19 años de lamento constitucional venezolano

19 años de lamento constitucional venezolano

Con la constituyente de 1999, los límites institucionales desaparecieron, iniciando una serie de medidas que muchos años después tienen su conclusión en la crisis actual

Por: Rafael Jesús Calles Moreno
diciembre 17, 2018
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19 años de lamento constitucional venezolano
Foto: Wilson Dias/ABr - CC BY 3.0 br

El cierre del siglo XX en la antigua República de Venezuela fue mucho más convulsionado de lo que políticos, economistas y sociólogos podrían prever. Si bien es cierto que el país atravesaba corrientes turbulentas desde inicios de los 90 el cauce de esta sumatoria de acciones nefastas desembocó en una rivera que sumergió a Venezuela en un profundo abismo sin esperanza ni horizonte. Es que a ciencia cierta nada podía ser peor luego de observar el hilo conductor detrás de cada acción en contra de la república, la cual en un periodo de ocho años vivió dos intentos de golpe de estado en 1992, la destitución del presidente Carlos Andrés Pérez en 1993 bajo toda clase de trapisondas, el indulto a los golpistas por parte del presidente Rafael Caldera en 1994, el arribo al poder del comunismo cuatro años después y la obra final; una nueva constitución en 1999 para tomar las riendas del gobierno sin control alguno.

La asamblea nacional constituyente fue sin duda alguna la puerta de entrada hacia la dictadura, disfrazando los álgidos momentos que vivía la democracia en Venezuela (vilipendiada por los mismos que convocaron a tan inescrupuloso acto), bajo la figura de la necesidad imperiosa de realizar transformaciones pertinentes para enderezar el rumbo del país. El candidato comunista Hugo Chávez justificaba su lucha por una nueva carta magna bajo el artículo 4 de la constitución nacional; mecanismo de carácter errado ante las pretensiones del emisario de Cuba. El cuarto postulado de la constitución de 1961 citaba textualmente que “la Soberanía reside en el pueblo, quien la ejerce, mediante el sufragio, por los órganos del Poder Público”, ¿bajo qué términos pretendía inmiscuir una constituyente utilizando este artículo? No demuestra más que una pronunciada carencia de sentido constitucional y político. Así las cosas, era factible presagiar el peor de los males para la salud de la república.

Los constantes vacíos en la supuesta lucha democrática que incentivaba Chávez salieron a la luz pública en un importante capitulo histórico digno de recordar. El 17 de junio de 1998 Hugo Chávez reunió toda clase de intentos retóricos para contrarrestar los certeros argumentos del periodista Óscar Yanes en el programa televisivo “la silla caliente”. En aquel encontronazo el candidato Chávez manifestó que durante 4 años recorrió el país para decirle a la gente lo que comprendería el proceso constituyente, aunque se negó a responder frente a las cámaras lo que para el significaba esta trascendental figura. En un intento desesperado por sacarse de encima las culpas a las cuales sometería a Venezuela, Chávez preguntó a Óscar Yanes “¿de dónde sacas tu que la constituyente es un mecanismo supra dictatorial?”.

La respuesta del periodista es tal vez una de los vaticinios más certeros en la historia contemporánea del país, anticipando hechos drásticos que cambiaron por completo la realidad nacional. “La constituyente es una entidad que tiene y acumula el poder supremo. La constituyente puede cambiarle el nombre a Venezuela, cambiar el estado político, eliminar la presidencia y sustituirla por un gobierno colegiado. Ustedes no le han dicho al pueblo que al convocar a una constituyente esta puede alargar el periodo presidencial, y ponerle 10 años en lugar de 5” enfatizó Óscar Yanes con total coherencia.

Un año y medio después de la mencionada entrevista no quedó duda al respecto de las escondidas intenciones del dictador; el nombre oficial del país fue cambiado a República Bolivariana de Venezuela, el Senado del Honorable Congreso Nacional fue disuelto pasando a un formato unicameral, se extendió el periodo presidencial de 5 a 6 años, se reorganizaron los poderes públicos al antojo del régimen y se estableció la reelección inmediata por un periodo más. Por si fuera poco, se concedió el derecho al voto a los militares activos pasando por alto el artículo 328 de la constitución; donde se expresa con total claridad que “las fuerzas armadas constituyen una institución esencialmente profesional sin militancia política”. Todo y más de los que lo presagió Óscar Yanes y factores de la oposición en aquella carrera a la presidencia se abrió paso bajo esta iniciativa, la cual atentó de manera directa contra la democracia y el porvenir de los venezolanos.

Los límites institucionales en Venezuela desaparecieron a manos de la constituyente, iniciando una serie de medidas que muchos años después tienen su conclusión en la crisis actual que atraviesa el país. ¿Qué se podía esperar de esta acción legislativa cuando las palabras de instalación estuvieron a cargo del partido comunista de Venezuela? Nada más que un discurso incendiario donde expresaron toda clase de epítetos fuera de categoría para edificar su estructura y proceder, bajo consignas aparentemente nobles que reclamaban nuevos esquemas de bienestar social, económico y político.

Pero tal vez el suceso más lamentable de esta desafortunada seguidilla de tropiezos fue la refrendación de la nueva carta magna con más del 80% de los votos el 25 de abril de 1999, pese a la innumerable cantidad de advertencias realizadas sobre las terribles consecuencias que podría acarrear el país. Igual desconcierto produce recordar que la abstención alcanzó el 62,35% del electorado, en épocas donde el voto en Venezuela era la única arma legítima para defender la democracia antes de la socavación de los poderes públicos que hoy en día invalidan cualquier causa electoral en el país. La noble democracia venezolana no tuvo más remedio que observar su destrucción en pedazos, luego de siglos batallando contra la tiranía y las amenazas de continuos impostores para hacerse con el poder.

Examinar 19 años después el preámbulo de la constitución ratificada el 15 de diciembre de 1999 es toparse con un país paralelo, que difiere en absoluto con la realidad y las supuestas luchas que emprendería el socialismo del siglo XXI instruido por Fidel Castro y aplicado en Venezuela por Hugo Chávez. Todo lo que se ha hecho en 20 años de gobierno ha sido destruir cada centímetro del preámbulo que reposa en la constitución; refundando la república como cita claro está, pero en contravía de tener una sociedad democrática, participativa y descentralizada, muy lejos de consolidar los valores de la libertad, la independencia, la paz y la solidaridad, distante de la justicia social y la igualdad sin discriminación y subordinación.

¿Dónde quedó el compromiso de velar por el derecho a la vida en el país con mayor número de muertes violentas en el hemisferio? ¿Dónde está el derecho al trabajo cuando vemos a los venezolanos disipados por el mundo en búsqueda de un trabajo para subsistir? ¿A dónde fue a parar la garantía universal de los derechos humanos en un país repleto de presos políticos, desapariciones forzosas y carencia de libertad de pensamiento? Este es el origen de los desafortunados hechos que han llevado a Venezuela de frente hacia el más terrible abismo, los sucesos históricos que deben ponerse de manifiesto para recordar el peligro que supone colocar el poder en las manos del comunismo; el proceder de una peste política que acabó con el país más rico y boyante de américa latina en dos décadas de muerte, opresión y dolor.

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