Superliga, el fin último del neoliberalismo

Superliga, el fin último del neoliberalismo

"Desde hace rato los superricos controlan el fútbol. Ahora el plan es monopolizar el botín de lo producido por todo el planeta futbolero"

Por: Juan David Barco Castellanos
abril 27, 2021
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Superliga, el fin último del neoliberalismo

Se acaba de poner en jaque todo lo que alguna vez conocimos como fútbol. Y si bien es cierto que, gracias a la presión de los aficionados y a las de las desgastadas Fifa y Uefa, se logró sortear el problema, la intención no va a parar. La guerra está declarada y es una secuela del neoliberalismo: las trasnacionales de los clubes superricos, versus clubes ricos. Las arremetidas no cesarán hasta que la casta más alta no acabe al resto.

A lo largo del tiempo, el sentimiento por este deporte siempre ha tenido su lado romántico. Al hablar de fútbol, anteriormente nos venía a la mente, los niños de los arrabales, tocando el cuero en potreros, con porterías amojonadas con piedras, medidas a pico y pala, con los pies descalzos y con balón descobalado.

Ahora, es un juego de niñas y niñas en escuelas de fútbol, con exprofesionales como entrenadores, uniformes y guayos, así en casa no queden recursos para sufragar las necesidades primarias.

Mañana, el fútbol, con seguridad, será jugado por superrobots o alienígenas en torneos intergalácticos.

Es innegable que el fútbol fue creado por el pueblo y este ha sido siempre su columna vertebral. Esto se confirma con las pancartas que rondaron en Inglaterra mostrando el descontento por el intento de la creación de la Superliga Europea: “Creado por los pobres, robado por los ricos”. Lastimosamente los superricos hace rato controlan el fútbol. Ahora el plan es monopolizar el botín de lo producido por todo el planeta futbolero.

Con el intento de crear la Superliga Europea se atentaba contra la competencia al interior de los países. Los clubes más ricos se deslindan de otros equipos grandes, como pueden ser la Roma o el Sevilla; se separan de equipos en vía de crecimiento como la Atalanta o el Leicester, y claro, anulan toda la posibilidad de enfrentarse a equipos modestos pero complicados como el Granada o el Burney.

Y eso que la competencia sana hace tiempo ya ha sido arrebatada, pues estos grandes equipos han modificado las reglas para que el sistema siempre beneficie a los 15 grandes clubes. Distribuyendo irregularmente los ingresos. O permitiendo por debajo de cuerda la inyección desmesurada de capital. Pero aún con estas trabas, siempre existía la ingenua, pero legítima ilusión, de que el equipo de menor presupuesto pudiese competir y ganar.

La idea de una Superliga cerrada contraría cualquier esperanza de participar a otro tipo de equipos: solo Goliat versus Goliat. David no importa.

Pero si extrapolamos dicho intento a otras latitudes, encontramos que en el mundo está plagado de “superligas”, pero más cobardes, porque no hicieron proclamación oficial.

La competencia real es ínfima pues el sistema neoliberal y quienes hacen las leyes, afianzan la precariedad en la competencia.

Casos de sobra hay en Colombia. Como los clubes de Santo Domingo, Olmi y Soares que han creado su propia “superliga”, dejando a las tiendas de barrio olvidadas en una liga condenada a la desaparición.

O, como sucede en la banca, en donde el sistema beneficia a los clubes de los Gilinski, del Grupo GEA, del Grupo Bolívar y a los clubes de Sarmiento Angulo.

También en la agroindustria, pues el sistema perpetúa a los clubes de los Eder, de la Ardilla Lülle, de los Uribe y de los Lafaurie, entre otros.

Y ni qué decir de los medios de comunicación, donde siempre ha existido una Superliga.

Lo paradójico del cuento es que existen falsos superricos que defienden el sistema sin saber que este mismo será su perdición, ya que llegarán hidras multinacionales gigantes que a punta de cartera comprarán las empresas de estos para adueñarse de mercado.

Hay que hacer conciencia que el modelo neoliberal, con el paso del tiempo, desaparece la clase alta y media. Absorbiendo todo el capital a una diminuta casta. Debemos aunar fuerzas para exigir el cambio de este sistema y luchar para que las reglas del fair play se instauren. De lo contrario, las superligas siempre estarán al acecho.

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