Tenemos que aprender a protestar, no a callar

Tenemos que aprender a protestar, no a callar

"Las protestas que le hicieron a los demagogos de derecha tenían todas las razones, y las protestas actuales a los demagogos de izquierdas también las tienen"

Por: Ricardo Arango Siegert
febrero 23, 2023
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Tenemos que aprender a protestar, no a callar
Foto: Twitter @MariaFdaCabal

Preguntaba el crío a su padre, que se encontraba inmerso en la estupidez, la ignorancia y la televisión, que ya es redundancia: "Papá, papá, ¿que es peor?, ¿la ignorancia o la indiferencia?". El padre respondió: "Hijo mío, no sé, ni me importa".

La demagogia, ese nombre que los humanos tenemos todos dentro de nuestro haber, no es propiedad de un solo bando. Y los demagogos de derechas nos han llevado a demagogia de izquierdas, las que seguro volverán de nuevo a las de derechas, en un círculo infinito que nos mantendrá caminando sin cesar, como el roedor que en su jaula disfruta tal vez más de la rueda que de la comida.

Tristemente, con el dedo de la inquisición (que todos tenemos y negamos) señalamos al político ambicioso, ignorando que quienes ostentan el poder lo hacen gracias a la acción de unos y a la omisión del resto. Basta recordar el grafiti que reza: "La ignorancia de muchos le otorga el poder a unos pocos".

Los aspirantes a gobernantes usan sus estrategias, penetrando las necesidades, miedos y emociones del pueblo. ¿Prometen solemnemente arreglarlo todo, ¿pero qué quiere el aspirante? Solo quiere ganar. Habría escrito el filósofo sobre los políticos: "Son aduladores del pueblo". Creo que todos lo somos. Somos aduladores y somos pueblo.

Nosotros, nuestra generación, no tuvo que vivir la violencia de nuestros padres; nosotros tenemos la propia. Esa de los cincuenta, del "corte de franela" y otras atrocidades con machete y motosierra, sigue existiendo, con ligeras variantes para "adornar" el "espectáculo" y poder "enriquecerlo". Pero... "no seas negativo, tienes que ver el vaso medio lleno" me dicen a mí que no me trago tan fácil los cuentos de ninguno. Yo les respondo: "No sean tan bobos, que lo que hay que ver es que el vaso estaba lleno, pero unos pocos le han hecho tremendo hueco por el que están vaciando el vaso y lo van a dejar vacío y medio. El objetivo es que cierres los ojos, que la 'resiliencia' sea total".

Digo yo, dios siempre preferirá el grito de un revolucionario al lamento de un millón de esclavos. O si no, el nazareno habría sido un manso borrego. Tenemos que aprender a protestar, no a callar. Las protestas que le hicieron a los demagogos de derecha tenían todas las razones, y las protestas actuales a los demagogos de izquierdas también las tienen. Debemos entender que existe una diferencia entre quejarse y protestar, sin renunciar jamás a esta última. Sin embargo, hay que aclarar que deberá ser una enseñanza y un aprendizaje hacerlo sí, pero en la mayor cordura posible, pues lo que quieren siempre los mentirosos y el diablo es que tiremos la primera piedra para que la violencia se apodere de todo el entorno y no podamos llegar a entendernos.

Engañosamente los mismos consejeros nos dirán: "De política, sexo y religión, no hay que hablar". Mentirosos embusteros, no quieren que el ser humano sea capaz de lograr el entendimiento y la razón, dos que harían posible cambiar este mundo de destinos bien inciertos, para lograr una inclinación de la balanza bien distinta a los mundos distópicos que nos hacen leer en esas orwelianas disfrazadas. Una conclusión: a los seres humanos nos encantan las mentiras. Tuvimos un candidato al que le preguntaron: ¿cree usted necesario aumentar los impuestos? A lo que respondió con su infinita verdad que así lo creía. Nunca le perdonaron muchos haberse bajado los pantalones en un acto de protesta. El otro candidato juro y dijo estar dispuesto a firmar en mármol que no lo haría, y cuando finalmente terminó haciendo tantas reformas tributarias que es mejor olvidar el número.

Si queremos un mundo mejor para nuestros hijos, tendremos que cambiar nuestras formas y exigir a quienes elijamos que cambien las de ellos y que cumplan tantas que nunca nos cumplen.

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