¡Sin justicia, yo voto NO!

¡Sin justicia, yo voto NO!

Con argumentos jurídicos, un ciudadano se opone a los acuerdos de paz pactados entre el Gobierno y las Farc

Por: Sebastián Osorio R.
septiembre 13, 2016
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¡Sin justicia, yo voto NO!
Foto oiganoticias.com vía @carosle

Las 297 páginas de las que todos hablan, las mismas que no muchos han leído y el texto que nadie ha entendido, utilizan la palabra “paz” como muletilla destinada a adornar un tratado avanzado de marxismo-leninismo y esconder los gigantescos sapos que allí habitan y pretenden hacernos tragar.

El aplastante bombardeo de “proselitismo electoral” – según la Directiva Presidencial número 05, del 5 de septiembre de 2016- por el “SÍ” nos ha puesto ante un futuro que solo podrá resultar entre la “PAZ” -el “SÍ”- o la “guerra” -el “NO”-; el amor fraternal -el “SÍ”- o el odio beligerante -el “NO”-; las flores -el “SÍ”- o las balas -el “NO”-, etcétera.

Lamento ver cómo el mal uso de la palabra “paz” y del concepto de “guerra”, sumado a la falacia de un futuro fundado en una paz extorsiva que amenaza al pueblo con que, sí vota al “NO”, sus hijos deberán concentrarse en los montes y librar en una guerra sin cuartel, ha despertado pasiones viscerales en los colombianos más incautos que expulsan arengas cargadas de síes y viciadas con la más profunda restricción mental. ¡Pobres! No son de culpar, como sí lo es la desinformación y la superficialidad con que se ha tratado al asunto más grave que enfrenta Colombia desde el 20 de julio de 1810, día en que firmó su Acta De Independencia.

No es raro ver cómo el Gobierno, los medios de comunicación “oficiales”, muchos columnistas, casi todos los políticos, estudiantes de todas las universidades, gran parte del magisterio, los autodenominados “intelectuales”, varios artistas y otras “celebridades”, y cientos de juristas, hunden, aún más, a los colombianos en la restricción mental, acudiendo, principalmente, a las pasiones y a los sentimentalismos del ciudadano incauto.

Rodrigo Uprimny un renombrado jurista, director de una ONG que dice dedicarse a la justicia, sostuvo hace unos días, en su cuenta de una red social, que el acuerdo puede ser objeto de reparos, pero que, si el fin último es digno de ser avalado, no se debe dudar en bendecir al texto con un “SÍ”. Traduzco: La “paz” –fin último según el jurista- está por encima de todo y nada más importa. Vale decir: “el fin justifica los medios” o, como dijo el Presidente de la República hace un tiempo en el día de la Armada Nacional, palabras más, palabras menos: “En la Armada aprendí que lo importante es alcanzar el objetivo; no importa el cómo”.

El análisis que debe hacerse sobre la afirmación que, entre líneas, rescato del jurista, daría pie para regar miles de litros de tinta sobre el papel; pero en está ocasión me limito a compulsarlo (esta palabra no significa “expedir copias”, sino “cotejar documentos”, para los que aún no lo saben) con una de las más importantes obras de la Axiología Jurídica.

Un filósofo llamado John Rawls, de corte moralista y ampliamente influenciado por Karl Marx, publicó, en 1971, su libro titulado Teoría de la justicia. En este tratado de filosofía, el autor atacó principalmente el utilitarismo y el tipo de soluciones que este propone.

La obra de Rawls desarrolló una teoría deontológica que considera que la corrección de un acto no se deriva en su contribución a maximizar un bien intrínseco.

Así las cosas, la visión utilitarista del Acuerdo Final para la Terminación del Conflicto y la Construcción de una paz estable y duradera considera correcto -o cuando menos tolerable, como lo hace y lo invita a hacer Uprimny- todo lo allí pactado entre las Farc y el Gobierno de Juan Manuel Santos ya qué la “paz” como fin último buscado, prevalecería en una comparación de valores jurídicos.

El mismo documento que contiene el acuerdo entre Santos y Timochenko, a luz del análisis axiológico desde los lineamientos de la Teoría de la Justicia resulta erróneo e inconveniente aun cuando promete una “paz” estable y duradera. ¿Por qué?

La Justicia es, desde la posición originaria de Rawls, el principio que da pie a la estructura básica de la sociedad, en la que todos los brazos del contrato social aceptan y saben que los demás también este principio -el de justicia-. De este desarrollarán los demás principios fundantes del derecho y todas las instituciones jurídicas, aunque, desde otra perspectiva complementaria, puede decirse que son una consecuencia del mismo.

Los acuerdos de La Habana son injustos para la axiología jurídica, porque, al convertir en norma supraconstitucional lo contenido en el “ANEXO I LEY DE AMNISTÍA, INDULTO Y TRATAMIENTOS PENALES”, este mal llamado tratado de PAZ, vulnera al Contrato Social en sus principios fundantes de la Justicia Correctiva, la Justicia Restaurativa y la Justicia Retributiva, pues les entrega a los liderados por Rodrigo Londoño, alias “Timochenko”, una boleta completa de impunidad, en contraprestación a que ese grupo criminal se someta al Estado de Derecho.

Convertir en norma las 297 páginas, en sacrificio de la Justicia, crearía un precedente nefasto ante los existentes y futuros grupos criminales, que, al no ver perseguidas a las Farc en materia restaurativa y mucho menos retributiva, se verían incentivados a incurrir en conductas delictivas, haciendo cada vez más arrogantes sus peticiones y convirtiendo a la “paz” en transitoria, nunca duradera.

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