Un país atrapado en las cavernas del uribismo

Un país atrapado en las cavernas del uribismo

"Mientras los colombianos se rasgan las cabezas pensando en si el expresidente revive con Tomás el delfinato, la política internacional cabalga en otro sentido"

Por: José E. Mosquera
diciembre 01, 2020
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Un país atrapado en las cavernas del uribismo

En Colombia tenemos una clase política que vive de espaldas a los grandes debates de la política internacional. De hecho, estamos enfrascados, distraídos y atrapados por el uribismo en disputas políticas del siglo XX sobre las caducas divisiones ideológicas de izquierda y derecha. Una estrategia del miedo sobre una ideología que ya no es relevante en la política internacional.

Y lo más polémico de todo, tenemos una clase política atrapada en un debate sobre las aspiraciones presidenciales de Tomás Uribe Moreno, un personaje cuya única presentación es ser hijo de un caudillo en decadencia, sin estatura de estadista y sin capacidad para gobernar un país.

Una estrategia política del uribismo para mantener al pueblo agarrado de las mechas y ellos como centro de las tormentas políticas, debates que no son determinantes en el nuevo orden mundial. Mientras los colombianos se rasgan las cabezas pensando en si el expresidente Álvaro Uribe con sus áulicos reviven con Tomás la especie de monarquía política hereditaria del delfinato que vivimos desde el siglo XIX, la política internacional cabalga en otro sentido.

Los grandes discusiones políticas internacionales de cara al futuro giran en torno a dos grandes temas: la guerra tecnológica y comercial de los chips y de la 5G (quinta generación de tecnologías de telefonía móvil) entre Estados Unidos y China, el mayor instrumento tecnológico de dominación en los próximos años en el mundo. Avances tecnológicos, donde los chinos han dejado rezagados a Estados Unidos y a las potencias de Europa.

Y el otro gran debate es sobre el mayor acuerdo comercial del mundo firmado por la Asociación Económica Integral Regional ( RCEP), que suscribieron China, Japón, Corea del Sur, Australia y Nueva Zelanda con diez países de la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (Asean), Indonesia, Tailandia, Singapur, Malasia, Filipinas, Vietnam, Myanmar, Camboya, Laos y Brunei.

Un total de 15 países de Asia y Oceanía que suman 2.200 millones de consumidores, equivalentes al 30 % de la población y el comercio mundial y con un PIB de 26.2 billones de dólares que significan un 30% del PIB mundial. Acuerdo económico que elimina aranceles sobre más del 90% de los bienes intercambiados entre los países signatarios.

Y nosotros inmersos en una serie de debates parroquiales y sin propuestas sobre cómo vamos a afrontar aquellos cambios mundiales y cómo aprovechamos nuestra privilegiada ubicación geoestratégica en la Gran Cuenca del Pacífico. Seguimos sumidos en controversias pseudoambientales, protagonizados por personajes que se oponen al desarrollo y la modernización de la infraestructura portuaria del país, especialmente en el Pacífico chocoano, sin examinar con profundidad las ventajas estratégicas que tenemos con las nuevas rutas de la seda de China y las nuevas dinámicas de las economías en el Asia Pacífico.

Unas ventajas geoestratégicas que nos permite construir dos megapuertos de aguas profundas con sus respectivas zonas industriales en Tribugá y Aguacates en el Pacífico y de paso se pueden unir mediante una carretera y luego con vía férrea con otro futuro megapuerto de aguas profundas y una zona industrial en Tarena en el Atlántico.

Tres puntos geográficos estratégicos en el geocentro del Pacífico y Atlántico americano y donde el país puede construir las tres zonas industriales más importantes, más estratégicas y más competitivas del continente al frente de China e India, dos de las cuatro economías que marcan el paso en el nuevo orden mundial.

Con todas estas ventajas estratégicas continuamos enfrascados en debates del mundo de las cavernas del uribismo y tragando los cuentos de los pseudoambientalistas, orquestados y financiados por una clase dirigente miope del Valle que no observa el mundo más allá del monocultivo de la caña y un grupito de politiqueros de la Alianza Verde patrocinados por los mismos grupos económicos afines al uribismo.

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