Yahir Acuña, otro Negro Martínez

Yahir Acuña, otro Negro Martínez

Dos hombres cuyas vidas parecen calcadas: política, billete, poder y prensa.

Por: Víctor Alfonso Moreno Pineda
enero 15, 2015
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Yahir Acuña, otro Negro Martínez

En septiembre de 2011 la Revista Semana presentaba un extenso artículo sobre el excongresista Juan Carlos Martínez Sinisterra. Por la época el exsenador estaba preso en Barranquilla y amenazaba con quedarse con un fuerte botín electoral en las elecciones que se realizarían en el mes de octubre siguiente. El perfil que nos ofrecía la revista era la de un hombre negro, recio, proveniente de una pobrísima familia de afrodescendientes. Martínez había nacido en Timbiquí, Cauca, en las playas del Pacífico. Huérfano de padre desde los dos años, alumno ejemplar en su primaria, estudiante de carpintería en el Sena, comerciante de plátanos en Buenaventura, diputado del Valle, senador poderoso y finalmente un temido convicto que manejaba a su antojo la política en los departamentos del Cauca, Valle y Chocó.

El exsenador había sido condenado por parapolítica, pero también pesaban en su contra investigaciones por corrupción. En el artículo en cuestión, se le asociaba,  durante su ascenso político, con paramilitares, narcotraficantes y oscuros personajes de la política regional. El informe mencionaba las relaciones de Martínez con Carlos Herney Abadía, reconocido político del Valle, vinculado con el Proceso 8000. También se le asociaba con Olmes Durán Ibargüen, narcotraficante extraditado a Estados Unidos, y hasta con el paramilitar alias Rasguño.

Martínez Sinisterra era en aquel momento el dueño y señor de tres partidos políticos: PIN, MIO y Afrovides. Y todos los había creado meses atrás. En la cárcel había tumbado paredes, había armado fiestas, tenía un cuerpo de servicio a su disposición y había logrado un permiso para salir durante tres días. En el informe se le reseñaba como un tipo caritativo: en sus años de libertad se presentaba en su natal Timbiquí con un barco lleno de regalos para el pueblo.

Durante las elecciones regionales de 2011, el nombre de Juan Carlos Martínez Sinisterra estuvo en boca de todo el mundo. Desde los medios hasta los analistas políticos hablaban de su injerencia en los resultados electorales de ese año. Después vino el silencio. La última vez que la prensa publicó algo sobre el excongresista fue en abril del año anterior cuando el Ministerio Público –de manera extremadamente tardía – lo destituyó e inhabilitó  por 20 años.

A cientos de kilómetros de Timbiquí, ahora en la Costa Caribe, otro político también de origen humilde, ha venido desde los últimos meses llenando las páginas de los medios de comunicación. La historia de Yahir Acuña parece –desde la teoría de los actantes de Greimas –calcada, similar a la de Martínez Sinisterra. Aunque con una pequeña diferencia: aún no termina de contarse.

Yahir Acuña, por todos es conocido, es de Sincelejo, Sucre. En su primer periodo como representante fue miembro de la Comisión de Acusación y el encargado de investigar al expresidente Álvaro Uribe. La Silla Vacía ha mostrado en varios reportajes el perfil más completo de este político sucreño que acabó con la hegemonía del Gordo García en su departamento.

Hijo de un comerciante y de una maestra. También de piel morena y cuerpo pesado. Líder estudiantil en sus años como estudiante de ingeniería en la Universidad de Sucre, mototaxista a ratos libre –en una ciudad donde los mototaxistas ponen alcaldes –, concejal de Sincelejo, diputado de Sucre, representante a la cámara y, por último, aspirante anticipado a la gobernación de su departamento.

Yahir Acuña 1

A Yahir Acuña también se le ha vinculado con poderes oscuros: el exgobernador de Sucre, Salvador Arana; la empresaria del chance, Enilse López –La Gata –; el senador preso por parapolítica, Álvaro García. De igual forma, un informe de la Fundación Paz & Reconciliación publicado por este medio lo ha vinculado con los paramilitares ‘Diego Vecino’ y ‘Cadena’. Sin olvidar el muy citado apoyo que supuestamente Martínez Sinisterra le brindaría a través del movimiento Afrovides con el cual Acuña saldría elegido representante a la cámara por las negritudes.

Acuña también creó su propio partido. Y puso en la mesa directiva a varios miembros de su familia. Con el movimiento ‘Cien por ciento por Colombia’ logró tres curules a la cámara de representantes, a pesar de no haber alcanzado el umbral nacional. Hace un par de meses renunció a su silla en el congreso en la que había invertido cientos de millones para lanzarse en octubre próximo a la gobernación de Sucre. Yahir también es un tipo caritativo: le da plata a los pobres y a sus amigos los mototaxistas repitiendo así un error histórico. Los políticos creen que ayudan a los pobres dándoles plata, cuando lo solución es dejarla de robar.

Y así, tal como con Martínez Sinisterra en su momento, todas las semanas sale una noticia sobre Yahir Acuña: que renunció a su curul, que aspirará a la gobernación, que las curules negras en poder de dos blancos, que le plagió el nombre a la fundación Buen Gobierno, que el saludo de Farid Ortiz, que la cancelación de la personería jurídica a su movimiento. Y eso que estamos en enero y faltan más de nueve meses para las elecciones regionales.

Pero más allá de la similitud de estos perfiles, lo que nos debe aterrar es la forma en que la clase política tradicional acoge a estos personajes que pasan de tener nada a tenerlo todo. En el artículo de la Revista Semana se cuenta como durante el gobierno de Álvaro Uribe desde “la Casa de Nariño [se] había decidido darle a una ficha de Martínez el cargo de administrador de la Dian en Buenaventura”. Y en el caso de Acuña, muy bien relata La Silla Vacía todo el apoyo que aquel le dio a Santos incluso desde la primera vuelta presidencial.

Alguna vez un amigo me dijo que la élite política bogotana –la que no sabe qué es comprar un voto, ni torcer un alma –sabe perfectamente las prácticas de los políticos de las regiones, pero atacarlos o marginarlos no es un buen negocio: de ellos se valen para mantenerse en el poder. Nuestra élite política no es una estructura suspendida en el espacio: se nutre del voto amañado y este se consigue más fácilmente en las regiones. En un país donde la capital –por apatía o por desilusión –no vota, las regiones definen presidentes. Sino que lo diga Santos. Me decía mi amigo que nuestra élite política –más perspicaz, menos bulliciosa –desprecia a estas figuras que aparecen a última hora, pero los necesita ¡Qué se hace!

Malo no es que aparezcan en el plano político nacional personas que vienen de abajo. Malo es que a pesar de haber vivido en la pobreza, estos repitan las prácticas de los que por años nos han sumido en ella. Malo es que la élite política los consienta y utilice mientras le sean necesario. Y malo –pero muy malo –es que al final los tiren al olvido y sigan mandando como si nada.

La historia política de Colombia me hace pensar que Yahir Acuña terminará preso y muerto políticamente. Sin embargo, al final de la jornada terminará con plata y contactos para, desde la sombra, seguir interviniendo en las decisiones políticas de la región.

Lamentablemente, nuestra versión del sueño americano no consiste en hacerse rico y prestigioso trabajando con pundonor, sino reptando por el entramado político, torciendo a quien pudiere, comprando consciencias y adueñándose de las instituciones del estado. Qué importa que después esa élite – más  despreciable que los Escobar, las Gatas, Los Kiko Gómez –haga de cuenta que nada ha pasado. Al final, ya aparecerá otro político levantado que consiga votos a cambio de un ínfimo pedazo de torta.

@victorabaeterno

 

* Yahir Acuña es ingeniero civil; especialista en gerencia pública y magister en gobierno municipal de la universidad externado de Colombia.

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