Uribe y Duque incorporan un clientelismo que se creía enterrado: a lo Shakespeare y a lo Turbay

Uribe y Duque incorporan un clientelismo que se creía enterrado: a lo Shakespeare y a lo Turbay

¿Cómo pudo haber sido considerado “esencial” Uribe para el turbayismo cuando lo nombra jefe de la Aeronáutica Civil? ¿Aparecerá esto en alguna serie de Netflix?

Por: Carlos Tamara
febrero 23, 2022
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Uribe y Duque incorporan un clientelismo que se creía enterrado: a lo Shakespeare y a lo Turbay
Foto: Pixabay

Es en su Otelo: el moro de Venecia, donde Shakespeare aborda la apoteosis trágica del clientelismo político.

Exaltamos que aquí Shakespeare sea eminentemente subversivo. Convierte sus versos en una denuncia lírica infatigable. Devela el fondo filosófico de trocación del ser humano: Shakespeare demuestra que no existe el clientelismo, existe una situación de clientelismo político. El impacto del clientelismo atosiga visceralmente la sociedad.

Demuestra en efecto que tan pronto Yago es burlado en su mérito de ser ascendido justamente al cargo para al cual estaría capacitado y tendría la experiencia, esa mella configura un cáncer que hace metástasis en todo su entorno, dilapidando las vidas de aquellos que están cercanos a la situación clientelista creada. La criminalidad de la sociedad necesariamente se dispara.

Shakespeare expone poéticamente en gran síntesis la trágica situación clientelista en la voz de Yago así:

“Bien, pero no hay remedio / la maldición es esa del servicio / por carta o por favor llega el ascenso / no, como antaño, por antigüedad / heredando el segundo a su primero. /Ahora, señor, juzgado vos si, en justicia, existe razón de parentesco / por la que deba yo querer al moro.

En este momento Shakespeare premia a Yago con el verso en vez de la prosa. La dignidad del metro da el tamaño de la crisis que Yago devela.

Ya para este momento Yago ha expuesto ante Rodrigo el rencor naciente que lo carcome.

Ya allí Rodrigo está implicado ineluctablemente. Ya allí existe una situación clientelista que irrigará sus metástasis.

Y qué descaro. Cuánta ignominia: Rodrigo sin méritos propios intenta hacerse a los amores de Desdémona a través de Yago. ¡Cuánto horror hay allí!

Nadie alcanza a darse mejor cuenta de tan enorme martirio que una sensibilidad como la de William Shakespeare. Y Shakespeare instila versos.

Pero Shakespeare no es solo poesía. Shakespeare asume vuelo. Devela el fondo filosófico planteándolo estrictamente en sentido aristotélico.

El desconocimiento de los méritos de Yago introduce una violación del Principio de No Contradicción. A Yago se le niega ser lo que es. Desde ese momento todo se trivializa. Cualquier cosa puede ocurrir…y ocurre ineluctablemente.

Shakespeare aborda solo una trama de las infinitas que pueden suceder, todas a cual más trágicas. Y le pone versos a ese monstruo de mecánica política.

Shakespeare canta en versos inmortales los desastres trágicos de la mecánica política. Esta mecánica introduce en la rueda del desenvolvimiento de la sociedad unos palos que traban el libre discurrir de los méritos.

Como el ser humano dista de ser un objeto newtoniano de trayectoria determinista la mecánica política es mucho más compleja.

En ese momento Yago habla del servicio, luego hablamos de burocracia. Yago acepta que aquello no tiene remedio.

Como diría muchos siglos después Marshall McLuhan: el medio es el mensaje. Yago es el medio y el mensaje. Y lo aboca. Yago se transmuta. Mientras tanto queda en el aire, qué servicios puede prestar aquél cuyos méritos son insuficientes.

¿Cómo pudo Julio César Turbay nombrar en su condición de presidente de la República a alguien como Álvaro Uribe Vélez como jefe de la Aeronáutica Civil?

El odio se incorpora y se hace sangre y carne en los músculos mentales de Yago, en toda la hedionda carroña política en que queda convertido su cuerpo y su alma.

Para discernir más sobre el asunto he de tomar, la ruta del filósofo Michael Sandel recientemente descrita en el periódico El Tiempo, que aborda el estado del arte de evolución del clientelismo político que Shakespeare denunciara.

La medida del impacto del nombramiento de Uribe pareciera estar en el siguiente debate: (…) Nadie se refiere a los administradores financieros como trabajadores esenciales. Pero ganan 800 a 900 veces más que una enfermera o una maestra. ¿El valor de su contribución a la economía o al bien común es realmente 800 veces mayor que el de una enfermera?

El asunto allí íntimamente pertinente es que cabe la pregunta, ¿qué iría a hacer en ese momento el flamante nuevo jefe de la Aeronáutica Civil que valiera la importancia política de ese nombramiento? ¿Expandió 900 veces su contribución a la economía o al bien común aquella permanencia en el poder de tal institución crucial?

Los impactos de ese nombramiento de marras estallan en la conformación de la lista de Congreso del Centro Democrático para este año.

La situación clientelista se expande. Yago florece. Por encima de todo lo que pudo haber demostrado al interior de ese partido María Fernanda Cabal en su campaña a la candidatura, sea del caso, se escoge por encima de todos los méritos al cabeza de lista que dijo Uribe, en la persona del nieto de quien en su momento lo promoviera como jefe de la Aeronáutica Civil.

Entonces como ayer cabe la pregunta, ¿qué es lo que viene a cocinar dentro del uribismo el número uno de la lista para Congreso?

Ahora bien, sabemos que Yago expandió una ola de muertes. Sabemos que el clientelismo, lo demuestra Shakespeare en Otelo, es la instauración trágica de la meritocracia del servicio.

Repica Sandel: “(…) Pero la meritocracia es algo diferente. Es una forma de repartir renta y riqueza, poder y honores y estima sobra la base de lo que la gente piensa que merece”

He allí cómo se catapultó a Uribe. Tal cual se pretende ahora con la tal lista de maras al Congreso.

Pero, ¿estaría solamente implicado Uribe? Dudas del tamaño de una catedral gótica deslumbran: no hay que olvidar que el subpresidente Duque, como lo llama opíparamente Ramiro Bejarano, es hijo nada menos que de Iván Duque Escobar (q.e.p.d), el palafrenero preferido de Turbay Ayala. Allí hay un consorcio.

Esto quiere decir que quien ha seguido gobernando durante todo este periplo es el insigne moro de Colombia. Recientemente María Fernanda denunció quien le metió a Santos por los ojos a Uribe.

Y de allí tendríamos que el asunto aquel de los 6.402 falsos positivos viene a configurar la quintaesencia del lugar adecuado turbayista, fraguada su continuidad desde el nombramiento aquel en la Aeronáutica Civil.

Muerta la condición aquella de los continuos estados de sitio, se imponía su reemplazo: guerras larvadas permanentes de baja intensidad. Liquidación paulatina pero continua de cualquier oposición siguiendo patrones institucionales incrustados en el poder.

¿Será entonces que el Acuerdo de Paz obliga a una nueva lectura turbayista del lugar adecuado? ¿Será en el nuevo Congreso donde se fraguarán las nuevas modalidades que seguirán perpetuando la hegemonía del clientelismo en el poder?

Lo cierto es que hasta ahora han estado siguiendo un decurso sigiloso. La lista se mantiene en un anonimato conveniente y crucial. Quien se ofrece al martirologio de impulsarla es el mismo que la propicia.

Es una forma hábil de mostrarla desapercibida como si nada estuviera ocurriendo. En medio de un silencio estruendoso el cabeza de lista no aparece por ninguna parte. No figura en las encuestas.

Existen dudas de que haya llegado la situación a una maduración tal que esa lista se imponga.

Si ya la guerra contra las FARC no es epicentro del engaño clientelista, ¿es el ingreso de las nuevas lecturas de la izquierda en su capacidad de hacerse al poder lo que alienta la aparición del clientelismo turbayista?

Si la situación no está madura, esa lista perdería escaños pues su razón política de ser no existe en la actualidad. Lo único que podría salvarla es su descaecida maquinaria. No tienen nada más. Sin embargo, repetimos, nadie creería que eso fuera suficiente si la situación no está madura.

De todas maneras, Michael Sandel explora nuevas profundidades que harían necesaria una relectura de El moro de Venecia. “Deberíamos preguntarnos cómo queremos vivir juntos. Cómo poder crear espacios públicos comunes que vinculen a personas de diferentes ámbitos de la vida. ¿Cómo renovar la infraestructura cívica de una vida democrática compartida?

Finalmente, la entrevista se solaza cuando rememora los efectos de ese dechado de simetría que está siendo la pandemia: “las personas con dinero o diplomas de las mejores universidades no fueron necesariamente consideradas ‘esenciales’ durante la pandemia”; y contrariamente cómo pudo haber sido considerado “esencial” Uribe para el turbayismo cuando lo nombra jefe de la Aeronáutica Civil. ¿Qué fue a hacer allí? ¿Aparecerá esto en alguna serie de Netflix?

El clientelismo turbayista se daba por muerto y enterrado, ¿Uribe y Duque pretenden rescatarlo?

La lectura de Otelo revela otro aspecto trágico del clientelismo político. La mujer siempre es la perdedora. Pierde Desdémona la vida y también Emilia, tanto como Blanca la querida de Casio. Y Yago dice que es sin remedio María Fernanda…

Nota. Las citas de la entrevista acaecen con motivo de la publicación del libro de Sadel: La tiranía del mérito. ¿Qué ha sido del bien común? que habrá que leer.

Postdata. Dice Sadel: “Durante las últimas cuatro décadas, al abrazar el mercado, soslayamos nuestro juicio moral sobre la dignidad del trabajo y sobre el valor de la contribución social. Lo delegamos a los mercados y tuvo el efecto no solo de injusticia y aumento de las desigualdades. También vació el discurso público, lo drenó de las cuestiones que importan, como el significado de nuestro contrato social, de la contribución social que nos debemos unos a otros como ciudadanos”.

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