Una manifestación sobre los "homicidios colectivos" en las regiones de Colombia

Una manifestación sobre los "homicidios colectivos" en las regiones de Colombia

"Es indispensable aprovechar a los vándalos, ladrones, criminales, asesinos y demás cómplices de la inmundicia que azota el país, pues estos se matan entre sí". Sátira

Por: Farid Conde Castro
agosto 31, 2020
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Una manifestación sobre los

Es universal entre los buenos ciudadanos de nuestro amado país el llamado a la tranquilidad y el orden en el territorio nacional. Todos aquellos que se reconozcan amantes de la seguridad hacen suyo el anhelo del fin de la guerra contra el narcotráfico y el terrorismo. Por ellos hablo y a ellos hablo, y aprovecho que las páginas de periódicos y titulares de noticias están, últimamente, siendo poblados por los hechos llamados “homicidios colectivos”.

Mi intención, expresada de la forma más concreta, es enunciar a la nación la necesidad de tomar cartas en el asunto y hacer un plan perfecto y relevante, magistral, aunque humilde, que, entendiendo qué son y cómo funcionan los “homicidios colectivos”, se realicen actividades destinadas a hacerles frente, motivados por el amor a nuestro país y con el fin de tocar el fin del terrorismo y en narcotráfico.

Así, si estos homicidios están enmarcados en el mismo contexto que los demás homicidios a incitadores y defensores del terrorismo —que lo son— es muy fácil adivinar cuál es el rumbo a tomar para el gobierno y los buenos ciudadanos: es indispensable aprovechar a los vándalos, ladrones, criminales, asesinos y demás cómplices de la inmundicia que azota el país, pues estos se matan entre sí.

Estoy profundamente convencido que los homicidios de Tarazá, Jamundí, Cáceres, Puerto Leguízamo, Salgar, Palmarito (2), Palmar, Puerto Asís, Piamonte, Tumaco (2), Buenos Aires, Mercaderes, Corinto, Ituango, Yunguilla, Ciudad Bolívar, Tibú, el Quebradón, Puerto Santander (2), Totumito-Carboneras (Tibú), Norcasia, San José de Uré (Versalles y Puerto Colombia), Santander de Quilichao, Leiva, Llano Verde, Samaniego, resguardo Pialapí de Pueblo Viejo, Cinaruco, Uribe (el Tambo), Venecia, Capitán Largo y Andes, son el resultado de enfrentamientos entre bandas criminales, o entre terroristas, o líos personales, o varias a la vez. Si se aprovecha este hecho, representaría una oportunidad de ganar paulatinamente la guerra, a un bajo costo o, incluso, con ganancias.

Permítaseme presentar mis reflexiones y demostrar que están exentas de objeción.

La mejor forma de aprovechar estos, de momento inevitables sucesos, es participando de manera activa y astuta en ellos. Se puede aprovechar un sector de la población y vincularlos de manera permanente al ejército y regular las armas, para de manera paralela y haciendo uso de estratagemas, detonar conflictos entre los distintos grupos para hacerlos matarse entre sí, desde niños a ancianos, todo aquel que sea improductivo, y, por lo tanto, dispensable y un costo para la sociedad. Imagínese este escenario: de las 48.2 millones de personas en el territorio nacional, el 22.9% viven en zonas rurales o centros poco poblados, que significarían un máximo de 11.05 millones de cuerpos aprovechables para los homicidios y actividades derivadas.

Tengo un amigo en Inglaterra, cuyo conocido posee marca de ropa exclusiva que fabrica elementos de moda en piel humana, como unos guantes vendidos en 30.000 dólares y la famosísima billetera de 14.000 dólares. ¡Dólares estadounidenses! Esto representaría un incentivo económico importante para las actividades agropecuarias, ahorrando una parte considerable de los 500.000 millones de pesos que el gobierno tiene destinados al sector, además de que la carne humana puede servir de valioso complemento alimenticio para porcinos, peces, aves e incluso reces. Todo ello garantizando el sueño de que nuestra patria se convierta en la nueva despensa del mundo.

Además de los terroristas y bandas criminales, los desempleados, pobres e indios son la parte dispensable, cuerpos que no necesita la producción económica, pues hay demasiadas gentes demandando empleo y no hay suficiente oferta pues el mercado no necesita tantos brazos. Ellos también son el objetivo de este plan, que por fin puede convertirlos en miembros útiles para nuestra sociedad. Si valoraran sus vidas ¿Por qué se matan? ¿Por qué se convierten en asesinos y delincuentes? Pregúntele a cualquiera de ellos y verá que muchos, si no todos, preferirán un considerable, aunque breve, incentivo económico y morir para servir a la patria, antes que vivir años en casas de lata, muchas veces sin comer, entre inmundicia y sin medicina, televisión e internet. Considérelo usted una especie de eutanasia comercial, parecida a la hipoteca inversa. Mutuamente benéfica, por demás.

Hay que reconocer que inicialmente deben destinarse recursos no solo al mantenimiento de la fuerza pública, sino a infraestructura de carácter social, porque los dispensables no son todos y aquellos que merecen los servicios no los obtendrán de empresas privadas, para quienes, hasta que los que sobran sean usados, actuar en municipios inseguros es poco atractivo para su inversión. Sin embargo, cuando todo háyase acabado, los hospitales, escuelas, universidades y equipos productivos, pueden ser vendidos a privados en un corto plazo, garantizando un retorno incrementado de la inversión.

Otra ventaja, además, es que las personas antipatrióticas podrán ser bien desechadas o bien objetadas, pues los que hacen parte de la población desechable morirán y los demás, políticos de “izquierda” y demás cómplices de los terroristas, al ver que el Estado cumple con bienestar social que tanto exigen, quedarán sin argumento y su causa se verá mermada, sin fundamento. Aunque la lógica no sea algo que los caracterice, el apoyo que reciben de los colombianos descarriados desaparecerá. Además, siendo necesario legalizar el aborto para garantizar la máxima eficiencia del plan, las feministas obtendrán lo que siempre han querido.

Y no nos preocupemos por lo que diga la ONU y otras organizaciones ideologizadas, los “homicidios colectivos” han existido siempre y, sin importar cuantas cartas, comunicados y resoluciones han hecho, nunca se han acabado y no nos afectarán en nada.

La última ventaja se halla en que esto, como se ha dicho, solo afectará las zonas dispensables e improductivas del país, permitiendo que las capitales y otros centros urbanos importantes se deshagan de su propio exceso de mano de obra reubicándola en las zonas recientemente deshabitadas a la par que la inversión privada ocupa esos espacios, garantizando empleo, crecimiento económico y prosperidad. Garantizando así la autorregulación de la economía colombiana, el amor a nuestra nación y el espíritu emprendedor, capitalista y democrático que tanto necesita este país. Como ocurrió con los europeos que llegaron a las tierras de Norteamérica; exterminaron a los nativos, se hicieron grandes comerciantes y terratenientes y construyeron la nación más grande del mundo.

Cierro recordando que mi manifestación es puramente sincera, empática y llena de amor por Colombia. Aunque no creo que esté en mis manos promoverla o defenderla, sí veo importante resaltar que, con este plan, deseo darle alivio y utilidad al improductivo, oportunidad al emprendedor, y, por qué no, un pequeño lujo a los más ricos y su merecido a los terroristas y bandas criminales. El bien público es mi prioridad, pero desde Bogotá, poco puedo hacer, pues me hallo a cientos, si no miles de kilómetros, de estos “homicidios colectivos”.

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