¿Y dónde está mi gente?

¿Y dónde está mi gente?

Un texto sobre las contradicciones del reguetón paisa y las razones por las cuales no es el ritmo para las protestas colombianas

Por: Diana Cuartas
diciembre 02, 2019
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¿Y dónde está mi gente?

Mucho se ha dicho sobre el papel de Medellín en la redefinición de la industria de la música urbana, sobre el surgimiento del reguetón colombiano y la forma en que sus artistas han pavimentado el camino hacia el éxito global de este género. Con Medellín liderando la escena de producción y J Balvin en la cima de las listas, muchos colombianos se inflan de orgullo con el éxito de esta explosión de color y ritmos latinos. No obstante, es poco lo que se dice sobre la forma en que sus principales exponentes han abordado (o ignorado) la crisis sociopolítica en su país de origen.

2019 será recordado como el año en que Latinoamérica protestó: Venezuela, Haití, Nicaragua, Honduras, Argentina, Puerto Rico, Perú, Ecuador, Chile, Bolivia y, más recientemente, Colombia, han conocido la fuerza del descontento civil masivo. Uno de los casos con mayor resonancia el de Puerto Rico con el escándalo de Telegramgate que terminó por sacar al gobernador Ricardo Rosselló fuera de La Fortaleza. Gracias a la filtración de un chat grupal entre Rosselló y algunos miembros de su gabinete en donde hacían comentarios homofóbicos y misóginos, e incluso chistes relacionados con las víctimas del huracán María, los puertorriqueños se tomaron las calles exigiendo la renuncia del gobernador.

La reacción de los famosos no se hizo esperar y rápidamente inundaron las redes sociales mostrando su indignación ante los hechos y su apoyo protesta del pueblo. El bebé consentido del momento, Bad Bunny, mientras estaba en Ibiza, pausó su gira y alquiló un avión para regresar a la isla a unirse y liderar las protestas. Incluso Daddy Yankee, quien no es muy abierto sobre temas políticos, se unió a los reclamos de la gente. En un carnaval de la revolución que duró todo el verano, figuras como Ricky Martin, Residente, El Conejo Malo y El Rey Charlie, fueron cruciales en la convocatoria y movilización de miles de puertorriqueños hambrientos de cambio.

En Colombia, la protesta se gestó tras las denuncias del senador Roy Barreras sobre el asesinato de 8 niños (o más) durante un operativo militar, como parte de lo que se promovió como una “operación impecable” contra nuevos líderes de las Farc. Este hecho tocó una herida sensible que nunca ha sanado: la macabra estrategia de los falsos positivos. Tras de décadas de guerra, un acuerdo de paz truncado, la creciente cifra de líderes sociales asesinados, los incumplimientos a los acuerdos pactados con los estudiantes un año atrás, las reformas tributarias truculentas, múltiples injusticias y violaciones de toda clase, los colombianos se hartaron nuevamente y convocaron a paro nacional el pasado 21 de noviembre.

 

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No tenemos dron ni helicóptero pero sí amigos que nos mandan esta foto.

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En medio de un ambiente tenso, con una Bogotá militarizada desde días antes, la protesta nacional convocó a cientos de miles de estudiantes, maestros, sindicatos, jubilados, comunidades indígenas, activistas y muchos otros grupos, unidos en frustración y enojo contra un gobierno abusivo y fracasado. La marcha pacífica incorporó propuestas de músicos, artistas, bailarines, y miles de formas creativas de manifestarse, pero al final del día, la agresiva y torpe respuesta de la fuerza pública tratando de disolver los grupos de marchantes, agitó una ola de violencia que va contando 3 policías muertos en una explosión, un suicidio, y un joven asesinado por el Esmad.

Lo que comenzó como un día de paro se ha extendido indefinidamente en forma de cacerolazo. Cientos de miles de colombianos resuenan sus trastos diariamente buscando encender una chispa de justicia social. Muchas figuras públicas se han unido a esta convocatoria, llamando la atención María Fernanda Aristizábal, actual Señorita Colombia, quien no fue tímida al expresar su apoyo a la movilización. Sin embargo, muchas otras celebridades se mantuvieron silenciosas al respecto y uno de los más criticados ha sido J Balvin.

Millones de jóvenes en Latinoamérica fueron testigos del rol que Bad Bunny tomó durante las protestas puertorriqueñas y bajo este parámetro miles de fanáticos se decepcionaron cuando Balvin centró sus interacciones en redes sociales en la promoción de su sencillo “Blanco” para finalmente pronunciarse mediante un post de Instagram conformado por una cita del Dalai Lama sobre la tolerancia acompañando una imagen de la bandera de Colombia.

 

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“En la práctica de la tolerancia, nuestro enemigo es nuestro mejor maestro” Dalai Lama

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Aunque Balvin no fue el único demorado en mostrar algún tipo de reconocimiento a la situación, gran parte de sus seguidores esperaba un mayor apoyo de él hacia las causas de la protesta. En múltiples ocasiones el artista ha sido abierto y prolífico en opiniones respecto a sus problemas de ansiedad y depresión, promoviendo la búsqueda de tratamiento psiquiátrico y farmacéutico como principal solución. También se ha manifestado sobre migrantes indocumentados Estados Unidos e incluso respecto a la injusticia y falta de respeto de los Latin Grammy hacia al reguetón. Sin embargo, respecto ante las problemáticas sociales de su país siempre se ha mostrado pasivo, ratificándose como un ser apolítico, comprometido solamente con los valores familiares y con el trabajo duro para hacer realidad los sueños, como lo hizo durante el Coca-Cola Flow Fest en México.

La escena del reguetón en Colombia es una industria bien establecida que refinó el género y lo hizo digerible para el mercado global. Es el sueño hecho realidad de la Economía Naranja, donde el objetivo principal en cualquier esfuerzo creativo será el valor económico que pueda generar. El contenido es secundario; puede cantarle a las borracheras y la marihuana, a pesar de que quien canta está agradecido con dios por no ser un consumidor, porque la verdad considera que es algo malo y que las personas están destruyendo sus vidas en cada plon. Es un negocio aséptico asentado en Medellín, que encarna las creencias estereotípicas de la cultura paisa donde la institucionalidad debe ser adorada, la pobreza es un estado mental, todo se logra a través del trabajo duro y la gloria del Señor, y ganar dinero para ayudar a los tuyos es el más valioso legado que puedes dejar porque la familia es primero.

Hace unas semanas el alboroto tenía en la mira al cantante Sebastián Yatra, quien declaró abiertamente su apoyo al candidato del Centro Democrático Alfredo Ramos para la alcaldía de Medellín, dado que tenía un vínculo importante con él, debido a que años atrás el papá de Ramos había condecorado al abuelo de Yatra como empresario del año. Ante esta respuesta, la periodista manifestó que los programas de gobierno también deberían ser tenidos en cuenta a la hora de votar, a lo que Yatra respondió que por supuesto sentía total afinidad por el líder de ese partido. Al repasar estas sencillas declaraciones, se podría pensar que ese pilar de “ante todo la familia”, también se va en degradé hacia mero nepotismo. Es así como algunas dinastías familiares han perpetuado su poder y riqueza en Colombia, intercambiando favores generación tras generación.

Los colombianos en las calles están luchando por una noción de familia diferente a esa, una que puede ser extendida a un ideal de comunidad, donde la idea de territorio se expande más allá de una región. Trabajan por mejores condiciones para todos, no solo para sus propias familias; intentan cultivar empatía, igualdad, tolerancia y respeto para todos, incluso para aquellos que viven de manera diferente a lo que dice la Biblia. Buscan dignidad para nuestros campesinos e indígenas; marchan por condiciones de salud decentes para todos (así las personas que padecen depresión podrían buscar la ayuda profesional que con tanta vehemencia Balvin ha recomendado). Están sacudiendo sus sartenes y ollas todos los días por la educación y el derecho a vivir en paz. Están caminando juntos, no por “la izquierda o la derecha” —la verdad eso es tan ok boomer—, sino porque sencillamente han tolerado demasiado y lo justo para todos sería vivir libres de la ansiedad de la guerra, y así tal vez tener espacio para ir a perseguir esos sueños que tanto proclaman los más bendecidos y afortunados.


Los manifestantes en Colombia no deben esperar de J Balvin, Karol G o Maluma el mismo tipo de apoyo mostrado por Residente o Bad Bunny en Puerto Rico, porque la naturaleza de sus empresas es distinta. El reguetón puertorriqueño nació en las calles y a ellas pertenece, sus artistas pueden ir y venir, pero la isla está dentro de ellos. Todavía representa al talento de barrio, al caserío; no es ambiguo ni mojigato, va hasta abajo y va a fuegote, va pa’ las shorty’s en los newyores y los maleantes en las prisiones, fuma crippy y fuma kush, quiere la combi completa y no le da pudor convocar a botar fuego. Por su parte, el reguetón paisa es eso: el negocio, socio.

Pedir que sus exponentes se unan a este momento histórico para los colombianos es igual que tratar de razonar con la tía Uribista, porque para ellos hacer historia es improvisar en inglés en algún late-night show en Estados Unidos o compartir stories en Instagram sobre su superación personal. Aunque se arropen con la bandera tricolor en sus conciertos en el extranjero, un fuerte regionalismo es el que echa pa’lante su sentir y desde ese lugar lo más fácil es hacerse el loco con cualquier lucha colectiva. Triste pero cierto, el reguetón #MadeinMedellín podrá compartir compartir pistas y productores con el boricua, pero de ninguna manera representa una voz popular en Colombia.

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