Usted no sabe (casi) nada, le explico por qué
Opinión

Usted no sabe (casi) nada, le explico por qué

Sabe cómo funciona un inodoro? ¿Por qué creemos que sabemos cosas que realmente no sabemos? ¿Por qué nunca pensamos solos? (y lo que pensamos es lo que piensan los demás)

Por:
diciembre 29, 2019
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¿Usted sabe cómo funciona un inodoro? Cierre los ojos un segundo y piense en la respuesta. Con esa pregunta empezó su charla Steven Sloman, psicólogo, profesor de la Universidad de Brown. Mi respuesta al cerrar los ojos fue que sí, que yo sí sabía cómo funcionaba. Muy rápidamente, cuando puso un esquema del paso a paso me di cuenta de que no, que yo solo entendía algunas cosas elementales del funcionamiento del inodoro. Probablemente le haya pasado lo mismo a usted, y si no, mis respetos: el inodoro es una innovación de la ingeniería bastante lejos de ser trivial para quien jamás ha pensado sobre el tema.

No era una charla sobre inodoros, sino sobre cómo forman las personas sus opiniones y cómo justifican sus creencias. Pocas cosas más fascinantes que entender los procesos cognitivos. Son fundamentales para entender la política, el mercado, nuestras relaciones, y casi todo lo demás. Con algunas excepciones, la mayoría vivimos bajo varias ilusiones. La primera, pues, es esa de que sabemos realmente cómo funciona un inodoro. La segunda es que decidimos conscientemente nuestras acciones. Y no, la verdad es que casi siempre somos títeres de nuestras emociones, nuestro pasado, nuestras lealtades, nuestra biología. La tercera ilusión es que sabemos cómo funciona nuestra mente y la mente de los demás. La verdad es que no sabemos del todo, es uno de los asuntos más complejos de la ciencia.

El profesor Sloman dio varias luces. En el estudio, después de escuchar que casi todos los sujetos decían que sí sabían cómo funcionaba el inodoro, preguntaban: “Bueno, explíqueme cómo funciona”. Y, ahí, instantáneamente se daban cuenta: no sabían. Decir que entra material y sale por otro lado no es precisamente una buena respuesta. Repitieron la pregunta inicial, después de haber pedido la explicación del funcionamiento, y acá ya la mayoría decía que no, que no sabía cómo funcionaba el inodoro. Un primer resultado elemental, y para mí bien profundo: basta con pedirle a alguien que explique algo que dice entender para que esa persona, por sí misma, se de cuenta de que probablemente no sabe. Un problema para discutir en otra ocasión: por supuesto, nada de esto funcionaría en Twitter, nada cabe ahí, solamente la afirmación del ignorante del comienzo, “¡Que yo sí sé cómo funciona el inodoro!”.

La pregunta más importante es ¿por qué creemos que sabemos cosas que realmente no sabemos? Aquí Sloman explica algo interesante: “Los científicos cognitivos han tendido a ver la formación de creencias y de actitudes desde tres perspectivas: como un proceso de razonamiento deliberativo, como una reacción intestinal modulada por sentimientos, o como un fenómeno cultural basado en relaciones partidistas.” Las dos primeras perspectivas son fenómenos a nivel del individuo – representando la idea de Platón de dos caballos, la razón y la emoción, tirando para lados opuestos- y la tercera es un fenómeno de grupo. Sin embargo, los avances recientes demuestran que ninguna de estas tres es absolutamente cierta y que el modelo que más se acerca a la realidad es el “modelo comunitario”.

 

No cabe duda de que lo que pensamos y lo que creemos no es un asunto individual.
Sin embargo, no es tan sencillo cómo sugerir que creemos y pensamos
lo que heredamos del grupo al que pertenecemos

 

En el modelo comunitario las creencias y actitudes, en general, son consecuencia del conocimiento o la posición de la comunidad que el individuo filtra con la razón, emoción o con alguna combinación de esas. Es decir, no cabe duda de que lo que pensamos y lo que creemos no es un asunto individual. Sin embargo, no es tan sencillo cómo sugerir que creemos y pensamos lo que heredamos del grupo al que pertenecemos. Y, bajo esta perspectiva, decimos que sabemos cómo funciona el inodoro porque sabemos que alguien en nuestra comunidad sabe cómo funciona. Es decir, externalizamos nuestras explicaciones a las que da la comunidad a la que pertenecemos. Es razonable: desde Google hasta algún ingeniero en el grupo de WhatsApp -es decir, en la comunidad- seguramente sabe cómo funciona el inodoro. Descubrimos, solamente cuando nos han pedido que expliquemos el asunto en detalle, que realmente cada uno como individuo no sabe casi nada. En general, no distinguimos lo que nosotros sabemos de lo que nuestra comunidad sabe.

En palabras de Sloman, “las personas viven con la ilusión de que son agentes racionales que razonan, sienten, y toman decisiones como individuos.” Las implicaciones políticas son importantes. La primera es que “los esfuerzos persuasivos casi nunca producen cambios”. Las personas, usualmente, han tomado la posición política que es la de su comunidad y, muy difícilmente, va a cambiar de opinión. Sería costoso salirse de la opinión de la propia burbuja. La posibilidad de cambio, en el modelo comunitario, resulta de cambiar la opinión de comunidades no de los individuos.

Dos conclusiones finales de Sloman. La primera es que “la mayoría de las personas habitualmente externalizan su pensamiento político a otros sin ser plenamente consciente de que lo están haciendo. Pueden ser inducidos a pensar por sí mismos, pero esto requiere apreciar las limitaciones de su propia base de conocimiento con una consiguiente reducción en la confianza propia, lo que conduce a conclusiones menos firmes (y por lo tanto mejor calibradas).” Claro: la duda, aunque difícil en principio, es el camino del sabio.

La segunda conclusión es que “las personas sienten que comprenden solo por el hecho que otros afirman entender (…). Esto puede conducir a comunidades compuestas de individuos que piensan que entienden alguna narrativa sobre un jugador o acción porque los que los rodean piensan que entienden, aunque en realidad nadie entiende. Debido a que diferentes comunidades dependen de diferentes narrativas, esta es una receta para guerra cultural.”

Así que, si llegó hasta acá, la invitación es a que decida libremente a quién le va a creer. Usted no sabe casi nada y eso está bien, al menos sea consciente de su ignorancia, y decida a qué tuitero, columnista o vecino le va a delegar su opinión política, bajo la ilusión de que es realmente suya.

@afajardoa

Publicada originalmente el 20 de octubre de 2019

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