernidad nos impusieron la gringada de celebrar en febrero el día de los novios. Imagínense en el calor de Valledupar o de Cúcuta, un novio llevando chocolates, creyéndose Jim Carrey en Eterno resplandor de una mente sin recuerdos, con su gorrito de lana y su buzo. Ridículo. Y los he visto. Es que empezando por el clima. Los San Valentín no se celebran bajo el sol canicular del Caribe.

Cualquier día es bueno para irse a un motel con la novia. Yo no regalo flores ni chocolates, ni dedico canciones de Ed Sheeran o Manuel Medrano. Pero si yo fuera mujer y el man con el que estoy saliendo me lleva una serenata de mariachis un 14 de febrero yo no solo lo terminaría sino que le abriría un proceso moral por mal gusto, por gringoide, por extranjerista, por imbécil.

Hoy he visto parejas de novios agarrados de la mano, que van a la capilla del barrio a que un curita les ponga la cruz de ceniza en la frente. La corronchería ya casi se convierte en delito. Son iguazos por partida doble: no solo creen en una costumbre moribunda, que en los países civilizados ya ha sido extirpada —en Holanda las iglesias se convirtieron en biblioteca—, sino que lo mezclan con la "jenniferastoniada" de llevar flores un 14 de febrero a la novia.

Sí, soy un viejo amargado, solitario. Ya no creo en el amor, ni mucho menos en la iglesia católica. Soy separado cuatro veces y comprobé que el amor físico termina a los seis meses. En este día me encierro en la casa y los veo como zombies, agarrados de la mano por la Séptima, con sus cruces de ceniza en la frente. Me provoca tener una escopeta y desaparecerlos como hicieron los enemigos del coronel Aureliano Buendía con sus 18 hijos, marcados con la cruz de ceniza que nunca se pudieron quitar.

Me da asco el amor, la religión y sobre todo la tontería. Acá no importamos el buen gusto de los gringos para hacer películas, su buen periodismo o su música. No, acá importamos McDonalds, políticos que se parecen a Donald Trump y toda la tontería que puede traer un día de San Valentín.

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