Un país sin memoria está más muerto que el primer difunto en la historia del tiempo

Un país sin memoria está más muerto que el primer difunto en la historia del tiempo

"Mi patria fue boba por doscientos años, ¿será que se nos viene la patria loca y depravada que anhela de nuevo y por siempre la sangre?"

Por: Juan Mario Sánchez Cuervo
marzo 19, 2019
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Un país sin memoria está más muerto que el primer difunto en la historia del tiempo

2:00 a.m. Sencillamente no tengo sueño. Mi sueño nocturno se transforma en vigilia y esta en nostalgia, y por momentos en lágrimas. No entiendo, no puedo entender que millones en mi país quieran la guerra. Con toda seguridad han visto la guerra por la tele o la han leído en un buen sofá repasando noticias y muertos. En cambio, a estas horas de la madrugada, sin deseos de dormir porque el río violento que trasegó la historia de mi vida me trasnocha en sus aguas, es la hora del balance: repaso mis muertes, mis muertos.

En memoria de ellos y de mis padres... de papá que no soportó por mucho tiempo la cruz que le impusieron los odiosos que mataron a su consentido José Abad, de mi madre que lloró a sus hijos por mucho años. Por mi madre que conservó hasta su último momento el pantalón, la camisa agujereados por las punzadas de la tortura de su hijo, de mi hermano, José Abad. Yo lloraba viéndola llorar y llamaba a su masoquismo autoflagelación, pero nadie, menos yo, se lo podía impedir. Quién soy yo, quién es usted para juzgar el máximo dolor de una madre que soportó el secuestro y la tortura y la pérdida de su hijo.

Si se pudiera medir el dolor en toneladas mi madre cargó con una montaña rocosa en el transcurso de 30 años, y luego otro hijo, y luego un yerno que también era su hijo, y después dos sobrinos... Mamá, ya todo pasó, no hay más lágrimas en tus ojos, ahora sonríes eternamente, tu noche terminó, la noche que te deparó Colombia, la que algunos volvieron mezquina, asesina e imbécil. Madre, por tu inmenso dolor... porque te pregunté hace algunos meses en tu agonía si el dolor te resultaba insoportable y me confesaste un secreto que ahora revelo: "comparado con el dolor por la pérdida de Ramón y de mis hijos estos dolores son caricias".

Por mi dolor, y el íntimo y silencioso dolor de mis adorables hermanas Rosa, Marta, Olga, y la que siempre será la niña, mi niña, Sandra... de mis familiares y amigos... de millones de colombianos. Por mis amados y su sacrificio y su cruz y su caída injusta y aleve. Son las 2:00 a.m. y este espacio a solas lo denomino el puerto nocturno de la memoria que me ata a tantos recuerdos y canciones... afuera llueve y lloviznan por mis mejillas... lágrimas... No puedo entender que anhelar la paz sea un delito en mi patria, no puedo comprender que seas visto como enemigo y objetivo por los enemigos de esa paz que anhelo, que anhelamos. Mi patria fue boba por doscientos años, ¿será que se nos viene la patria loca y depravada que anhela de nuevo y por siempre la sangre?

2 :00 a.m. y me ha llegado esta cita con la memoria en un momento inoportuno, no la programé. Morfeo me dejó varado entre nieblas, voces del pasado, lluvia, nostalgia, rabias menudas y frustraciones de largo alcance y pérdidas que te quitan el sueño. Pero el criminal no puede quitarme la melodía, el odioso no puede evitar que cante, que incluso sonría recordando la sonrisa de mis amados que se fueron y que están. Sounds like a melody, de la agrupación alemana Alphaville, suena mientras escribo. "El sonido de tu risa suena como una melodía" dice el estribillo pegajoso. Esa fue la canción elegida para detonar la novela de mi familia en este país apocalíptico, que te arrebata casi todo, y persiste en su avaricia violenta y desquiciada de quitártelo todo: la esperanza, pero no podrán. Por ellos surgió Como una melodía... ah, no puedo dormir, ya lo sé, es que hace cuatro años los convoqué a la vida y a la alegría en esas páginas que escribí riendo a carcajadas y llorando al mismo tiempo. Hermanos: José Abad+, Óscar+. Cuñado: Ramón+. Tío: Adolfo+. Primos: Bernardo+ y Ámparo+.

Un hombre que sufra de amnesia aunque exista no existe, no sabe quién es, no tiene identidad, vaga como un zombie por un cementerio, vaga a la deriva y hacia el abismo como un negro globo apagado en un cielo oscuro. Un país sin memoria está más muerto que el primer muerto en la historia del tiempo. 2:00 a.m. y tantos minutos y la noche me ancló en sus aguas oscuras para que vea el amanecer: ¡viene el sol! y ya está aquí, y vino para quedarse, un sol de esperanza. La estupidez debe tener un límite, la estupidez colombiana debe tenerla. Al que venga a destruir mi anhelo le presento mi panteón familiar para desarmarlo, le ofrezco mi perdón para que sienta vergüenza, y le ofrezco mi corazón inerme para que ausculte: no hallará odio ni miedo. No encontrará ni lo uno ni lo otro ni nada negro que se parezca a la maldad... quizás encontrará dolores y amarguras, y alegrías profundas y sueños secretos. Venga conmigo, usted que no quiere soñar con la paz, podemos volar juntos: un firmamento infinito nos espera.

Las 2:00 a.m. se encaminan tercamente a las 3:00 a.m. de este joven 19 de marzo de 2019, y desisto de la tentación de mi cama... no, no renuncio a ella, pero retraso su somnoliento abrazo para contemplar la imagen que sobreviene a la distancia de unas cuantas palabras. La imagen de la portada de una novela que se quedó sin editorial y sin editores, a pesar de que se agotó muy pronto y que preguntan mucho por ella: en mi país la memoria no tiene permiso, y porque en todo caso se trata de  que las víctimas vaguen por un limbo que tiene el color del olvido y de lo invisible. El lector ha de interpretar la imagen de ese pájaro melodioso de la portada: es la metáfora de mi sueño, es definitivamente Como una melodía (Sílaba editores, 2015).

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