Suprimir “sicariar” del léxico y la práctica militares
Opinión

Suprimir “sicariar” del léxico y la práctica militares

“Si toca sicariar, sicariamos ...” Con la introducción del verbo que se atribuye al general Diego Villegas y su incitación a ponerlo en práctica, se está propinando un duro golpe al propio Ejército

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agosto 26, 2019
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La palabra sicario sí aparece en El diccionario de la RAE, ‘asesino asalariado’. Oficio muy antiguo, parece, ya que proviene, según RAE, de la expresión sicarius en latín.

Lo que no aparece es el verbo sicariar que, según Semana, fue utilizado por un alto general de la República. “Si toca sicariar, sicariamos…” Con la introducción del verbo y su incitación a ponerlo en práctica, se está propinando un duro golpe al propio Ejército.

La sociedad colombiana y las Fuerzas Armadas deben estar agradecidas con la publicación de las investigaciones sobre actividades poco piadosas de algunos de altos miembros de estas últimas. Corrupción, seguimiento a colegas militares por filtraciones a medios de comunicación (caso New York Times), posible reactivación de indicadores de desempeño que podrían reinaugurar uno de los capítulos más oscuros, el de los mal llamados falsos positivos, alusiones a alianzas con grupos al margen de la ley conectados con el narcotráfico, son hechos graves que tienen que ser repudiados por los propios militares, la dirigencia política, la empresarial y, en general, la sociedad. Y los culpables, deben ser castigados por la ley. Solo así puede la fuerza pública ser la más querida institución pública, ejemplar, dinámica, con capacidad propia de tomar correctivos ante los desafueros de algunos de sus miembros.

Ya la semana pasada, en el contexto de los actos de corrupción denunciados valerosamente por la revista, que ya tienen en la cárcel a varios altos oficiales, se pronunciaron destacados militares en retiro: “Inaceptable que el líder de cualquier nivel de mando ignore las normas de la ética y pretenda que el subalterno acepte, desconozca, o en el peor de los casos los inciten a participar en actos de indisciplina o al margen de la ley”. “El comandante que así actúe no debe portar el uniforme de la patria...”, dijo el general (r) Rafael Zamudio Molina.

El volumen de información y la variedad de ámbitos en los que se presentan irregularidades es tan amplio que no se alcanza a digerir el nivel de gravedad para las mismas fuerzas y para la sociedad.

Comenzando por algo, en apariencia trivial, el cuento del seguimiento por parte de las fuerzas de contrainteligencia a militares que filtraron al New York Times información que le permitió a este medio la publicación de las denuncias ya conocidas. ¿Cómo así que labores de contrainteligencia se conocen al detalle, y se conocen públicamente? Poca inteligencia, al parecer. Los mejores sabuesos pillados pillando... Increíble. O, también, es posible, que haya una inmensa división dentro de las fuerzas cuyas motivaciones no conocemos.

Mas allá del tema incidental del NYT, que se hubiera podido resolver de manera sí inteligente, abriendo las puertas de la institución, mostrando el recorrido de más de dos décadas en aclimatar la cultura de los derechos humanos en la fuerza pública, ilustrando la cuota de sacrificio en los 50 años de conflicto, lo realmente terrible es la reedición de algunas pautas de comportamiento de parte de algunos altos mandos.

 

 

Es increíble que, en pocas frases, quepan varios autogoles contra la fuerza pública:
alianzas con el nuevo paramilitarismo, falsos positivos,
renuncia a la cultura de los derechos humanos...

 

 

La frase más estremecedora en Semana es la de “el ejército de hablar inglés, de protocolos, de derechos humanos, se acabó. Acá lo que toca es dar bajas. Y si nos toca aliarnos con los Pelusos, nos vamos a aliar. Ya hablamos con ellos para darle al ELN. Si toca sicariar, sicariamos. Plata hay para eso...” Se atribuye la frase al general Diego Villegas, comandante de la fuerza de tarea Vulcano.

De ser cierta, la frase, pronunciada ante subalternos, sería un formidable golpe moral contra el ejército colombiano. Excepto que, muy pronto, se manifiesten el repudio y la ley en contra de semejante barbaridad. Es increíble que, en pocas frases, quepan varios autogoles en contra de la fuerza pública:  alianzas con el nuevo paramilitarismo, falsos positivos, renuncia a la cultura de los derechos humanos... Una barbaridad que pone a la ciudadanía a la espera de la correspondiente sanción legal, moral y cultural.

Es inquietante. El general, probablemente, lleve al menos tres décadas como oficial. ¿Siempre pensó y actuó así? ¿Es excepcional su doctrina?

Sería ofensivo y enormemente perjudicial para las Fuerzas Militares y para la sociedad en general, el silencio de parte de la Casa de Nariño y del ministro, aunque no es razonable esperar nada del actual comandante que, parece, practica las mentiras y el cinismo en forma cotidiana.

Una Fuerza Pública que puso miles de muertos en más de cinco décadas de conflicto, con logros innegables en el campo de batalla, que se ha modernizado, que ha incorporado el discurso de los DD. HH., no merece que la cultura de las alianzas con la mafia, la corrupción, las ejecuciones extrajudiciales, se abran paso por la voracidad y la estupidez de unos pocos.

 

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