Los menores que nos roban y nos matan

Los menores que nos roban y nos matan

"La ley de menores debe ser ajustada a los tiempos que vivimos, de lo contrario la calle se va a volver un lugar imposible para la gente indefensa"

Por: JAIR ALEXANDER DORADOZUÑIGA
septiembre 14, 2017
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Los menores que nos roban y nos matan

Un muchacho que no supera los 20 años de edad es capturado por la policía en pleno centro histórico de Popayán. Acaba de atracar a un ciudadano para quitarle el celular. Como es normal, se arma un revuelo alrededor. Un tipo se abre paso en medio del tumulto y le asesta un golpe franco a la cara del malandrín. Este apenas se inmuta, recibe el puño y señala al agresor, lo amenaza: ya lo pillará por ahí solo. La que parece ser la víctima del robo, una mujer robusta, fuerte, de armas tomar, sujeta al delincuente del cuello de uno de esos busos con capucha. No lo suelta por nada del mundo, mientras le grita a la cara que es un ladrón, un h.. ladrón.

En ese momento los agentes de policía aparecen con el cómplice, atrapado unas calles más abajo. Lo traen del cuello. No están muy asustados, irónicamente se sienten a salvo entre el grupo de agentes que los custodian, saben que los van a soltar en un rato. Uno de los policías le dice que agradezca porque si no hubiera sido por él, le hubieran pegado una golpiza ‘bien h…..’ . La policía acaba protegiendo la integridad de los delincuentes, de lo contrario les puede ir muy mal, porque la gente ya está cansada.

Casos como estos se han vuelto cosa de todos los días en Popayán, hasta el punto que los transeúntes no se paran a curiosear más de lo normal. Allí, medio asustados, no parecen gran cosa, uno es flaco y el otro bajito, no se ven peligrosos. Pero lo son. Siempre llevan entre esas prendas holgadas un buen cuchillo, y un arma para ser usada.

Un día antes, por la iglesia de San Camilo, sector céntrico de la ciudad, un adolescente de 15 años, muy drogado, según los testigos, arremete contra todo el que se le atraviesa en el camino con un cuchillo, y le quita la vida a alguien que estaba en el lugar y en el momento equivocado. El asesino va a parar a la Toribio Maya, recibirá atención psicológica y algo de vigilancia, mientras la familia de la víctima carga con la pena de su muerto.

Pueden decir que estos menores son fruto de la violencia, que su pasado es doloroso, que han sido víctimas antes que victimarios. Y es verdad, pero eso no quiere decir que los ciudadanos tengan que pagar las consecuencias de esa tragedia particular, porque nos enfrentamos en cada calle con la consecuencia y no con la causa; nos roba el delincuente, nos asesina el despiadado ser en que se han convertido, no el niño maltratado. La ley de menores debe ser ajustada a los tiempos que vivimos, de lo contrario la calle se va a volver un lugar imposible para la gente indefensa.

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