La victoria militar rusa contra la OTAN en suelo ucraniano y el debilitamiento y división de los europeos plantean un difícil reto para Donald Trump en su propósito de “hacer grande a América”.
Durante los últimos tres años, el gobierno estadounidense alentó y financió la guerra contra Rusia convirtiéndose en protagonista principal de dicho conflicto por encabezar la OTAN y por ser el principal suministrador de armas para el gobierno de Zelenski.
Victoria de Rusia
La guerra comenzó por la insistencia, desde 2008, primero de Estados Unidos, pero posteriormente de la Unión Europea, de incluir a Ucrania en la OTAN El golpe de Estado de 2014, los falsos acuerdos de Minsk para ganar tiempo y apertrechar al gobierno de Kiev y el estímulo a la represión sobre las provincias prorrusas del Donbas fueron episodios que desencadenaron la respuesta rusa.
Donald Trump afirma que Estados Unidos entregó US $ 350 mil millones a Zellensky y la Unión Europea reconoce haberle entregado por lo menos 88 mil millones de euros.
Todo el arsenal de la OTAN se puso al servicio del gobierno ucraniano, incluyendo las más modernas armas y facilitando la incorporación de miles de mercenarios de todo el mundo a la lucha contra Rusia.
Los cálculos de Occidente resultaron equivocados: sobreestimaron la fuerza de Ucrania y desestimaron los altos niveles de corrupción en Ucrania, reconocidos ampliamente antes del estallido del conflicto. Subestimaron el poderío militar ruso y sus impresionantes avances tecnológicos contra los cuales la OTAN no tenía capacidad de responder.
Consideraron que Rusia estaba aislada, aun cuando finalmente contó con el apoyo explícito o tácito del Sur Global.
Después de haber saboteado un acuerdo en Estambul en 2022, que preservaba la integridad de Ucrania a cambio de su neutralidad, le prometieron a Zelenski una victoria rápida y un apoyo total.
Difundieron por todos los medios de comunicación a escala global el relato sobre un inminente colapso de Rusia, no solamente por el fragor de la guerra sino por las 18.000 sanciones económicas que le impusieron.
Para Rusia el asunto era de vida o muerte. De perder la guerra, vendría una balcanización del país y su práctica desaparición, pero Occidente no consideró el peligro que tendría enfrentar al país más grande del mundo y la mayor potencia nuclear y desafiar la voluntad de lucha de una población que ya había sido retada infructuosamente por Napoleón y por Hitler.
No era muy difícil prever el desenlace. La superioridad económica, demográfica y militar de Rusia era evidente y aunque los mas realistas dirigentes de Occidente sabían que no podrían aniquilarla, por lo menos la debilitarían significativamente, aunque el mensaje para la opinión pública era la promesa de una victoria total.
En el campo de batalla la realidad era muy otra. Desde el 2023 Rusia ha realizado avances continuos, de tal forma que ha conquistado por lo menos el 20% del territorio ucraniano, justo el que cuenta con los mayores recursos industriales y mineros, y las pérdidas rusas pueden ser una décima parte de las ucranianas, cerca de un millón de muertos y siete millones de refugiados
La debacle de Europa
Europa entró optimista a la guerra, animada por Gran Bretaña. Sus arsenales exhaustos y fuertemente dependientes de los suministros estadounidenses se han agotado.
La industria europea ha comenzado a decaer por el encarecimiento de los suministros energéticos rusos, se ha visto obligada a depender del gas licuado estadounidense mucho más caro que el ruso y el proceso de desindustrialización ha llevado a cerrar decenas de factorías.
Los programas sociales han tenido que limitarse y los déficits presupuestales amenazan la estabilidad de toda la región. Las discrepancias, aunque son evidentes en casos como los de Hungría y Eslovaquia, que simpatizan con Rusia, se mantienen en temas claves. No acuerdan si aprobar nuevos paquetes de ayuda a Ucrania, si enviar armas más avanzadas, si desplegar tropas propias o si patrocinar esfuerzos unilaterales de paz, así sea para dar una cobertura mediática al régimen de Kiev.
Estados Unidos, ganador a medias
Estados Unidos logró algunos de sus objetivos más importantes, logró separar a Europa de Rusia, cortar los lazos de Alemania con la potencia asiática, asegurar gigantescos negocios para su complejo militar industrial y debilitar a Rusia, todo sin tener que recibir miles de féretros de soldados estadounidenses.
Sin embargo, ante el avance ruso y la amenaza de Putin de que en caso de que su país viera su existencia comprometida, no vacilaría en usar el armamento nuclear, Estados Unidos ha tenido que pensarlo dos veces.
La única forma de derrotar a Rusia sería un ataque nuclear o el despliegue de todos los ejércitos de la OTAN en territorio ucraniano y, aun así, el resultado podría ser la Mutua Destrucción Asegurada y un enfrentamiento abierto o soterrado con todo el Sur Global.
Esto explica las posiciones de Donald Trump, que ha tenido que reconocer que Ucrania está derrotada, que los territorios perdidos ya no los puede recuperar, que no puede pertenecer a la OTAN y que no enviará soldados a ese país. Lo expresó con claridad el nuevo vicepresidente Vance en Múnich hace pocos días
Trump acusa a Biden y a Zelenski de iniciar una guerra que “nunca ha debido producirse” y aprovecha para maltratar a Europa, ya no como aliado que hace todo el gasto, sino como subordinado que debe hacer de nuevo todo el gasto y, además, pagar la reconstrucción y cargar con todo el peso de la guerra en caso de que decidan continuarla. De todas maneras, Europa no tendrá ningún papel en un eventual proceso de paz que apenas está comenzando a cocinarse.
Como nunca estuvo claro si la ayuda económica y militar a Ucrania era un préstamo o un regalo, ahora Trump quiere, con su talante de mercachifle, sacar de los rescoldos ganancias, apoderándose de todas las riquezas de lo que quede de Ucrania.
El mundo según Trump será de hegemonía estadounidense y lo de Ucrania es apenas un detalle. Su verdadero rival para esta hegemonía es China y los demás países son meras fichas de ajedrez. Blandiendo su arrogancia y prepotencia, quiere arrodillar aun a sus amigos. Pero el mundo ya no es el de antes.
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