Vamos de 10: la desconfianza trabaja para el virus
Opinión

Vamos de 10: la desconfianza trabaja para el virus

Colombia se metió en el pelotón puntero de los países más afectados del mundo con el coronavirus. Lo que nos está aniquilando es la desconfianza en los líderes, entre ellos…

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agosto 03, 2020
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Lo que nos aniquila no es el virus. Es la desconfianza en los líderes, entre ellos, entre nosotros, hacia las instituciones, hacia los empresarios, la que le carga ladrillo al virus.

Alguien dijo en los 90, refiriéndose a la clave para recomponer un país: “Es la economía, estúpido”. No es la llave en Colombia, particularmente en la era del coronavirus, donde debería decirse: “Es la confianza, estúpido”.

Es imposible que, en un país en el que connotados líderes políticos y sus seguidores, en temas como la paz, busquen desollar a sus contradictores etiquetándolos, destruyendo sus honras, y viceversa, sin siquiera simular que escuchan, pueda darse un acuerdo alrededor de cómo salirle al paso a la pandemia. La confianza no se construye en compartimentos estancos, aquí sí, allá no.

Si la sociedad no es capaz de congregarse alrededor del repudio a los asesinatos de líderes sociales, de ambientalistas o de ex-guerrilleros, resulta improbable que pueda hacerlo para poner en marcha el recetario del cuidado frente al covid- 19 a cargo de cada uno: distanciamiento, tapabocas, lavado de manos.  Y menos de lograr acuerdos para la superación de la gravísima reducción del ingreso en millones de hogares, de mitigar las enormes dificultades para decenas de miles de empresas.

¿Qué aporta, por otro lado, a la construcción de confianza, que líderes de las Farc nieguen el reclutamiento infantil que durante décadas practicaron?   ¿Creen, de verdad, que contribuyen al proceso de paz, a tender las manos en busca de la reconciliación?

Usando términos ciclísticos, Colombia se metió en el pelotón puntero de los países más afectados del mundo con el coronavirus. En el puesto 10, con más de 317.000 contagiados y en el 12 en número de fallecidos (más de 10.000), datos que nos asustaban hace tres meses cuando sabíamos de las cifras europeas o del Irán, es probable que nos ganemos unos lugares más en el ranking trágico en los próximos días. ¡Ah! En el indicador de pruebas por millón de habitantes sí obtenemos un modesto puesto: 98.

Estando en el tramo de crecimiento exponencial de la famosa curva, es posible que dupliquemos uno y otro indicador en las primeras tres semanas de agosto. Crematorios atiborrados en algunas ciudades dan fe de tragedias familiares que no podemos asimilar porque, a fuerza del embate viral, se hunden en la estadística. Es lo que veíamos, aterrados, en los noticieros, acerca de lo que ocurría en el norte de Italia, por allá en marzo, hace ya mucho tiempo.

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¿Culpar a las autoridades criollas? No tiene sentido. No existe acá, como en EE. UU.  o en Brasil, un referente de la anticiencia y la estupidez a quién culpar

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¿Culpar a las autoridades criollas? No tiene sentido. No existe acá, como en Estados Unidos o en Brasil, un referente de la anticiencia y la estupidez a quién culpar, como Trump o Bolsonaro, que ridiculizaban, hasta hace poco, a quienes utilizaran el tapabocas. Finalmente, es probable que Biden gane las elecciones en noviembre gracias a las evidencias diarias de ausencia de empatía, negación de los diagnósticos de su equipo médico, que Trump regala a costo altísimo en vidas humanas.

En realidad, tanto el presidente Duque como los alcaldes, en general,  han estado alineados en las estrategias del confinamiento y de la apertura de actividades económicas con los respectivos protocolos. Los alcaldes de Bogotá y Medellín han mostrado su liderazgo; Duque ha tenido la  inteligencia de plegarse, en términos generales, de aceptar la cuarentena y de echar para atrás el segundo día sin IVA. Se sabe, sí, que el cierre del aeropuerto El Dorado se demoró y que la euforia de los ministros y dirigentes gremiales en torno el Covid Friday han tenido su contrapartida y contribución en el aumento del uso de una parte de la capacidad instalada de UCI. También, que las pruebas son insuficientes y la demora en los resultados, absurda (tanta que ¿ya para qué?).

En mayo figuraba Colombia entre los países de mostrar; ciudades como Medellín merecieron, en su momento, elogios de The Economist. ¿Qué ocurrió? No tiene sentido culpar a alguien en particular.

Hay un aspecto de fondo que es determinante. Para sortear situaciones en extremo difíciles como la devastacion producida por una guerra, una catástrofe natural o una crisis económica, las sociedades deben moverse unidas. Sea el New Deal de Roosevelt comenzando los años 30, la reconstrucción alemana o japonesa después del 45 y los respectivos “milagros”,  o la dura siembra de los surcoreanos, hundidos en la pobreza y el dolor, fueron ejercicios de trabajo colectivo, paciente, realizado sobre la base de la confianza entre los ciudadanos y sus líderes.

Claro, mucha norma en un país como Colombia en el que, de acuerdo con el DANE (PILA, mayo 2020), en 23 ciudades o áreas metropolitanas colombianas, el 46% de las personas en el mercado laboral están en la informalidad. Ciudadanos que requieren de la ciudad abierta, que no confían en las autoridades. Si la tasa de desempleo en junio pasado fue de 19.8% y en ciudades como Neiva , del 40% ,¿cómo les aplica el confinamiento alos que carecen de trabajo? ¿En dónde, porque no es en el Congreso, se trata el tema?

¿Qué ocurrirá con los jóvenes que estaban matriculados en la educación superior y dejaron de serlo a partir del segundo semestre del 2020? ¿Hay alguna red de protección para ellos en la que estén  involucrados los empresarios, las universidades, el estado?

Como toda pandemia, esta pasará algún día. Por estas y algunas otras latitudes, presididas por la desconfianza, a unos costos altísmos e innecesarios en vidas humanas, pérdida de oportunidades de educación, de empleo.

 

 

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