Torpe y terco… ¿qué hacer?
Opinión

Torpe y terco… ¿qué hacer?

Si no se presenta la renuncia del presidente, una salida sería que él forme unos equipos que lo ayuden a no hundirse más y no hundir más el país en el caos actual

Por:
mayo 26, 2021
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El problema más apremiante del momento es el cómo salir del impasse alrededor del paro y los bloqueos. Pero la dimensión que este ha tomado (o el gobierno le ha dado) se ha concentrado alrededor del ‘vandalismo’.

El primer paso para enfrentar el tema es entender y coincidir en un diagnóstico, y en que este sea acertado. Y no tiene sentido discutir sobre soluciones sin un consenso sobre lo que caracteriza el problema.

Varios elementos son claros, no sujetos a debate:

La suspensión de las manifestaciones (levantamiento del paro) es una solución, aunque seguramente transitoria.

Sí existen uno promotores de ese vandalismo. Exista o no una ‘revolución molecular’ y sea de derecha o de izquierda, hay una intención y algo de organización detrás.

Esa organización y esos promotores no son los organizadores de las manifestaciones.

Esos promotores no tienen control sobre esos ‘vándalos’.

Una gran mayoría de quienes en eso se convierten responden a diferentes razones, principalmente desesperación, rabia, necesidad, oportunismo u otras que no implican que sea su naturaleza ser delincuentes.

Esas causas son reales y no se han reconocido o no se ha mostrado debidamente la intención de darles solución.

La posición de Duque ha sido la de ‘yo solo cumplo el mandato bajo el cual fui elegido’; es decir ha asumido que es el mandatario de quienes lo eligieron y no el presidente de todos los colombianos.

En ese sentido inicialmente se vio como si ‘el que diga Uribe’ pareciera significar ‘para lo que diga Uribe’. Así pensaron muchas personas, entre ellas el Centro Democrático, la oposición, y tal vez el mismo Duque.

El error de oponerse al proceso de paz con la presentación de las objeciones ante el Congreso parece haberle permitido entender que como presidente tenía poder y autonomía -además del deber- de ejercer él mismo el cargo para el cual fue elegido.

Se rodeó desde entonces de personas caracterizadas por su cercanía con él o por la valoración que él hacía personalmente de ellos, más que por su trayectoria, representatividad o capacidad de colaborar y formar parte de un equipo donde participarán diversas formas de pensar.

Es decir, reprodujo la respuesta simple de ‘uno nombra es a sus amigos no a sus enemigos’, como si quienes piensan diferente entrarán en una categoría de ‘quien no está conmigo, está contra mí’.

Ha sido característica el ‘demasiado tarde y demasiado poco’ en la toma de decisiones para corregir situaciones.

Sucedió con el manejo de la pandemia, tarde en la compra de las vacunas y poco en la asignación de recursos; el retiro de la reforma tributaria y la salida de Carrasquilla; él gota a gota de los relevos ministeriales; el hacerlo solo con enroques entre funcionarios del gobierno; la demora en invitar a una mesa de diálogo y el presentarlo como respuesta a una orden de la Corte y no a las exigencias de los manifestantes.

En general no entendió la lógica de evitar la oposición a las medidas tomándolas de acuerdo con quienes las pedían y serían sus beneficiarios. Por el contrario, el aislamiento, tal vez la soberbia o si no la torpeza de mantener la posición del soberano que está al mando del país, tomando las medidas de 0 matrícula, o el nuevo plan de empleo para jóvenes como concesiones graciosas de iniciativa del Gobierno en vez de conciliaciones con las pretensiones de los protestarlos, generaron más molestia.

En fin, el presidente ha sido torpe, terco y en alguna forma mañoso con manejos que han sido combustible para la situación que vivimos.

Si no se presenta la renuncia del presidente (lo que no se excluye, pero que no necesariamente sería la mejor solución), la condición que podría posiblemente ofrecer una salida sería que el presidente forme unos equipos que lo ayuden a no hundirse más y no hundir más el país en el caos actual:

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Un gabinete ministerial de confluencia entre quienes tiene la capacidad de movilizar fuerzas y corrientes que busquen concertar con otras una salida consensual al agotamiento del modelo

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            Un gabinete ministerial de confluencia entre quienes tiene la capacidad de movilizar fuerzas y corrientes que busquen concertar con otras una salida consensual al agotamiento del modelo o sistema que ha generado los problemas detectados y manifestados con los movimientos populares, gabinete que parezca tener suficiente credibilidad para dar esperanzas de solución  y motivos para una tregua de las manifestaciones.

             Y un ampliado y ‘empoderado’ Gran Consejo de Seguridad para estudiar cómo responder al ‘vandalismo’, no con los que ven como enemigos a los vándalos y solo conciben la posibilidad de más represión, sino con quienes pueden tener alguna comprensión, empatía, ascendencia o influencia sobre esas masas necesitadas, rabiosas y en búsqueda de oportunidades y de cambios.

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