Los intocables de Colombia
Opinión

Los intocables de Colombia

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abril 27, 2014
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En días pasados apareció en los medios de comunicación una noticia que, al parecer, a pocos conmocionó. Se trata de una multa multimillonaria impuesta por la Dian a “una importante constructora” por inflar los auxilios que entregaba a algunos habitantes de la calle.

Descubrió la Dian que la “Importante Constructora” entregaba 15.000 pesos a muchos desgraciados a cambio de que estos firmaran un comprobante en blanco que luego rellenaban con cifras mucho más altas. A los “beneficiados” también les exigían copia del Rut. Una especie de caridad lucrativa, infame e inaceptable.

Lo sorprendente de la noticia, no es el torcido. Ya estamos acostumbrados a que muchas empresas privadas, que se lucran del país, que se enriquecen en el país, que crecen gracias a la gente de este país, evadan impuestos para amasar fortunas ilícitas. Práctica que se enmarca dentro de una cultura de la trampa muy enquistada entre muchos colombianos, y que muchos contadores acolitan a cambio de felicitaciones, palabras de admiración por sus excelentes trucos y, en algunos casos por la misma estabilidad laboral: “Estimado contador, ahorras dinero en impuestos o busco a otro más eficiente”.

A muchas empresas les duele pagar impuestos. Les duele cumplir sus deberes a sabiendas de que con sus actos ladrones aportan a la violencia y al atraso de nuestro país. Aún así, cuando las tragedias que ellos mismos provocan tocan sus vidas, los propietarios de estas empresas tramposas aparecen indignados en los medios a denunciar sus desgracias y muchas veces, hasta terminan demandando a la Nación.

Lo sorprendente es que la Dian anunció que no daría a conocer el nombre de la tal importante constructora porque, según informe aparecido en el diario El Tiempo, “en Colombia existe el derecho a que se mantenga en secreto la información que se suministra con fines tributarios”
¿Ah?
¿Ah?
¿Ah?

Inaudito. Inaceptable. La Dian debe poner en la picota pública a las empresas que le juegan sucio al país.  Y más a esta que no solo roba al país sino que se aprovecha de las necesidades y la ignorancia de los desamparados para amasar fortunas. Este doble pecado no debería ser encubierto por la Dian. Los colombianos queremos conocer el nombre de esta y de las demás empresas que nos roban el futuro y el dinero de la educación, la salud, la justicia, la seguridad. La sanción económica no basta. Los ciudadanos queremos imponerles censura moral a las empresas que se roban los impuestos para no comprar sus servicios ni sus productos.

Con toda seguridad, si esa empresa perteneciera a un enemigo del gobierno ya la hubieran denunciado públicamente.

Señor director de la Dian, Juan Ricardo Ortega, usted no es empleado de un presidente, usted es empleado de los ciudadanos, por tanto, le ordenamos que revele el nombre de los constructores hampones que motivan esta columna. Ese yo te tapo, tu me tapas debe terminarse. Este país debe acabar con los innombrables y los intocables. La justicia debe actuar con la misma eficacia para todos.

Los mismos billonarios del mundo reunidos en Davos, asustados por la inmensa desigualdad que amenaza con un colapso mundial de la economía, hicieron un llamado a los demás ricos del mundo para que paguen sus impuestos correctamente, al tiempo que les piden que no saquen sus fortunas a paraísos fiscales.  Son conscientes de su culpa en una debacle económica. Saben que si descapitalizan por completo a los pobres, si les hacen perder el mínimo poder adquisitivo, ellos mismos y sus productos y servicios van a ser víctimas de sobreoferta, devaluación y esto los puede llevar a la quiebra. Según un informe de esa cumbre en Davos, los 85 más ricos del planeta tienen los mismos recursos económicos que poseen los 3.570 millones más pobres del mundo.

Sin embargo, los ricos de Colombia no parecen entender este llamado angustioso de los poderosos del mundo. Aquí, por el contrario, los ricos financian campañas de innumerables políticos para que estos legislen a su  favor, para que los exoneren de impuestos, para que les rebajen tributos, para que les adjudiquen los negocios más ventajosos a precios inflados. Sin embargo, en este caso, no funcionan los controles. La solidaridad de cuerpos entre ricos y organizaciones del Estado a su servicio es eficaz. Por eso, además de preguntarnos cuáles son los intocables, aunque todos lo sepamos, también cabe la pregunta: ¿cuáles son los innombrables?

La “importante constructora” es uno de esos innombrables. Señores de la Dian, los ciudadanos que pagamos su sueldo, exigimos conocer su nombre. Un país decente, un país que busca la paz, un país que se jacta de tener una democracia antigua, no puede tener intocables y menos innombrables.

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