Los cinco colombianos ganadores del premio de la prestigiosa universidad MIT

Los cinco colombianos ganadores del premio de la prestigiosa universidad MIT

Los jóvenes de 35 años fueron reconocidos por su innovador emprendimiento con los proyectos que están desarrollando en el ámbito tecnológico

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octubre 13, 2017
Los cinco colombianos ganadores del premio de la prestigiosa universidad MIT

MIT Technology Review en español selecciona todos los años a los 35 jóvenes latinoamericanos menores de 35 años cuyos proyectos disruptivos en el ámbito de la tecnología tienen la capacidad para generar impacto en la sociedad y ponen de manifiesto quiénes son aquellas mentes jóvenes que se encuentran dentro de las más brillantes de su generación. El premio honorífico es otorgado en cinco categorías: inventores, emprendedores, visionarios, humanitarios y pioneros.

 

Stephanie Valencia categoría de Visionaria

Con tan solo 26 años, Stephanie ha desarrollado el dispositivo “ijwi” que les permite a personas que no desarrollan el habla y con parálisis cerebral ofrecerles una vía de comunicación.  Ijwi, que significa voz, en el idioma Kinyarwanda, el más hablado en Ruanda donde ya ha sido probado, tiene un costo de 40 euros. El dispositivo cuenta con unos pictogramas (como un reloj, una flor, un niño corriendo) que, al colocarlos encima del lector, este reproduce por un altavoz lo que el niño desea decir.

El proyecto forma parte de otro mucho mayor, Assistive Labs, que Stephanie ha fundado en compañía de sus socios, Alexandra Berrio y Tomás Vega, y que surgió cuando identificaron que alrededor de 1.000 millones de personas en el mundo sufren alguna discapacidad, de las cuales el 80% vive en países en vías de desarrollo y únicamente el 10% puede acceder a las herramientas o tecnologías necesarias para mejorar sus condiciones de vida.  Los tres, pretenden democratizar el acceso a tecnologías asistidas poniéndolas al servicio de las personas que las necesitan y adaptándolo a sus necesidades y condiciones socioeconómicas.

El proyecto hasta el momento, ha sido financiado mediante plataformas de crowdfunding (financiación colectiva de forma altruista), subvenciones y premios.

 

Carolina Medina categoría de Visionaria

A sus 28 años, Carolina ha creado “Agruppa”, una plataforma que permite a los pequeños comerciantes agrupar sus pedidos para poder acceder a alimentos frescos y sanos en condiciones similares a las de los mayoristas, y así trasladar esa reducción de precios al consumidor.

Carolina, experta en seguridad alimentaria, detectó el problema cuando investigaba las causas de los malos hábitos nutricionales de la población de bajos recursos en Bogotá, y concluyó que los altos precios de las frutas y verduras impedían el acceso a su consumo para este segmento de la población, que, aunque sabe perfectamente que tipo de comida es más saludable, opta por opciones más económicas. Al mismo tiempo, los bajos márgenes obtenidos por los dueños de las tiendas apenas les permiten subsistir.

La plataforma opera mediante la creación de grupos virtuales de compra para reunir muchas tiendas de barrio, cuya demanda luego agrega para los 20 tipos de frutas y verduras frescas con los que trabaja la empresa. Una vez definido el pedido, la compra se hace directamente con los agricultores, a quienes, a su vez, permite el acceso a un mercado alternativo al de los intermediarios.  Agruppa se encarga de transportar los productos y entregarlos diariamente a cada una de las tiendas, ahorrando a sus propietarios tiempo y dinero. Agruppa trabaja actualmente con 650 tiendas, y este año planea llegar a 850 tiendas en Bogotá.

 

Jennifer Rodríguez categoría de Humanitarios

VBraille, el dispositivo desarrollado por Jennifer, consiste en un teclado que permite que las personas sordociegas puedan enviar y recibir mensajes por vibración. VBraille está diseñado específicamente para usuarios que ya saben braille, dispone de seis botones, uno para cada una de las posiciones de dicho alfabeto. Al pulsarlas en distintas combinaciones, el aparto traduce el mensaje de la persona sordociega a texto escrito, que es enviado por Bluetooth a un dispositivo de salida, donde su interlocutor puede visualizarlo.

Lo realmente novedoso, es que el teclado también actúa como receptor y traductor de la respuesta del interlocutor gracias al software diseñado por Jennifer. El teclado codifica el texto respuesta recibido en vibraciones en código braille que la persona sordociega podrá interpretar a través del tacto.

VBraille (V de vibración) que nació como proyecto de maestría, ya va en su tercer prototipo. Los planes futuros son compatibilizar el sistema con cualquier teléfono inteligente, para que la tecnología sea más portable.

 

Juan Nicolás Suárez categoría de Humanitarios

Diseclar, la empresa de Juan Nicolás, se dedica a la fabricación de mobiliario ecológico a partir de plástico reciclado y fibra vegetal procedente del café. Su innovación se basa en la creación de un nuevo material que combina plásticos reciclados con cascarillas de café. El material, en proceso de patente, imita a la madera, es resistente al agua y a las radiaciones solares.

El proyecto, evitará la tala de árboles, dará uso a los desperdicios de residuos de cascarillas de café en el país, y reciclará kilos de plástico. El objetivo de Nicolás, es consolidar su planta de producción y empezar a distribuir la materia prima inicialmente en Colombia para luego ampliarse internacionalmente.

 

Carolina Amador categoría de Pionera

Ingeniera biomédica, Carolina ha desarrollado una técnica alternativa a la normalmente utilizada de extracción de un trozo de hígado para diagnosticar la existencia de cirrosis hepática, como consecuencia de infecciones víricas (hepatitis C, hepatitis B), obesidad o alcoholismo. La biopsia realizada analiza la estructura del tejido, que, en caso de enfermedad, se caracteriza por la progresiva sustitución del tejido por tejido cicatrizado, fibroso, incapaz de cumplir su función,

La alternativa planteada por Carolina, se centra en medir las propiedades elásticas del tejido hepático mediante la propagación de las ondas que determinan si el tejido está blando o duro, puesto que a medida que el hígado se vuelve más fibroso, sus propiedades elásticas cambian. Las mediciones se pueden llevar a cabo por dos vías: mediante el uso de ultrasonidos, o bien mediante resonancia magnética. Aunque la segunda es más precisa, también resulta cara y poco accesible. La técnica ultrasónica, siendo más barata y sencilla de realizar es muy sensible a las variaciones tanto del aparato como de su manejo, por lo que Carolina ha desarrollado una técnica estándar, bautizado ARFICR, por sus siglas en inglés, que mide la viscosidad y la elasticidad, además de utilizar una señal ultrasónica de mayor amplitud y menor relación señal/ruido que las otras, para garantizar que el diagnóstico sea siempre fiable.

La ventaja de ARFICR es poderse implementar con tan solo modificar el software del equipo de ultrasonido. Carolina, quién además de su actual puesto en la división de investigación de la empresa Philips en Estados Unidos continua sus investigaciones en la Clínica de Mayo, confía en diez años poder evitar que haya biopsias de hígado.

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