Ucrania: la guerra asimétrica
Opinión

Ucrania: la guerra asimétrica

Aunque Rusia gane la guerra en Ucrania no habrá ganado la guerra que libra de hecho con EE. UU. que ya ha logrado la expansión de la OTAN y la demonización de Putin

Por:
mayo 24, 2022
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Al cabo de dos meses de la invasión rusa de Ucrania se han producido dos hechos que hablan claramente de la naturaleza de una guerra que hay que calificar con todas las letras de “guerra asimétrica”, tal y como la definen la doctrina militar tanto norteamericana como rusa y china. El 16 de mayo, en una sesión solemne realizada en la sede de la OTAN en Bruselas, diplomáticos de Finlandia y Suecia presentaron su solicitud de ingreso a esta agresiva alianza militar dirigida a todos los efectos por el Pentágono. Mientras lo hacían, un millar de soldados de la división neonazi Azov se rendían en la siderúrgica de Mariúpol presagiando lo que se consumaría pocos días después: la rendición completa de dicho foco de resistencia y el control por Rusia de un puerto que resulta estratégico por formar parte de la franja de tierra que comunica las repúblicas de Donetsk y Lugansk con la península de la Crimea.

Washington tanto como Moscú tienen motivo para alegrarse con sus respectivas victorias. El problema es que las dos no son simétricas. La primera es una victoria en el ámbito de las guerras convencionales, libradas con armas convencionales, mientras que la segunda es una batalla ganada en el ámbito de las guerras asimétricas. Las guerras libradas en la época en las que las guerras convencionales son sobrepasadas por arriba por la guerra nuclear, y por debajo por la guerra de guerrillas, las insurgencias urbanas, el terrorismo, las guerras económicas y las batallas por el control de la información.

La victoria de Washington no es una victoria militar sino política y diplomática que, desde luego, tiene mucha más importancia estratégica que la caída de Mariúpol en manos rusas. Incluso podría decirse que, aunque Rusia gane la guerra en Ucrania, no por ello habrá ganado la guerra que libra de hecho con los Estados Unidos de América. Que se puede dar el lujo, si esa victoria llegara a ocurrir, de sacrificar ese peón en beneficio de un nuevo avance significativo en su estrategia de cerco y aniquilamiento de Rusia. Cuyos principales logros son hasta ahora, la expansión de la OTAN desde la frontera oriental de Alemania hasta las fronteras occidentales rusas y el éxito de su sistemática campaña de demonización de Putin, que ha logrado que la dirigencia política y la opinión pública occidentales se nieguen a escuchar cualquier cosa que diga y rechacen de antemano todo lo que propone, por más razonable o realista que sea. Como en los “buenos y viejos tiempos” de la Guerra Fría.

De allí que hayan caído en oídos sordos todas las propuestas conciliadoras que hizo en los últimos seis meses con el objetivo de impedir el ingreso de Ucrania en la OTAN y de asegurar su neutralidad.  Pensó que dicha incorporación permitiría al Pentágono completar la militarización de las fronteras occidentales de Rusia y pondría una espada de Damocles nuclear sobre la cabeza de Moscú. Es muy probable que se sintiera entre la espada y la pared por lo que decidió que no tenía más remedio que plantar cara y dar la batalla.  Con lo que probablemente no contaba es con que su intervención militar en Ucrania le facilitara a Washington la incorporación a la OTAN de Suecia y sobre todo de Finlandia, que pone a tiro de piedra a San Petersburgo, la segunda ciudad más importante de Rusia, su acceso privilegiado al mar Báltico.

Al momento de escribir esta columna, el ingreso de Suecia y Finlandia aún tropieza con el veto de Turquía, pero es muy improbable que dicho veto lo impida finalmente. Washington no se va a dejar arrebatar esta victoria, así como así y en el último momento. Pero si así fuese, si dicho ingreso se aplazara sine die, esto no anularía los importantes logros que Biden ya ha conseguido hasta la fecha explotando al máximo en su beneficio la intervención militar rusa en Ucrania. So pretexto de que la misma vendría a demostrar que Rusia es una potencia imperialista decida a invadir al resto de Europa, ha conseguido el apoyo prácticamente unánime de los países de la Unión Europea, entre los que destacan por su beligerancia los de la Gran Bretaña y Alemania, seguidos de cerca en el entusiasmo bélico por los de España e Italia. Apoyo que se ha traducido, en el plano económico, en el compromiso de la UE de expulsar a Rusia de su mercado energético para entregárselo a las multinacionales anglosajonas. El tamaño de esta ganancia lo mide el hecho de que la UE compró el año pasado a Rusia gas y petróleo por la suma de 70.000 millones de euros.

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La pregunta que queda es si estos espectaculares logros de Biden sobrevivirán a las duras pruebas a las que ya los está sometiendo la economía

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La unanimidad del apoyo político de la Europa Occidente a Biden también ha redundado en el fortalecimiento de esa OTAN, a la que el presidente Macron le llegó a diagnosticar “muerte cerebral”. Y por lo tanto en un crecimiento del gasto militar de todos los países la UE, tanto de los que están dentro como fuera de la misma, que beneficia enormemente a la industria armamentística norteamericana. Alemania ya anunció que incrementara en 100.000 millones de euros su presupuesto militar. Por último, pero no por último menos importante, el fortalecimiento político de la OTAN aplaza sine die el proyecto francés de un ejercito europeo independiente de la misma y por lo tanto fuera del control de Washington.

La pregunta que queda es si estos espectaculares logros de Biden sobrevivirán a las duras pruebas a las que ya los está sometiendo la economía. Porque todos se han conseguido a costa de tensar aún mas las cadenas internacionales de suministro, de disparar la inflación en todo el mundo y de restarle competitividad a Europa occidental por la elevación inmediata del precio de su tarifa energética. Una buena noticia para China que seguirá comprando el petróleo y el gas ruso a un precio mucho, como también lo hace la India, cuyo aparato industrial recibirá un nuevo estímulo.

 

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