Una nueva oportunidad para Colombia reconociendo la verdad

Una nueva oportunidad para Colombia reconociendo la verdad

La Comisión de la Verdad no busca juzgar, la JEP lo hace, sin embargo, es necesario reconocer los principales perpetradores del conflicto y su testimonio

Por: Jonathan Stephen Jiménez Peñuela
julio 13, 2022
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Una nueva oportunidad para Colombia reconociendo la verdad
Foto: Leonel Cordero

El informe de la Comisión de la Verdad y la llegada de una opción alternativa al gobierno nacional, son quizá dos de los hitos más relevantes en el país en la actualidad, que se perfilan como una oportunidad desde la llegada de la República.

Ya la Comisión Histórica había dado unos fundamentos acerca de los posibles inicios del conflicto colombiano, que según las versiones más distantes podrían rastrearse desde la propia conquista. Sin embargo, la Comisión de la Verdad no abarca un periodo tan amplio, pero si profundiza en el dolor de las víctimas, en la estructura de nación que se encuentra vulnerada y rota, según afirma el informe.

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El nuevo gobierno tiene en sus manos reparar el tejido roto de la nación, plantear la unidad defraudada por años, pues la dinámica en la que se ha movido el país ha sido la de la constante discriminación, la de las élites que han ostentado el poder gobernando para sí mismas, la del abandono territorial, la de la no presencia del Estado en los territorios que abrió el camino a la formación de movimientos guerrilleros, como opción para la toma del poder y por ende también la formación de las contrainsurgencias encabezadas por el paramilitarismo que actuaron en connivencia con las fuerzas armadas.

La implementación del Acuerdo de Paz se perfila como el punto de partida para reparar la nación, que junto con las diversas reformas que se proponen, marcan el derrotero de un acuerdo nacional que piense no en el capital, que desarrolle el capitalismo, como afirmó Petro en su discurso, pero que en la estructura productiva no se centre en la ganancia, sino en la redistribución, en la garantía de condiciones dignas para la mayoría de colombianos, que mantener las cifras de desempleo en un digito no sea el objetivo económico, sino el de lograr satisfacer las necesidades básicas a miles de ciudadanos que han sido víctimas del abandono estatal.

El objetivo del informe es el de sanar las heridas, no el de generar una escara que cada cierto tiempo se levante y vuelva a sangrar, que los hechos impensables, imposibles que se han dado en medio del conflicto, no vuelvan a suceder, que lo impensable e imposible sea la repetición, se trata de reparar la esencia de la nación al exponer la degradación inmersa en el país.

Es una meta que durará años, que nos ha de conducir a mejorar la convivencia, a coexistir con la diferencia sin necesidad que el mediador sea la violencia, y que quien medie los conflictos no sean actos de violencia, se trata de sacar a la luz esas verdades estructurales, que nos den respuesta de los cómo y los por qué.

Los cambios son culturales, en tanto la violencia en Colombia es un hecho estructural que guía a todos los sectores sociales, tantos años de guerra la han naturalizado como la única realidad en el país, donde históricamente se toma por héroes a capos de la droga, donde la opción de aniquilar al contradictor es la esencial, donde la pena y el castigo han sido pensados como la única opción de venganza, más no de reparación, donde extraditar la verdad se ha convertido en la constante a lo largo de la negociación de conflictos con diversidad de actores dejando de lado los derechos de las víctimas.

En el relato de la Comisión Histórica se toma en el informe brindado por parte de Renán Vega a Estados Unidos como un actor fundamental en la profundización del conflicto con su injerencia histórica en el devenir del país, la Comisión de la Verdad, brinda la opción de cambio con este actor internacional, ya que la lucha contra las drogas, contra el narcotráfico ha sido una constante con el prohibicionismo que ha devenido en fracaso absoluto, en ese sentido buscar otras opciones que transformen la política de drogas conducida por el país norteamericano, por un enfoque distinto, que no criminalicen al consumidor y no persiga los eslabones más débiles de esta cadena productiva, daría un marco regulatorio más acorde con la realidad que pretende el país en la senda de la Paz, en tanto esta lucha contra el narcotráfico ha sido uno de los factores que más han avivado el conflicto.

De igual forma la reestructuración pendiente de las fuerzas armadas, incluida en medio del estallido social, hace parte de la esencia en la consecución de una paz estable y duradera.

Resulta simbólica la renuncia del General Zapateiro el mismo día que se emite el informe de la Comisión de la Verdad, el General, entre tantos, con posibles nexos paramilitares, y con los denominados falsos positivos, la muestra de la degradación de unas fuerzas armadas que deberían estar al servicio de la sociedad civil.

Y es que la función que tendrían que cumplir estos cuerpos armados en un posconflicto debería ser totalmente diferente a la que han desempeñado a lo largo de tantos años de contrainsurgencia y discursos de la Guerra Fría.

La Comisión de la Verdad no busca juzgar, para ello está la JEP, sin embargo, es necesario reconocer que a lo largo del conflicto, los principales perpetradores han sido las fuerzas paramilitares, seguidos por las guerrillas y los actores del Estado.

Reconocer así mismo que las principales victimas han sido actores no armados, civiles que han sido involucrados en la deshumanización que ha sufrido el conflicto a lo largo de su desarrollo. Precisamente en esta senda hace unos días también se da el reconocimiento de verdad por parte de las cúpulas de las extintas FARC-EP en el Macrocaso 01 relacionado con el secuestro y las abominaciones que se derivaron de éste.

Una muestra de que el proceso de Paz continúa su camino a pesar de las adversidades presentadas con el gobierno saliente y la esperanza de que el acuerdo de Paz sea extensivo a otros grupos y actores con el gobierno próximo a entrar.

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