Venezuela desde acá
Opinión

Venezuela desde acá

Condenar al régimen y apoyar la oposición es muy fácil. Defender al régimen y condenar a la oposición, demasiado pueril. Suponer que todo se soluciona con la renuncia de Maduro…

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abril 29, 2017
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A los ojos de medio mundo (que quizá sabe dónde queda) y de nosotros sus vecinos cercanos y de uno que otro (que son muchos) adorador de la santa democracia liberal que impera en Occidente desde hace doscientos escasos años; lo que pasa en Venezuela es como si pasara en la familia, en la vereda, en el barrio o en la misma cuadra donde cualquier ruido en la noche despierta al vecino más curioso (colaborativo) y este alerta al resto del mundo que duerme.

Por eso no reprocho como hacen muchos fanáticos a la gran prensa amarilla nuestra que se ocupa todo el día de las protestas; tampoco a las redes sociales que nos inundan con las impresiones particulares de la crisis, de igual forma, me entretengo con CNN y Telesur en sus opuestas visiones de una misma amargura, azucarada de distinta manera, pero con la misma intención propia de defender y atacar al unísono.

Condenar al régimen (el del Socialismo del siglo XXI) y apoyar la oposición (en una MUD (mesa) con muchas patas) es muy fácil. Defender al régimen (al del chavismo) y condenar a la oposición (fragmentada y díscola) también es demasiado pueril. Peor aún, hacer lecturas de la crisis de Venezuela sin releer en su historia reciente como república, sería irresponsable y tonto. Suponer que todo se soluciona con la renuncia de Maduro y con la caída del chavismo. ¿Qué salidas propone la oposición que no sean las ya conocidas para este tipo de crisis? ¿Cómo hace la oposición para desligarse de los remedios de la derecha continental que defiende al gran capital y que sólo vela por la democracia cuando es proclive a sus intereses?

 

En Venezuela hay una “tradición democrática” de autorregulaciones
que terminan deponiendo al gobernante de turno
cuando sus disparates colman la paciencia de los militares y élites cercanas

 

En Venezuela hay una “tradición democrática” de autorregulaciones que terminan deponiendo al gobernante de turno cuando sus disparates institucionales colman la paciencia de los militares y algunas élites cercanas. Revisen la historia del siglo XX en Venezuela y se darán cuenta de ello. Recordemos que el Siglo XXI empezó con el golpe de Estado en el 2002 por 48 horas.

Golpes de Estado avisado dicen en Venezuela.

¿Por qué dos repúblicas tan parecidas (Colombia y Venezuela) en sus orígenes de revolución, independencia y tradición democrática, terminaron siendo tan distintas en sus formas de gobernarse y de resolver sus diferencias internas?

Como en las buenas familias hay de todo y dos hermanos o hermanas rara vez se parecen, o más, nacen con diferencias que los mantienen en relaciones tirantes todo el tiempo y entre el amor, la lealtad, el odio y la rabia, y así, entre torcidas de ojos y agarrones, fortalecen los lazos de sangre a su manera.

Eso nos ha pasado con Venezuela todo el tiempo. Primero fue la hermana que nos dio el impulso y hasta Libertador para pelear la independencia de España en el siglo XIX; luego era la presumida rica y ostentosa que nos proporcionó alojamiento, trabajo y viandas cuando estábamos en crisis y acá no había como preparar el desayuno. Después apareció Chávez (parientes tiene uno de todo tipo) y las cosas empezaron a diferenciarse no por las presunciones de antes, sino por la forma de pensar de cada uno de los hermanos. O de la hermana Venezuela.

Cada sociedad con el Estado que construye promete el paraíso a sus gobernados. En Occidente la democracia liberal promete la igualdad y el progreso en un ambiente de libertad individual y de mercado. El Socialismo del siglo XXI en el cual cree media Venezuela promete lo mismo, pero desde la visión colectiva y comunitaria del Estado omnipotente.

El maravilloso poder de los mitos y la ficción como diría Y. N. Harari en De animales a dioses.

Un problema doméstico en una casa del vecindario, termina convirtiéndose en una tormenta política regional por cuenta de las diferencias ideológicas que gobiernan a Occidente. Nada más.

Coda: en Venezuela tengo a mi tía María Acosta, a mi prima Martha Ligia y a su papá Rafael Arrieta, en Valencia (Carabobo), donde cada día les cuesta mucho conseguir alimentos y víveres para mantener la dieta del régimen de Maduro. Eso me cuentan ellos, antichavistas consumados. Digo Yo.

 

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