No les recomiendo este artículo a los millones de trabajadores de este país que, cuando tienen el privilegio de recibir un incremento mínimo en su salario, sienten que son los culpables de la poca competitividad de Colombia. Y no se los recomiendo porque, encima de todas las proezas que tienen que vivir para sostener a su familia con lo poco que reciben de sus patrones, este artículo los puede desestabilizar emocionalmente. Sin embargo, me parece necesario que conozcan que, en este mundo global, no para todo el mundo ustedes son los malos del paseo. Pero conociendo la realidad colombiana que ustedes enfrentan día a día, la lectura de estas notas, más que esperanza, les puede producir desasosiego.
Por lo menos desde la apertura de Gaviria, para no ir más lejos, el salario se ha visto como un costo que se debe mantener bajo para no afectar negativamente nuestra competitividad. Eso sí, los de los directivos sí deben crecer hasta llegar a las nubes porque si no otras empresas u otros países se los roban y sería un perdida incalculable. Por estas serias y "contundentes razones", cada negociación del salario mínimo en Colombia es una verdadera farsa. Los gremios, que representan a los grandes empresarios, tienen desde hace 20 años –porque, además, siguen siendo los mismos–, idénticos planteamientos apocalípticos para oponerse a un alza razonable del salario mínimo: la inflación, aunque ya no es 20 % sino 3 % ó 4 %, y sobretodo, el aumento de sus costos de producción que los hace no competitivos. Conclusión: el eje de los debates empresariales es simplemente uno, los salarios–repito, el de los pobres–, es simplemente un costo.
Pero resulta señores economistas, que dictan cátedra y son adorados por los empresarios, que en un editorial del periódico español El País, salió una noticia trascendental. Resulta que este medio resalta el hecho de que las grandes empresas de precios bajos en Estados Unidos, han resuelto que es hora de subirle los salarios a los que están en la base de la pirámide de los más pobres. Y esto lo están haciendo nada menos que McDonald's, Walmart y Target. Afirma el editorial que estas empresas "(…) entienden que la recuperación de la economía gringa también se defiende aumentando los sueldos".
¿Y dónde está el meollo del asunto en una realidad en la cual en este país se ha negado permanentemente entre quienes desde hace 20 años manejan la economía colombiana? Los salarios también son nada menos que demanda. El ropaje ético es que llegó la hora, en medio de la recuperación de la economía, de reducir desigualdad. Pero como ellos sí son pragmáticos han entendido que sus empleados pobres con mayores ingresos estarán más motivados y mejorarán la competitividad. Además, no es ni mucho menos un argumento menor: ellos aceptan que aumentará la demanda interna. Esa demanda que tanto despreciaron los ortodoxos y que ahora que la demanda externa está de capa caídaen Colombia, sí empiezan a reconocer como fundamental para el crecimiento de la economía nacional.
Textualmente, "La motivación es básica en la competitividad, (…) la competitividad no mejora bajando los salarios o reduciendo el empleo, sino, (…)dejando que los asalariados desarrollen su trabajo con la conciencia de que son bien pagados y pueden aspirar a ser los mejores en su profesión, con estudios o sin ellos."
¿Cómo les parece esta estrategia a nuestros brillantes economistas y a nuestros empresarios, con frecuencia, poco generosos?
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