Woody Allen y Mia Farrow: radiografía de un escándalo

Woody Allen y Mia Farrow: radiografía de un escándalo

Qué es verdad y qué es falso en el drama real entre la exactriz y este director que ha ganado tres premios Oscar

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febrero 09, 2014
Woody Allen y Mia Farrow: radiografía de un escándalo

Ella era la hija de Margaret O’Sullivan, una de las actrices más famosas del mundo en su momento. Su padre era John Farrow, un director de cine australiano de larga trayectoria.  Creció en ese país de cucaña que era Hollywood en la década del cincuenta. A los nueve años contrajo polio lo cual la convirtió inmediatamente en la consentida de la casa. Desde muy pequeña tenía esa obsesión samaritana de estar recogiendo gente de la calle y ayudarlas. Si bien no demostraba haber heredado el talento de sus padres sí la empezaban a ver como una especie de santa. Creció y se mostró interesada en probarse como actriz. Tenía 19 años cuando debutó con éxito en la serie Peyton Place. Era una jovencita muy hermosa, de piel blanca, casi translúcida y un pelo liso y largo de color rojo que recordaba inevitablemente a las princesas encantadas de los cuentos de los hermanos Grimm. El programa tenía un rating  muy alto y media América se enamoró de ella. Entre sus admiradores estaba Frank Sinatra, quien tenía 51 años y una turbia reputación. Por ahí estaba el rumor de que El viejo de los ojos azules, como lo llamaban, tenía contactos con la mafia de Las Vegas y que desayunaba, como cualquier Donald Drapper de la época, con whisky y cigarros.

Sin mucho que hacer en una tarde soleada en California, decidió pasarse por el set en donde rodaban la serie y conocer de una buena vez por todas a la jovencita de aspecto angelical. Dos vinos y un par de conciertos bastaron para que la mecha del amor se encendiera. Duraron unas cuantas semanas de novios y nadie  sabía del romance. Una tarde O’sullivan, quien se había hecho famosa por ser Jane la mujer de Johnny Wessmuller y la madre adoptiva de Chita en Tarzán, recibió una llamada en dónde se le iba a informar algo muy grave que había sucedido. Ella pensó que le iban a contar que alguna de sus hijas estaba muerta, por eso respiró aliviada cuando la voz en la línea le dijo que Mia se había casado a escondidas con Sinatra. O’Sullivan se puso feliz. Claro que iba a haber un escándalo, se llevaban 32 años, pero ella era actriz y sabía que no había nada mejor para ascender en la escabrosa montaña de la actuación que rodearse de la gente correcta y Frank formaba parte de la realeza de Hollywood.

Tal parece que el hijo de Mia y Allen, es de Mia y Sinatra

Tal parece que el hijo de Mia y Allen, es de Mia y Sinatra

A principios de los años noventa y mientras se disponía a hacer una llamada en su casa en Manhattan, Mía Farrow vio un sobre con unas fotos al lado del teléfono. La abrió y con las manos temblorosas pudo ver la imagen de su hija adoptiva, Soon Yi, posando desnuda, con las piernas abiertas, mostrándole su rosebaud al fotógrafo. Mucha agua había pasado por el molino.  El matrimonio con Sinatra no duraría mucho y como groopie de alto tumerqué que ella era, se casó con André Previn, el famoso pianista y director de orquesta 18 años mayor que ella. Los dos se la pasaban viajando y su carrera como actriz nunca despegó. Era depresiva y amargada. Fumar marihuana no la ayudaba demasiado. Se la pasaba, mecida en la dulzura de la cannabis, mirando el cielo junto a su amigo Peter Sellers esperando que los ovnis le enviaran alguna señal. Del cielo no cayó nada y su agente tampoco le traía nada bueno. Desde que había sido la esposa de John Cassavetes en  El bebé de Rosemary  y la enamorada de John Gastby en la adaptación que escribió Coppola del clásico de Scott Fitzgerald, no había vuelto a pegar ningún hit. Se preocupaba, ya no era la niña angelical que había enamorado a América, ahora frizaba los cuarenta años y tenía un corte de pelo como el de Juana de Arco.

Pero conoció a Woody Allen y se enamoraron y él la transformó en una de las mejores actrices de la década de los ochentas y todos decidimos olvidar que tenía la voz chillona y que la verdad, nunca había sido una buena actriz. El poeta de Nueva York es capaz de sacarle emociones a una piedra.

Se casaron, adoptaron muchos hijos e hicieron juntos ocho maravillosas películas. Vivían en apartamentos separados y eran la prueba reina de que se podía ser famoso y monógamo a la vez. Su relación se comparaba a la que tuvieron Ingrid Bergman y Roberto Rosellini, o Ingmar Bergman y Liv Ullman: Woody detestaba que su esposa hiciera películas con otro director. Como la mayoría de genios lo acaparaba todo, lo controlaba todo. Era un acaparador.

Pero esa felicidad tan publicitada no era más que una ilusión que se le vendía a los tabloides. Ni siquiera el vivir en apartamentos separados les evitaba experimentar el infierno en que suelen convertirse las relaciones de pareja. Ella estaba harta de su control, de su obsesión por estar rodando. Nunca le importó demasiado las cosas que podían pasar en la casa. Estaba muy ocupado alimentando la historia del cine como para pensar en cambiar un pañal en la mitad de la noche. La verdad sea dicha. Allen nunca fue un buen padre.

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La familiaAllen Farrow cuando era feliz. (NYPost)

Él estaba harto del matrimonio “Woody va al sicoanalista desde los 18 años, él no acostumbra a dejar las cosas al azar, si él dejó las fotos al lado del teléfono fue para que yo las viera”- dijo Farrow pocas semanas después de que se diera cuenta de que el fotógrafo que había retratado a Soon Yi  era su propio esposo.

Entonces la bomba explota y el rostro del creador de Zelig empieza a aparecer en las portadas de los tabloides más asquerosos del mundo. Gente que en su vida había visto una sola de sus películas salía en los talk- show de moda a insultar al director judío que con sus perversiones había destrozado a una hermosa familia. El miedo que le daba al tímido Woody Allen estar en el ojo de huracán le impidió hacer cualquier tipo de declaraciones. Mientras el círculo de amigos y familiares de Mia  lo trataban de pedófilo, sátiro y cruel esposo y aseguraban que se había aprovechado de Soon Yi, porque era prácticamente “una retrasada mental”, él, acostumbrado a esperar siempre lo peor de la vida, invertía sus energías en un nuevo proyecto cinematográfico.

“Me impresiona como sabe separar los problemas de su vida de su trabajo. En medio de una feroz lucha judicial él solo hablaba de la película, de los problemas que teníamos con el guion. No más, el mundo que él había construido se derrumbaba pero nunca le escuché una queja” dice Douglas Mcgrath, co-guionista de Balas sobre Broadway, película estrenada el 16 de septiembre de 1994, en medio del terrible escándalo.

Se dijeron muchas mentiras y se siguen repitiendo. La gente siempre va a creer lo que le conviene y cuando se trata de desprestigiar a un genio se le da rienda suelta al resentimiento que tenemos por ser mediocres. Se estableció una suerte de verdad oficial: que Soon Yi había sido adoptada por Farrow cuando ya estaba casada con nuestro neurótico favorito.  “Woody nunca llegó a vivir con ella y cuando la conoció ya era una joven de 17 años”- dice Robert Weide, director del documental Woody Allen: A documentary. “Ella siempre ha tratado a André Previn como su padre”.

En su momento la propia Soon Yi respondió ante las cámaras acerca de las acusaciones por parte de Farrow y su sicólogo acerca de que ella era prácticamente una discapacitada mental. "No soy una pequeña flor retrasada, violada y abusada sexualmente por un padre adoptivo diabólico. Soy una licenciada en psicología de 21 años que se enamoró de un hombre que resultó ser el exnovio de Mia".

Allen y su hijastra Soon Yi

Allen y su hijastra Soon Yi

Para alborotar más el avispero, Farrow se atrevió a decir que su exesposo había abusado sexualmente de Dylan, su pequeña hija de siete años. La investigación duró dos años y no encontraron ninguna prueba para implicarlo. Lo único que quedó fue un video plagado de cortes de edición, en donde la niña declara, de una manera mecánica y casi robótica, como si la madre le estuviera dictando el discurso, que su padre “le escudriñaba las partes íntimas”. Según Weide el video está trucado y lleno de imprecisiones: “los hechos que Dylan relata tuvieron supuestamente lugar el 4 de agosto de 1992 en Frog Hollow, la casa de campo de Farrow en Bridgewater, Connecticut. Esto es casi cuatro meses después (y no antes) de que Farrow descubriera la relación de Woody Allen con su hija adoptiva Soon-Yi, a la que echó de casa. Según la niñera de Dylan, Kristie Groteke, por entonces Mia Farrow todavía hablaba con su expareja por teléfono diez veces al día”. A esta niñera la actriz la echó porque se negó a declarar contra el realizador de La rosa purpura del Cairo. Si ella estaba segura de que su esposo abusaba de la pequeña Dylan ¿por qué tuvo que esperar a encontrarlo con otra mujer para denunciarlo? Todos esos atenuantes los valoró el juez a la hora de darle un carpetazo al caso.

Dylan Farrow, quien 20 años después vuelve a denunciar que Allen abusaba de ella.

Dylan Farrow, quien 20 años después vuelve a denunciar que Allen abusaba de ella.

La carrera de Woody Allen siguió imparable. La de Mia Farrow se estancó por completo y ahora está dedicada a hacer lo que mejor sabe hacer: recoger niños desvalidos de todas partes del mundo. Hay quienes dicen que Mia, adicta a los tranquilizantes y con comprobados ataques de ira, utiliza a los pequeños asiáticos que adopta como sirvientes que la atienden y están pendientes de sus caprichos las 24 horas del día.

Las heridas, que parecían cerradas para siempre, volvieron a abrirse a finales del año pasado cuando Ronan Farrow de 25 años, el único hijo biológico que tuvo la pareja, dio a entender en su cuenta de twitter que su verdadero padre era Frank Sinatra lo que vendría a suponer, tal y como lo dice Robert Wiede   “que tuvieron relaciones cinco años antes de separarse de Allen, cuando Mia tenía 42 y Sinatra, 71”.

El hecho de que a principios de enero se le entregara durante la ceremonia de  Los globos de oro el premio Cecil B. De Mille  por su trayectoria, desató la ira de la familia Farrow, furia que vendría a desembocar en la carta que Dylan, ya con 28 años, hizo pública el pasado primero de febrero y en dónde se incitaba a un “linchamiento público” al director por haber abusado de ella cuando era una niña. Estas declaraciones envalentonaron a Moses, otro de sus hijos adoptivos, quien salió públicamente a defender a Allen al afirmar que su madre durante años “nos ha envenenado contra él”.

Dylan Farrow no miente, está hablando de un recuerdo impostado, un recuerdo inoculado por su madre desde sus primeros años. Woody Allen, como es lógico, se ha mantenido al margen, está demasiado ocupado preparando su nueva película Magic in the moonlight que contará con Emma Stone y Colin Firth como protagonistas y que se rodará en el sur de Francia y además es firme aspirante a ganar su cuarto Óscar como guionista.

Está claro que la campaña de desprestigio que han lanzado los Farrow apuntan es a eso, a empañar un logro que a él en realidad le importa poco. Por más nominado que esté a él eso de viajar hasta Los Ángeles y caminar la alfombra roja le parece abominable y dice que cada premio que ha ganado se lo ha regalado a su mamá y ella los conserva siempre brillantes en el baño principal de su casa. Seguramente ese 2 de  marzo, cuando anuncien su nombre en el Dolby Theatre, él estará sentado frente a su máquina de escribir, impasible, concentrado en darle los toques finales a su último guion, un guion que tendrá otro personaje femenino para regalarle a la historia del cine.

Porque un hombre que haya construido esos papeles que han interpretado Cate Blanchet, Scarlett Johanson, Diane West, Gena Rowlands, Judy Davis, Diane Keaton y sobre todo Mia Farrow, no podrá nunca odiar a una mujer.

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