Techos de cristal
Opinión

Techos de cristal

Gloria Steinem desató la revolución social del Siglo XX, la liberación femenina. Una película muestra cómo se gestó ese proyectil formidable que provocó la estruendosa quebrazón de lo establecido

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febrero 09, 2021
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En septiembre de 2000 Gloria Steinem, de 66 años, contrajo matrimonio por primera vez.  Cuando le peguntaron al símbolo más notorio de la liberación femenina por qué lo había hecho, luego de haber catalogado al matrimonio como una forma de esclavitud, respondió: “Yo no he cambiado, lo que ha cambiado es el matrimonio. En Estados Unidos nos hemos pasado los últimos 30 años cambiando las leyes sobre el matrimonio. Si me hubiera casado cuando se suponía que tenía que hacerlo, habría perdido mi apellido, mi residencia legal, mi calificación de crédito, y la mayoría de mis derechos civiles. Hoy es distinto. Ahora es posible contraer un matrimonio igualitario».

Cambian los tiempos. Hoy matrimonio igualitario significa uniones legales del mismo sexo. Pero durante siglos, la mitad del género humano, las mujeres, estuvieron atrapadas en una pajarera de cristal. Volar podían, pero sin sobrepasar esas barreras duras e invisibles que les negaban los derechos concedidos a los hombres. Y no se trataba de la imagen caballeresca de una bella mujer en una jaula dorada para ser complacida y adorada, se trataba de la negación secular de todos los derechos civiles y políticos, de la sumisión patriarcal y del encierro doméstico. Una gran Casa de Bernarda Alba.

Lo que hizo Gloria Steinem y el grupo de mujeres que la acompañaron desde los años setenta, no fue otra cosa que desatar la principal revolución social del Siglo XX en el mundo entero, que es la incorporación masiva de la mujer a la vida social, económica y política, en condiciones de igualdad con los varones, lucha que aún no ha terminado. Y aunque hubo manifestaciones, manifiestos, publicaciones, liderazgos encontrados, intervenciones en política, el principal elemento de esa lucha fue la voluntad individual de muchas mujeres a hacerse valer en el mundo del trabajo, de la política, del hogar.

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El principal elemento de esa lucha fue la voluntad individual de muchas mujeres a hacerse valer en el mundo del trabajo, de la política, del hogar

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La expresión inglesa Techos de Cristal (Glass Ceilings) es una manera afortunada de describir esas constricciones sociales que están allí pero no se ven porque se dan por sentadas e inmutables, y cuya ruptura deja a todos boquiabiertos porque equivale a una estruendosa quebrazón de lo establecido. Ha habido muchas: la igualdad de derechos civiles para los negros, el reconocimiento legal de la diversidad sexual, la aceptación de otras religiones en el mundo cristiano, la condena universal al antisemitismo, y casi de última, la liberación femenina. Todo como consecuencia del más poderoso factor de cambio social que se conoce: la educación, que no es otra cosa que la toma de conciencia de los derechos a través de la realización personal.

Una excelente película, Las Glorias (The Glorias) dirigida por Julie Taymor, basada en el libro de Gloria Steinem Mi vida en la carretera (My life on the road), estrenada en el Festival Sundance de enero de 2020, narra con el lenguaje del cine, que es el lenguaje de nuestro tiempo, la saga de Gloria Steinem; su ascenso a los altares del feminismo. Película seductora, inquietante, divertida, biográfica e históricamente correcta, políticamente incorrecta.

Con el recurso original de poner a hablar entre ellas a las Glorias de cuatro edades, infancia, juventud, madurez y edad adulta, a través de cuatro grandes actrices, Ryan Kiera Armstrong, Lulu Wilson, Alicia Vikander y Julianne Moore, respectivamente, el guion muestra la evolución del papel de la mujer en Estados Unidos desde los años treinta hasta nuestros días. Cómo se gesta ese proyectil formidable que va a romper los techos de cristal.

No les había ido muy bien a las precursoras de esa causa, las sufragistas, que se salieron con la suya después de tremendas campañas de represión. El voto femenino fue aprobado en 1918 en Inglaterra, en 1920 en Estados Unidos, mediante la décimo novena enmienda constitucional, en 1947 en México y en 1954 en Colombia, durante el gobierno de Gustavo Rojas Pinilla por la Asamblea Nacional Constituyente, ejercido por primera vez en el plebiscito de diciembre de 1957 que estableció el Frente Nacional. Entre nosotros, solo en 1932 la ley que aprobó las capitulaciones matrimoniales reconoció a la mujer casada como sujeto de derecho y en 1933 se les permitió ingresar a la universidad.  O sea, en todas partes fue una revolución del siglo XX.

Lo de Gloria y sus muchachas fue otra cosa, en seguimiento de lo ya obtenido: una emergencia masiva, explosiva, desafiante, de las mujeres en la sociedad norteamericana de mediados de siglo, con repercusiones mundiales.  Tuvo por supuesto un componente sexual, la liberación de las ataduras de la maternidad ocasionada por la píldora anticonceptiva. La mujer se libera del hombre, del matrimonio, del embarazo no deseado, todos convertidos en opciones libres no en imposiciones sociales. Pero fue mucho más que eso, pues incluyó el mundo del trabajo y de la política.  Fue sobre todo un triunfo sobre la desigualdad. Desde la liberación de los esclavos no se había visto cosa semejante, que es lo que hace la presencia combativa de doña Gloria tan valiosa y su historia tan digna de ser contada.

 

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