Sobre “tibios” y coherencia

Sobre “tibios” y coherencia

"Desconfiemos de los discursos políticos radicales que implican la exclusión de lo diferente. Podríamos ser nosotros los excluidos"

Por: Liliana Guzmán González
marzo 09, 2018
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Sobre “tibios” y coherencia

No me considero una persona de derecha ni de izquierda. Políticamente hablando, y retomando el término utilizado por el Ministro de Salud Alejandro Gaviria, puedo decir que pertenezco al grupo de los “tibios”.

Es decir, no creo en verdades absolutas y desconfío de quienes defienden sus ideas como si lo fueran. Considero que las posiciones extremas son insanas, y de hecho, la experiencia Latinoamericana demuestra que tanto la extrema derecha como la extrema izquierda, terminan funcionando casi de igual manera, aferrándose al poder, pero sobretodo, estableciendo regímenes supremamente peligrosos para la garantía de los derechos y las libertades de las personas (Chile y Venezuela son dos buenos ejemplos).

Como dice Gaviria, a todos nos atraen los extremos. Esos discursos que hablan de impunidad o justicia, paz o guerra, pobres o ricos, blanco o negro. Todos ellos exacerban nuestras pasiones más profundas, generan sentimientos de certeza y pareciera que nos hacen sentir parte de algo, de un movimiento o posición política. Cosa que nos gusta! (al menos de entrada).

Sin embargo, esos discursos políticos radicales, que nos invitan a adoptar una única posición sobre diversos temas de interés público (como el proceso de paz, la corrupción de los jueces, los derechos de la comunidad LGBTI, el aborto y la legalización de las drogas, etc), llevan consigo la exclusión de todo aquel que piense diferente, y en ello radica su inconveniencia, provengan de la derecha o de la izquierda.

Vivimos en una democracia, y aunque imperfecta, aquella ha resultado ser el valor político más respetuoso de la dignidad de todos los seres humanos. La democracia implica que todos estamos en la posibilidad de asumir y expresar nuestras ideas, que estamos en la obligación de respetar las opiniones divergentes, que asimismo, los otros tienen el deber de respetar nuestros pensamientos, y además, que el Estado tiene la obligación de promover y proteger la diversidad ideológica resultante.

Nos gusten o no las ideas, las posiciones, los discursos de los otros, si creemos en el valor de la democracia, tenemos el deber moral y político de respetar la diferencia. El respeto no tiene nada que ver con lanzarle tomates, piedras y demás improperios a quienes pronuncian las palabras que tanto nos disgustan.

Permítanme hacer un llamado a la coherencia. Si nos parece que la democracia es un valor respetable, asumamos una actitud respetuosa frente a los discursos que no compartimos. Y además, desconfiemos de los discursos políticos radicales que implican la exclusión de lo diferente. Podríamos ser nosotros los excluidos.

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