El inminente regreso al poder del Uribismo

El inminente regreso al poder del Uribismo

El uribismo tiene un baluarte del que los demás partidos carecen y ante el pueblo da una especie de inmunidad: un líder carismático

Por: Camilo Insuasty
enero 16, 2017
Este es un espacio de expresión libre e independiente que refleja exclusivamente los puntos de vista de los autores y no compromete el pensamiento ni la opinión de Las2orillas.
El inminente regreso al poder del Uribismo

Caballo de Troya: El regreso al poder

Arranca el 2017 y con ello la carrera por la presidencia del 2018. Podría decirse que todos los partidos políticos están preparados pero hay uno en particular que viene haciendo campaña implícita y sagazmente: El Centro Democrático, y hasta el momento, es el mejor posicionado.

No importa los escándalos y ex funcionarios de la era Uribe capturados  (los más recientes, Gabriel García el ex viceministro de transporte y el ex Senador que reemplazara tras su encarcelamiento por parapolítica a Mario Uribe, Otto Bula Bula). El uribismo es pasional, visceral, eufórico, se metió en la psiquis de sus seguidores (especialmente los de clase media para abajo) como la fuerza política que más representa a Colombia: Se respeta al bravucón, el que no se la deja montar de nadie, ahí están los que tienen los pantalones bien puestos. El uribismo es una corriente política con tintes de secta fanática, y por ello están a la delantera.

Hagamos un mirada retrospectiva: En el 2014 Óscar Iván Zuluaga (quien si fuese militante de otro partido no alcanzaría a tener votos suficientes ni para llegar a media vuelta de unas presidenciales) por poco se queda con el sillón de la Casa de Nariño, incluso ganó la primera vuelta lo que provocó que sectores de la izquierda dieran su voto al neoliberal Santos (menos los de la izquierda más radical que se quedaron con el voto simbólico e idealista pero intrascendente a una insípida campaña de Clara López, quien ahora, oh dulce ironía, es parte del gobierno Santos) esa vez Zuluaga, o mejor dicho, Uribe, no ganó, pero por muy poco.

El año pasado el Uribismo ganó el plebiscito, dirán que fueron muchos sectores los que votaron por el NO pero fue Uribe quien tomó micrófono en el senado una vez conocidos los resultados, incluso algunos periodistas parcializados hacían eco triunfante del hecho diciendo (un tanto alegremente) que un hombre con un megáfono pudo más que la maquinaria de Santos. Eso lo dijo Hassan Nassar (al leer su nombre me recuerda a las novelas turcas de Caracol) en fin, a él se le olvidó decir que no solo fue un megáfono, también usaron vallas enormes, todo el poder de las redes sociales, viajes por toda Colombia y el extranjero, incluso dejaron que Juan Carlos Vélez se tomara unas copas de más. Mala excusa, los ebrios y los niños siempre dicen la verdad y el señor Vélez confesó ni más ni menos todas las artimañas que usaron para seducir a esa masa bravucona, ganaron, no solo el plebiscito sino un importante número de potenciales electores para el 2018.

No importa las artimañas, no importa las falsedades y manipulaciones, el uribismo tiene un baluarte del que los demás partidos carecen y ante el pueblo da una especie de inmunidad: un líder carismático. La única forma de impedir que él vuelva al poder es confrontarlo con un candidato único, pero para este 2018 hay varios en la baraja que dividirán los votos. Vargas Lleras quiere ser presidente a toda costa por lo que si hace alianzas es para salir favorecido él mismo. La izquierda por su parte, hará lo mismo de siempre: se dividirá en miles de fragmentos –que si son rojos o rosados, que si este es sectario o aquel es menos sectario, que esto y aquello, que ese es de izquierda pero no comulga con la izquierda que está más a la izquierda- y así como son de predecibles, se dejarán coger el tiempo mientras el caballo de Troya de Uribe cabalga a pasos agigantados (hay más camaradería en la derecha).

Por el momento, de parte de la izquierda hay un abanico de posibles nombres que aspiran ser candidatos presidenciales como: Gustavo Petro, Claudia López, Jorge Enrique Robledo, Piedad Córdoba e incluso, otra vez, Clara López. Aquí radica el gran problema para los izquierdistas: O se van por separado y se auto-destruyen entre ellos mismos en las urnas, o buscan un consenso  para postular un solo candidato, pero entre la izquierda hay intrigas novelescas, reproches, se miden a ellos mismos con varas subjetivas y al final se dan cuenta que están 5 pasos atrás que sus adversarios políticos (los otros adversarios, la derecha).  Mientras solucionan aquello, el único que puede hacerle frente al candidato del uribismo y no porque sea del agrado mío ni de sus escoltas es Vargas Lleras, amparado por la gran maquinaria que hay detrás de él.

Por otra parte, el partido político que nazca de la desaparición de las FARC como grupo armado aún está en etapa prematura para entrar en la escena política nacional. Van a entrar a terrenos hostiles porque una cosa es promulgar el discurso en el que ellos creen entre sus filas, entre ellos mismos, y entre un porcentaje mínimo de población rural y algunos oyentes internacionales a postularse frente millones de colombianos quienes guardan recelo no solo a la política tradicional sino a los grupos guerrilleros de antaño y con todo lo que significa ello. Este recelo será un costo político para el grupo naciente de dicha guerrilla porque debe empezar desde cero a adaptarse y a crear un puente de comunicación con la ciudadanía la cual tiene razones de sobra para la apatía, además, debe aterrizar oficialmente (aunque ya deben estar acostumbrados) a los tire y afloje de la izquierda, cuando lleguen no encontrarán unidad en lo que es su corriente política.

Inteligentemente Las FARC comunicaron que no tendrán candidato para el 2018,  si así fuera sufrirían una caótica, descomunal, dantesca y monumental derrota en las urnas, prueba de ello fue el rechazo al plebiscito. Aunque a ellos les cueste creerlo, a esa guerrilla los ciudadanos no los ven como héroes ni mucho menos, y es que después de 50 años de guerra, el conflicto deja de ser entre buenos y malos, mientras los muertos en su gran mayoría los puso el pueblo que no comulgaba con un bando u otro, y sin embargo lo perdieron todo. El partido o movimiento político que nazca de las FARC cargará con el lastre de sus acciones bélicas que afectaron mucho más a la población que a la oligarquía que pretendían derrocar.

Increíblemente, dentro del Centro Democrático también hay divisiones y rencillas internas (hasta temo por la seguridad de ellos mismos). Hay dos vertientes: una más moderada por así decirlo y otra ubicada en el extremo (sería la extrema extrema derecha, o derecha al cuadrado) esta última representada por Zuluaga, también, Dios nos ampare, por Juan Fernando Londoño y Thania Vega. Carlos Holmes entra al ruedo pero ensillar la candidatura presidencial por parte del Big Party colombiano no le será fácil. Por último está quien creo es el verdadero caballo de Troya por el cual Uribe podría llegar al poder: el señor Iván Duque.

Desconozco de qué manera el Centro Democrático elegirá a su candidato, pero el visto bueno de Uribe hacia alguno de estos tres sería suficiente para iniciar campaña. Zuluaga quiere repetir contienda pero el peso de su derrota en el 2014, su escencia de político viejo tradicional, hasta su oratoria (siempre el pobrecillo es víctima de algo, pero en su voz solo hay un decálogo para las cámaras, no tiene fuerza ni convicción cuando postula algo, es como si estuviera esperando siempre a recibir órdenes) juegan en su contra. Una segunda derrota sería catastrófica, se sumaría al selecto grupo de Horacio Serpa y Martha Lucía, un riesgo bastante grande para el CD.

Si Uribe es astuto, y por supuesto lo es, se la jugaría con  Duque. Tiempo acá he visto columnas y artículos que exaltan a Duque por su seriedad, su inteligencia, su disciplina, su labor en el congreso, sus logros y hoja de vida. Incluso los acérrimos detractores del Big Party criollo lo consideran como una persona respetable y de capacidad crítica a pesar del partido que lo apadrina. Es como dirían los poetas: una flor que florece en medio de un pantano.

Duque es joven, por lo que no tiene a su espalda el lastre de la política tradicional de viejos, viejos caciques. En este punto es importante mencionar que el electorado juvenil del Centro Democrático es grande e incluso organizado. Hay una cosa llamada Juventudes Uribistas y sí, quizá quienes leen estas líneas hicieron una jocosa alegoría con las Juventudes Hitlerianas pero eso no es aquí lo importante, hay que retomar la seriedad y decir que la figura de Iván Duque representa un aire fresco en medio del nauseabundo espectro político colombiano.

Duque tiene las facultades, tiene mucha más personalidad y oratoria que Zuluaga aunque quizá no cuente con los recursos y amistades de este último, la revista Semana escogió a Iván Duque como uno de los mejores líderes del 2016, parece sensato en contraposición de Maria Fernanda Cabal que parece salida de los Locos Adams. Sin embargo, el señor Duque en medio de su rectitud guarda silencio frente al extenso prontuario de su jefe máximo y algunos de sus compañeros de partido. Un presidente del Centro Democrático será un presidente con jefe, y ese jefe solo representa guerra.

Para culminar debo traer a colación las primeras líneas de este artículo de opinión donde sostuve que el Centro Democrático parece una secta fanática. Hablando de sectas fanáticas, gran parte de las iglesias cristianas votaron por el NO pues porque ellos están luchando contra el Diablo constantemente, las iglesias serán determinantes en el 2018 y ese electorado está con el mesías. (me preguntaran de cuál mesías hablo).

Paréntesis: el candidato más ecuánime es el que tenga como principal objetivo combatir la corrupción desde raíz.

 

 

 

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