Sobre el informe de HRW de la frontera en Arauca

Sobre el informe de HRW de la frontera en Arauca

Para los habitantes, el informe resulta escabroso porque la terminología del informe es recurrente en calificativos asociados al terror por antonomasia

Por: Pavel Rodríguez
enero 24, 2020
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Sobre el informe de HRW de la frontera en Arauca

Arauca y Apure son territorios históricos de las gestas de la independencia, pulmones del mundo, paraíso de biodiversidad, patrimonio inmaterial de la humanidad en sus cantos de vaquería, misterios insondables de la Colombia profunda, la tierra de doña Barbara, los verdes infinitos de Aurelio Arturo y si siguiera, serían muchas las líneas extendidas en  una tierra que es mística porque aún conserva su propia identidad. Porque la sabana abierta es como entrar en la mitad de un mar glauco, porque el eco de las voces humanas se acalla frente a la polifonía de su riqueza natural.

Empero, tanto la fundación en mención, el Estado colombiano y los principales medios de comunicación, parecen tener una discusión un poco menos poética, más que eso utópica, es triste, pero pensarse en una lógica de conservación natural y sostenibilidad de la vida misma es cada vez más territorio del ensueño. Aquí se pelean por un concepto claro: la presencia del Estado, porque la fuerzas insurgentes parecen haberlo sustituido.

¿Es cierto eso? Para los que habitamos la región la lectura del informe resulta algo escabrosa, hay también el notable efecto del poder de las palabras, la terminología del informe es recurrente en calificativos asociados al terror por antonomasia, ciertos efectos hipérboles en un país donde la violencia no sólo se expresa en los territorios en conflicto. ¿Cuántos muertos aparecen a diario en las morgue de Bogotá, producto de la violencia social desatada por una desigualdad censada, entre otros factores, con 14.5 millones de colombianos de 14 a 35 años sin acceso a trabajo y educación? ¿Será que los defensores de derechos humanos les preocupa mucho el destino de los jóvenes araucanos en el marco del conflicto, pero no averiguaron que sólo el 1% de los bachilleres de la región puede egresar de una universidad que debe buscar fuera de sus más de 22.000 Kms2 y producción petrolera, porque aquí no hay educación superior pública?

Parece que consonamos con HRW en que en Arauca no hay Estado: no hay hospital de tercer nivel, la gente se muere por falta de traslados de las EPS, es válido reiterar que los estudiantes araucanos tras sus estudios secundarios quedan a merced de la guerra sin trabajo ni oportunidades académicas. Vale decir que a pesar de la feraz y feroz producción petrolera el departamento está en condiciones deplorables, que las vías terciarias son arcaicas, que el campesinado no goza de ningún beneficio a pesar de tener uno de los mejores cacaos y plátanos del mundo, vale decir que parece una coartada entre fundación y gobierno para volvernos a decir que presencia de estado es multiplicación del pie de fuerza, ese mismo pie que pisotea las esperanzas de desarrollo social y humano de los araucanos, ese mismo pie que nos margina, ese mismo pie que es lo que reclama la HRW al gobierno de Colombia como garantes de derechos humanos. ¿Será que el director de esa fundación, en su exegética investigación, no conoce la mano negra asociada a la violencia y muerte como política de estado que está masacrado casi un líder social al día?

Si señores de HRW y el tristemente célebre señor Holmes Trujillo, ministro de defensa, hebefrénico y genuflexo a los intereses belicistas, Arauca sí tiene un problema de presencia de estado además del flagelo del conflicto, ¿no están destinando a los jóvenes a marchar hacia la muerte al castrarles los sueños mientras extraen millares de barriles de petróleo al día? Pedir fuerza pública como derecho humano no sólo es un despropósito, es una grosería, ojalá medien para exponer las condiciones sociales desfavorables a un ambiente de desarrollo y paz, que ataquen el problema desde la raíz con la educación como cuarto poder público como lo reclamaba Bolívar por estos días, hace 201 años. Así es, más de dos siglos de sordera gubernamental, y así nos hablan de economías naranjas y emprendimiento, así, en un país que no pasa de las economías artesanales y que capitaliza la violencia simbólica en la teoría del miedo y la acción del poder en su más siniestra expresión: la muerte del otro.

En efecto en Arauca no tenemos estado, tenemos múltiples expresiones de violencia, señores de la HRW, hacen un favor no exhortando a engrosar las filas de hombres y rifles en el departamento. Sin educación, sin salud, sin servicios básicos, sin calidad de vida, sin generación de empleo, sin políticas de desarrollo social, sin control de la escandalosa corrupción, giraremos en torno a un dialelo macabro e infinito.

Ya probaron con echarle la culpa a Venezuela y no funcionó, les toca ser más originales.

 

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